Pantallas y Escenarios: PAN-01

La fuerza de un grito que debe ser escuchado

DESAMPARADOS. Freddy Flores y Rosa Sánchez comparten la comida, quizás su única recompensa.. 


Con un sentido del espacio cinematográfico que aprovecha todas las posibilidades expresivas, Adrián Caetano maneja la casi única locación de ``Bolivia'': un restaurante de mala muerte regenteado por un mercenario de poca monta, capaz de entregar a los indocumentados que emplea. Allí llega Freddy, boliviano, para cubrir el cargo de parrillero que se solicitaba con un letrero manuscrito pegado en una de las vidrieras. Ya está trabajando Rosa, una paraguaya que será el único puente afectivo que tendrá nuestro protagonista, extraviado entre su soledad, su pobreza y sus ganas de vivir.

Pero en ese bar también conviven sus clientes fijos, que son un muestrario de cierto estrato social malviviente, que tiene sus propias reglas y prejuicios, siendo el de la discriminación uno de los más graves, pues es a partir de ahí que generan toda una moral que tiene que ver con la identidad. Ese punto flaco de los argentinos, aquí cobra una dimensión terminal y preanuncia tiempos bravos. ``Bolivia'' fue filmada hace dos años y esos tiempos han llegado.

Así, vemos a taxistas truchos que en plena curda pueden liberar esa violencia contenida que está latente desde el primer plano del filme, un vendedor de sexualidad dudosa y ocasionales perdidos que deambulan sin destino. El lugar es el contenedor de todas estas frustraciones, equilibradas para provecho propio por el dueño, el único que puede manejar las cosas. Es un hombre del que desconocemos todo, quizás porque su mundo sea únicamente el del interés.

En realidad, salvo una llamada telefónica que hace Freddy a su querida Bolivia, no sabemos nada de nadie, todos son en realidad unos indocumentados de la vida. Desarraigados en su propio suelo, contrastan con los empleados extranjeros que vinieron a trabajar. El filme es cáustico, severo y conmovedoramente comprometido con esos seres, a los que muestra en ese abanico que va de lo despreciable a una calidez que excede a sus actos. Es una manera de comprenderlos, aun en sus bajezas.

Quizás esto sea lo más difícil de digerir, porque es ``nuestro'' problema. Ver ``Bolivia'' es apostar a enfrentar ese problema. Nuestro cine, que cosecha premios en todo el mundo, está mostrándonos tal como somos. Esos filmes que funcionan mejor en otros lados que aquí, son un síntoma claro de que este espejo no funciona, y que le seguimos dando la espalda a esa identidad tan mentada. Caetano filmó esta película en blanco y negro y en 16 milímetros. Su ampliación trajo consigo una fotografía en donde el grano se transforma en parte constitutiva de tanta miseria.

Es más, los tonos denuncian hasta desniveles serios en la continuidad fotográfica. Pero nada de eso importa ante la fuerza de este filme que se apoya únicamente en sus seres desamparados. Caetano declaró que no se siente un director de cine y que no sabe si seguirá filmando. Viendo ``Bolivia'' se entienden mejor estas palabras. Sus imágenes son sentidas, sus climas opresivos nacen de muy adentro y naturalmente. Por eso no importa que se vean los cables de los reflectores de rodaje por el piso. Antes se ve el desarraigo, la intolerancia y esa angustia que nos corroe el alma.

``BOLIVIA''


(Ideam, Argentina, 2001); Dirección: Adrián Caetano; guión: A. Caetano, basado en un cuento de Romina Lafranchini; fotografía: Julián Apezteguía; música: Los Kjarkas; montaje: Lucas Scavino y Santiago Ricci; dirección de arte y vestuario: María Eva Duarte; Intérpretes: Freddy Flores, Rosa Sánchez, Oscar Bertea, Enrique Liporace, Marcelo Videla, Héctor Anglada y Alberto Mercado; duración: 75m. Presentada por Distribution Company en Cinemark 5.

Juan Carlos Arch