En la actualidad, ser docente en la periferia de la ciudad poco tiene que ver con lo que se podría considerar como la función tradicional de cualquier maestro. Al deber de enseñanza se suma una fundamental tarea de contención dirigida a proteger a los chicos en barrios en los que la realidad se ha vuelto brutal y peligrosa. Tal es el caso del cuerpo docente de la escuela Nº 76 Camila Cáceres de Ballarini. Silvia Taliaferi, una de las vicedirectoras de este establecimiento, cuenta que la escuela tiene ya una larga vida. Fue fundada en octubre de 1973 y hoy transita uno de sus contextos más desafiantes.
Ángeles guardianes
La Ballarini, la única escuela del barrio
La recorrida por este barrio de la ciudad comenzó por el camino viejo a Esperanza, el límite oeste. Dicho camino, que antiguamente permitía llegar a la primera colonia agrícola organizada del país, es hoy una calle de tierra sin rastros de mejoras que todo el mundo evita circular, sobre todo por razones de seguridad.
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A la Ballarini asisten cerca de 500 alumnos, pertenecientes a familias de gente muy trabajadora, pero de escasos recursos. Para esta docente, Scarafía “siempre fue un barrio en el cual trabajamos muy tranquilos. Aunque en el último tiempo se ha vuelto muy peligroso el extremo oeste, debido a las balaceras que hay”.
Patricia Cisneros, otra de las directivas de la escuela, cuenta que esta nueva realidad ha impuesto a los docentes el deber de tratar el tema dentro del aula. “No podemos mirar hacia otro lado, es lo que a diario los chicos están viviendo. Más que nada la problemática se aborda desde las habilidades sociales -desde primer grado hasta séptimo-, intentando educar en hábitos, actitudes y comportamientos, todo ello acompañado con la enseñanza de habilidades pedagógicas”.
El desafío no sólo tiene que ver con guiarlos sobre cómo analizar, observar e interpretar la realidad de su barrio, sino también a aconsejarlos sobre qué hacer frente a un tiroteo.
“Les enseñamos a refugiarse en algún sitio ante cualquier cosa rara que ellos vean, que no vayan a observar lo que está pasando. También intentamos que vuelvan a sus casas en grupo o que las madres los busquen en el colegio”, agrega Taliaferi. En ese sentido, aporta Cisneros, “los padres están cada vez más comprometidos ya que la mayoría viene a buscarlos al colegio y/o participan junto a las maestras en talleres y encuentros en los que se buscan estrategias para encarar de la manera más completa posible este problema”.
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