Opinión: OPIN-01

Opinión

No es momento para mezquindades políticas

La Argentina se encuentra inmersa en una crisis tan profunda que desde el resto del mundo se observa al país con temor y desconfianza. Todos saben que es grande la posibilidad de un colapso que hundiría al país en un abismo económico-social y produciría un negativo efecto en cadena en los países emergentes.

El gobierno nacional sufre un desgaste prematuro y progresivo que se traduce en la pérdida de poder político y de credibilidad interna y externa. Se anuncian medidas que, horas más tarde, deben ser reorientadas; se asumen compromisos que luego resulta imposible cumplir.

En este contexto, se cortan rutas y se inician protestas sociales en distintos puntos del país que resquebrajan aún más la imagen, acentúan las pérdidas y subrayan la inseguridad física y jurídica. Es cierto que muchas de las demandas tienen una base legítima, pero también resulta indisimulable la creciente actividad de grupos disolventes que buscan sacar dividendos del drama económico y social.

Lamentablemente, no siempre la dirigencia política parece ver con claridad lo que está ocurriendo. Por ese motivo, subyacen todavía posturas mezquinas que buscan preservar o acrecentar las posibilidades electorales futuras, en lugar de apuntar al mejoramiento de las condiciones de vida de los argentinos y de la imagen del país en el exterior, factor condicionante de apoyos indispensables.

Por el lado de los dirigentes de la Alianza, parece existir un discurso hacia adentro y otro hacia afuera del gobierno. Propios y extraños reconocen que hay diputados y senadores del oficialismo que apoyan las medidas adoptadas cada vez que son citados a Olivos para una ronda de consulta, pero luego, plantean dudas en público que terminan restando credibilidad al Ejecutivo nacional.

Todo esto hace que a los errores y dudas del poder central se sume una suerte de chantaje político. Mientas tanto, desde el exterior la desconfianza no cede y la reacción de los mercados se hace cada día más dura e imprevisible.

Tal vez para algunos las necesidades sociales crecientes y la imagen del país en el exterior sean temas que van por carriles separados. Sin embargo, cuando el riesgo país y las tasas de interés crecen debido a la desconfianza, las posibilidades de mejorar el nivel de vida de millones de argentinos se hacen más lejanas y complicadas.

Por todo esto, es necesario asumir la gravedad de la crisis. Es imprescindible reconocer que la Argentina se encuentra al borde de un abismo y que, en momentos como éstos, se hace necesaria una actitud madura de la clase dirigente, incluidos los sectores sindicales.

Oficialismo y oposición deben dejar de lado las mezquindades y los intereses partidarios. No es hora de hacer proselitismo o de pensar en captar el apoyo popular; es el momento de hacer política en serio, de tomar decisiones maduras, de saber ceder cuando resulta imprescindible y avanzar en los momentos en que se hace necesario.

Sólo así, y seguramente de a poco, la ilusión de salir adelante dejará de ser una fantasía para transformarse en una posibilidad. Si esto no ocurre, se seguirá hablando de la Argentina soñada, mientras la cotidianeidad destruye impiadosamente todas las ilusiones.