Opinión: OPIN-03

Las difíciles relaciones entre ética y economía


Entre el 5 y el 9 de noviembre, tuve la oportunidad de participar del VI Seminario Latinoamericano sobre la Reforma del Estado y la Administración Pública que, inaugurado por el presidente Fernando de la Rúa y organizado por el CLAD de Venezuela (Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo), se llevó a cabo en el Centro Cultural San Martín de la ciudad de Buenos Aires.

La actividad académica propiamente dicha fue cubierta por la realización de actos, entre conferencias de distinguidas personalidades y/o paneles integrados por un número de especialistas que abordaron distintos aspectos de la variada temática estatal.

Personalmente, una de las conferencias que más me ha impactado (y ella es la razón de este escrito), tanto por la forma como concretó su exposición el autor (a veces con vehemencia, pero en todo momento nacida desde lo más profundo de su alma) como por el contenido de la misma, fue la presentada por el Dr. Bernardo Kliksberg y que significativamente tituló: "Ética y Economía: La relación marginada".

Comienza interrogándose acerca de si es importante hablar de ética en estos momentos y, además, si no se trata de un tema no urgente, más bien postergable. A ambas interrogaciones se responde con un rotundo no, y abona su respuesta con tres instantes que desarrolla a continuación, a saber: a) Desafíos de la ética. b) Las falsas coartadas, y c) Es necesario recuperar la ética. Veamos.

Desafíos de la ética


"La civilización occidental tiene firmes convicciones en materia de valores que permean la cultura, y que la población espera dirijan la vida pública y el comportamiento individual. Ciertos desarrollos en la región las violan a diario. (Identifica varios ejemplos, pero en mérito al tiempo y a su expresividad sólo se expondrán dos de ellos):

  • Nuestra civilización tiene como fundamento básico la institución familiar. Es la unidad pilar del tejido social. Deberían estar abiertas de par en par las posibilidades para formar familias y para que ellas puedan desarrollarse. En los hechos, se está produciendo una seria erosión de la unidad familiar, ante las tensiones fenomenales que genera en ella la pobreza que afecta a amplios sectores de la población. El problema no sólo se da en los estratos populares sino que afecta también fuertemente a los "nuevos pobres", la clase media en descenso. Las cifras dicen que aumenta el número de madres pobres que han quedado solas al frente del hogar, que se ha incrementado el indicador de renuencia a formar familias de los jóvenes ante las incertidumbres que implica poder sostenerlas, que aumentan los hijos extramatrimoniales, que está subiendo un índice alarmante: la violencia doméstica.
  • La civilización judeo-cristiana considera que todos los seres humanos son iguales, criaturas de la divinidad, que merecen el pleno acceso a oportunidades de desarrollarse. Las desigualdades agudas vulneran ese credo igualitario, y han sido condenadas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. América latina presenta agudas polarizaciones sociales. Constituyen, según han demostrado numerosas investigaciones, una traba fundamental para el desarrollo, pero al mismo tiempo contradicen el credo de la igualdad de oportunidades. Entre ellas: el 10% más rico de la población tiene un ingreso que es 84 veces el del 10 % más pobre (es la mayor brecha social del planeta). Hay desigualdad en el acceso al crédito. Las pequeñas y medianas empresas sólo tienen el 5 % del crédito del sistema financiero. Hay desigualdad en el acceso a factores básicos en materia de salud, como agua potable (los pobres carecen de ella y la pagan mucho más caro), sistemas de alcantarillado, electricidad y protección médica básica. A pesar de los avances, las brechas de esperanza de vida, mortalidad infantil y mortalidad materna, entre estratos sociales, son muy fuertes. Hay fuertes inequidades en cuanto a la posibilidad de completar educación primaria y secundaria, y en cuanto a la calidad de la educación recibida. Hay una nueva brecha, las desigualdades pronunciadas en el acceso a la tecnología de punta, la informática. Menos del 1 % de la población tiene acceso a Internet.Existen otros desafíos, tales como la desocupación, el desenvolvimiento de los niños, etc. Pero no serán tratadas en este texto.
  • Falsas coartadas


    Frente a estos y otros problemas que son una afrenta a los valores éticos de nuestra civilización, suelen circular (y de hecho circulan) ciertos razonamientos que pueden considerarse "coartadas" destinadas a atenuar o marginar los conflictos éticos existentes. Veremos sólo algunas de las planteadas por el Dr. Kliksberg.

