Opinión: OPIN-01

Opinión

La Cumbre Iberoamericana,
el terrorismo y Fidel Castro

El reciente asesinato cometido por la ETA contra un ex ministro de Felipe González no dice nada nuevo respecto de la brutalidad y barbarie de esta organización terrorista, pero sí ilustra con elocuencia sobre la calaña moral de aquellos que la respaldan o directamente actúan como cómplices morales y políticos. Las declaraciones de algunos importantes dirigentes del Partido Nacionalista Vasco legitimando el carácter político de la ETA se inscribe en este contexto de consentimiento al terror, que en algunos casos proviene del miedo y en otros de espurios acuerdos, cuando no de incalificables negociaciones económicas.

En el mismo contexto se incluye la decisión del dictador Fidel Castro de negarse a condenar a la ETA en la reciente Cumbre Iberoamericana que sesionó en Santo Domingo. A contramano del sentimiento y las convicciones de la totalidad de los países latinoamericanos, y en abierta confrontación con las autoridades políticas de España, Castro probó que sus relaciones con el terrorismo se mantienen intactas y que sus autocríticas por haber estimulado la lucha guerrillera en América latina no fueron más que un simple ejercicio retórico dictado por conveniencias tácticas.

Si se tiene en cuenta que con esta actitud Fidel Castro pone en peligro las privilegiadas relaciones económicas que Cuba mantiene con España, su actitud de solidaridad con la ETA da cuenta del grado de fundamentalismo ideológico que alientan sus decisiones, al punto tal que en nombre de sus dogmas arriesga la estabilidad de la economía cubana. Sus denuncias sobre un presunto atentado terrorista organizado por los exiliados de Miami están siendo investigadas, pero todo parece indicar que se está ante una nueva puesta en escena orientada a distraer a la opinión pública sobre los temas que verdaderamente interesan.

El discurso de Castro en la Cumbre abundó en adjetivos descalificadores contra la oposición al régimen. Su latosa exposición acerca de la perversidad de los disidentes y de la complicidad de los imperialistas hartó al auditorio, que le reclamó que se refiriera concretamente al tema del terrorismo vasco, sobre el cual no dijo una palabra. Como se sabe, la Cumbre Iberoamericana es una iniciativa que implica a todos los países hispanoparlantes, incluidos los de habla portuguesa. La institución funciona desde hace más de veinte años y en cada década ha debido afrontar serios dilemas políticos y económicos. Si en los años sesenta el tema fue la dependencia, en los setenta fueron las dictaduras, en los ochenta las transiciones hacia la democracia y en los noventa las modernizaciones económicas.

La agenda de problemas fue habitualmente conflictiva y las opiniones se caracterizaron por su diversidad. Sin embargo, en todo momento se intentó privilegiar el consenso y avanzar atendiendo los niveles de acuerdos obtenidos. Siempre se consideró que el hecho mismo de reunirse a discutir sobre la problemática latinoamericana desde una perspectiva hispanista era positivo. Fue necesario el exabrupto de Castro para comprender que la Cumbre no representa para todos lo mismo, y que así como para la mayoría de los países el espacio debía valorarse en función de los intereses democráticos de todas las naciones, para Castro no fue más que una cobertura a su régimen.