Opinión: OPIN-04

Opinión


De la Rúa retoma el timón

Por Carmen Coiro

Primero, prácticamente ignoró el tema. Después, lo negó. Más tarde, aceptó una "crisis política". Hoy, luego de una larga ausencia en el exterior y del elenco principal de los denunciantes, el presidente Fernando de la Rúa, al notar que -probablemente- había cedido un espacio vital, decidió retomar el timón, admitió públicamente que las denuncias de soborno en el Senado constituyen un conflicto "institucional", y se prepara para anunciar un "relanzamiento" de su gobierno.

De la Rúa ejerce un estilo de conducción prácticamente inédito en la corta lista de presidentes que reinauguraron la democracia. Sin el carisma de Alfonsín, ni el "unipersonalismo" que Menem imprimió a su gestión, De la Rúa, parsimonioso, ultralegalista, dialoguista y difícil de conmover, parece haber comprendido que en la escena política de la Argentina de principios de siglo no hay espacio para tibiezas.

Sin renunciar a sus características centrales, el presidente comprendió que su actitud lo estaba dejando al margen de una de las crisis más sorprendentes, inciertas y sugestivas desatadas en los últimos tiempos. Así fue como decidió dar señales de que él es el conductor del Poder Ejecutivo, mientras que su vicepresidente Carlos Alvarez es sólo su acompañante.

La puja entre las dos cabezas de la Alianza en el gobierno compartió el escenario casi en igualdad de nivel con el interés que despertó el desarrollo de las denuncias sobre sobornos en el Senado.

En momentos en que el país no logra levantar cabeza en lo económico -la demanda central de la opinión pública, junto con la transparencia-, la enorme bola de nieve que se formó desde un lugar incierto todavía no se sabe adónde puede desembocar, aunque ahora todos los esfuerzos del presidente apuntan a que su destino sea básicamente judicial, un sueño con pocas probabilidades de concretarse.

Hoy por hoy, algo que prácticamente nadie cuestiona es el efecto de catarsis que genera la ola de acusaciones, pero muy pocos pueden adivinar cuál fue la génesis de la historia, y menos aún, su desenlace. Lo cierto es que, a su regreso de una larga gira por el exterior, De la Rúa dio claves inequívocas acerca de sus intenciones: primero, su estrategia pareció apuntar a poner en su lugar a su altamente expuesto vicepresidente, al contradecirlo en dos temas que, lejos de ser menores, son cruciales para el futuro inmediato de la política argentina.

Decidió respaldar al vicepresidente del Senado, Genoud, uno de los blancos centrales de los ataques de Alvarez, y luego recibió al ex presidente Carlos Menem en calidad de titular del partido justicialista, cuando el vicepresidente se preguntaba por radios y canales de televisión por qué habría de convocar al diálogo a su principal enemigo político.

El presidente logró por fin reconocer las peligrosas aristas de la crisis desencadenada en el Senado. El Poder Legislativo tiembla sobre sus cimientos, y los peores augures podían entrever hasta la intención de una especie de "golpe de Estado", no ya económico, como el que padeció Alfonsín, sino "de transparencia", que podría ponerlo en jaque.

Para oponer una férrea barra de contención, apeló a su recurso preferido: lanzar un institucional y público diálogo político con los jefes de todos los partidos, para lograr su apoyo.

Sorprendentemente, Menem, que un día antes de encontrarse con el actual jefe del Estado había dicho que "la Argentina está muy mal", salió el viernes del despacho presidencial sereno, anunciando su certeza en cuanto a la "firmeza, fortaleza y decisión" que encontró en De la Rúa, precisamente las tres cualidades que venían siendo puestas en discusión por dirigentes propios y extraños.

Lejos de criticar la actual administración, Menem le dio su respaldo, claro que sin elogios explícitos. El viraje del ex presidente pudo haber dado una indicación clara de que está dispuesto a respaldar a De la Rúa en este momento crítico, obviamente, no sólo por generosidad política, sino porque, además el gesto, convendría a sus intereses.

Menem, gracias a De la Rúa, recuperó un protagonismo que había perdido de un golpe cuando se fue del Gobierno. Ruckauf fue el hombre que trató insistentemente de ocupar el lugar de referente del PJ y, apoyado por el presidente de la Nación, concurrió muchas veces a la Casa de Gobierno en ejercicio de ese papel.

Ahora, momentáneamente, el gobernador bonaerense perdió un poco de espacio, aunque nadie cree que el convite a Menem en la Casa de Gobierno implique, necesariamente, una recuperación de su casi destruida imagen política.

Pocos saben los próximos pasos que planea Alvarez para mantener el protagonismo en la demanda de que los trapos sucios del Senado salgan definitivamente a la luz para ser aniquilados. Pero sí se sabe que de la Rúa programa para estos días enviar un mensaje al país para anunciar la "refundación" de su corta administración.

El término "relanzamiento del Gobierno" deslizado por los operadores de De la Rúa a la prensa tal vez no fue el más feliz. Se relanza algo que, en su primer envío, fracasa. Pero más allá de esa interpretación, se anuncia que en estos días se darán a conocer profundos cambios en el gabinete, modificaciones en las líneas de acción de la economía, y una reforma política a fondo.

Tras esos adelantos presidenciales habrá vencedores y vencidos. También habrá quienes empaten. Seguramente, De la Rúa y Alvarez estarán entre estos últimos, ya que ambos habrán cedido aspiraciones, a sabiendas de que la ruptura del equilibrio que entre ambos pende de un hilo podría derivar en un conflicto institucional tan profundo y peligroso como el sacudón en el Senado de la Nación. (DyN).