  • Se trata de convertir la pobreza en un problema individual. Los pobres lo serían porque no han hecho suficientes esfuerzos en su vida, o tienen tendencia hacia el alcoholismo, la indolencia, etc. Señala categóricamente un difundido informe de una comisión de personalidades presidida por Patricio Aylwin, que ello no tiene ninguna sustentación. Cuando una de cada dos personas es pobre, evidentemente hay problemas del contexto que están creando esa situación. Por otra parte, destaca que es bien claro que cuando las políticas aplicadas abren oportunidades reales a los pobres las aprovechan a fondo como cualquier otro sector de la población.
  • Se plantea que las desigualdades son inevitables. Son una especie de ley de la naturaleza. Formarían parte del proceso de modernización de una sociedad. Un prominente economista, Atkinsons, dice que claramente están influidas por factores como las políticas públicas implementadas y las actitudes culturales prevalecientes frente a la inequidad. Cuando ambas son proequidad, la situación cambia. Ello explica los buenos niveles de equidad obtenidos en países como Suecia, Noruega, Dinamarca, Japón, Canadá y Holanda, entre otros.También aquí solemos encontrarnos con otras falsas coartadas, que no por conocidas el autor omite mencionar. Tampoco las trataremos en este texto.
  • Recuperar la ética


    Coincidiendo con Charles Taylor se señala que nuestra época se caracteriza porque la discusión se ha concentrado sobre los medios (por ejemplo, la economía o la tecnología) y, siendo ellos muy relevantes, no se puede olvidar que son un medio al servicio de fines últimos; y es más, esta discusión pretende soslayar la que debería llevarse a cabo sobre los fines, o sea la ética. Entonces, dice el autor, podemos y debemos preguntarnos: ¿adónde vamos?; ¿qué tipo de sociedad queremos?; ¿qué valores son irrenunciables?; ¿qué valores deberían ser el marco de referencia obligado en el diseño de políticas públicas?, etc.

    Para posibilitar esta discusión tendiente a recuperar la ética, nuevamente se interroga el autor: ¿Será ilusorio pretender que valores como éstos puedan influir en las políticas? Y responde: En primer lugar, están en la esencia de la identidad humana. Por otra parte, parece haber un extendido clamor en las democracias para que sean tenidos en cuenta. Respondiendo a él, se ha comenzado a hacer interrogaciones éticas y buscar soluciones para ellas, en temas económicos clave. Esa conciencia en aumento está llevando a la organización de frentes éticos que han impulsado amplias movilizaciones y han conseguido resultados concretos. Veremos sólo un caso:

    Existen en el mundo 36 millones de personas con sida. El 70 % vive en África. En el año 2000 cerca de 3 millones de personas murieron a raíz del sida y más de 5 millones contrajeron el virus, el 80 % africanos. Si no se toman medidas de fondo, países como Sudáfrica, Zimbawe y Zambia verán devastada su población y sufrirán decenas de millones de muertes en los próximos años. Cinco mil africanos mueren diariamente por el mal. Existen nuevas drogas para atacarlo, pero sus precios de venta las colocan fuera de su alcance. Los africanos no pueden pagar 10.000 dólares anuales por el llamado triple compuesto antisida. Laboratorios de la India y brasileños han demostrado que se puede producir como genérico por menos de 500 dólares. Diversos laboratorios internacionales demandaron al gobierno de Sudáfrica por intentar generarlo. Un gran movimiento de opinión pública presionó en nombre del principio ético básico: el derecho a la vida. Los laboratorios se vieron obligados a retirar sus demandas.

    Se plantean otros casos emblemáticos tales como las muertes por enfermedades prevenibles o curables como la tuberculosis y la malaria, el crecimiento del movimiento ético por reglas de juego económicas diferentes, el surgimiento de protestas éticas, en diversos países desarrollados, frente a la aplicación de ciertas ortodoxias económicas, crece el frente mundial ético de protesta por las extremas desigualdades de nuestro tiempo, etc. Evidentemente son inicios, pero no por ello dejan de ser estimulantes.

    Finaliza el trabajo con una referencia exclusiva para América latina (téngase presente que el seminario tenía el carácter de Latinoamericano), en el sentido de que el tiempo es corto. "Aquí debería sumarse a los otros valores la noción de que debe haber una `ética de la prisa'. Cada día que transcurre sin respuestas adecuadas a los sufrimientos de la población significa daños en muchos casos irreversibles. Niños que por la desnutrición experimentan perjuicios para toda la vida, familias que serán destruidas sin que después ello sea enmendable, jóvenes que la desocupación permanente incentivará a la delincuencia, vidas perdidas y mutiladas. Como lo resaltara Juan Pablo II la pobreza es algo urgente que no puede esperar".

    Dr. Rubén N.F. Ingaramo