El recuerdo del padre Atilio Rosso es muy vívido en los barrios de la ciudad, sobre todo entre aquellos que se encolumnaron a trabajar con el religioso prácticamente desde el principio y hoy siguen firmes junto al movimiento.
Susana Barreto, de El Arenal, recuerda que se sumó muy joven a Los Sin Techo y que tiene su casa gracias al padre. “Mi rancho era de cañas y nylon, eso no me lo voy a olvidar nunca. Yo pensé que nunca iba a salir de la pobreza y hoy mis hijos y mis nietos viven en una casa”, cuenta con la voz casi quebrada.
David Cerdán, de Las Lomas, lleva unos 23 años con el Movimiento y reconoce que no es fácil encontrar palabras para describir la obra. “A raíz del trabajo del Movimiento Los Sin Techo por intermedio del padre Rosso, la sociedad sintió un quiebre, porque la ciudad existía hasta las avenidas y nadie se acordaba de los barrios marginales”, sostiene.
Al igual que a cientos de personas de los puntos más rezagados de Santa Fe, el fallecimiento del padre Atilio, en abril de 2010, conmovió profundamente a Susana y a David.
“La pérdida del padre fue algo muy triste, porque pensamos que se terminaba para los pobres la lucha de todos los días”, dice Susana. “Pero gracias a Dios se siguió trabajando a full, con su bendición de arriba siempre”, concluye David.