Buenos Aires.- Los investigadores del crimen del relacionista público Claudio Lanzetta ya tienen en claro que el homicidio ocurrió porque al asesino se le escapó un tiro cuando amenazaba a la víctima, pero que el fin último no era matarlo sino sólo robarle.

El asesino del relacionista público gatilló contra su víctima luego de apoyarle el arma en la cabeza en medio de ademanes amenazantes para obtener dinero, por lo que "el disparo no fue premeditado", informó a Télam una alta fuente judicial.

"Lo estaban amenazando porque querían dinero en efectivo. En medio de esos actos de maltrato le apoyaron un arma en la cabeza y salió el disparo, pero ése no era el fin último del homicida", explicó una fuente cercana a la investigación.

En coincidencia con esa hipótesis, la autopsia reveló que en la cabeza de Lanzetta quedó la marca de una aureola de pólvora, lo que ocurre en los casos en que el arma es apoyada totalmente sobre el cráneo de la víctima, asesinada el 29 de octubre pasado.

"El fin era robar, y hasta cargaron una valija y un bolso con ropa de Lanzetta, pero cuando se produjo el disparo se asustaron y salieron corriendo. Por eso, en el apuro, uno de los ladrones olvidó su celular y su campera", relató la fuente.

Esas pruebas y los números de teléfono de dos de los imputados escritos en un papel del departamento del relacionista público fueron el puntapié inicial para la investigación.

Tareas de inteligencia y el entrecruzamiento de llamados permitieron la detención -días después- de Marcos Araujo, Matías Elorza (ex arquero de un club de fútbol), Gastón Rojas y Esteban Suárez, sorprendidos cuando se disponían a abordar un ómnibus en el partido de Tigre para viajar a Villa Gesell.

Si bien no trascendió aún cuál de ellos sería el autor material del crimen de Lanzetta, los imputados podrían ser condenados a penas de entre 10 y 25 años de prisión como coautores del robo con armas seguido de muerte. (Télam).