Héroes del barro
Invitado por Toyota Argentina, El Litoral participó del 2° desafío Toyota Experiencia 4x4. Fue una aventura única para los amantes del todo terreno, que unió la selva misionera con el desierto de Atacama.
A fines de 2001, los organizadores de este evento pusieron en las concesionarias oficiales las fichas de inscripción para realizar, en marzo de este año, la preselección de participantes, a quienes se los evaluó por sus conocimientos de conducción, navegación terrestre con mapa, brújula y GPS, mecánica ligera y trabajo en equipo. Se los instruyó en Campo de Mayo para terminar seleccionando 12 equipos (un representante de cada provincia y uno de Capital Federal), incorporando también un equipo chileno.
Participaron de la travesía trece pick ups Toyota Hilux 4x4 doble cabina blancas, con motor gasolero 3.0 c.c. aspirado, equipadas con aire acondicionado, dirección hidráulica, defensa, una estructura tipo parrilla en el techo de la cabina, dos cubiertas auxiliares, cajas porta-elementos y una cúpula de lona en la caja de carga. Todo esto con una rotulación con las firmas auspiciantes y señas particulares de este tipo de vehículos que hacían un producto atractivo.
Además, se sumaron los organizadores, a bordo de Hilux grises con el mismo equipamiento pero turbocomprimidas y los siguientes adicionales: levantavidrios eléctricos, malacates, cubiertas y llantas un poco más anchas, consola central y una serie de adicionales que hacen al confort, pero algunos prescindibles a la hora del off road.
Finalmente se agregaron otros vehículos pertenecientes a organizadores, amigos y repuestos, todos Toyota -dos Land Cruiser, dos SW4 y otras.
La gran caravana se dividió en tres grupos de participantes, que se formaban a diario, y con uno de ellos que hacía de guía, custodiado siempre por un líder, más la colaboración de invitados.
La competencia se inició el 5 de abril. Partió desde el Hotel Internacional en las Cataratas del Iguazú (Misiones) para cruzar la triple frontera, volver por Posadas a nuestras tierras y pasar la primera noche en esta ciudad.
Domingo 1°: día después de recogernos en el aeropuerto de Formosa nos asignaron la Hilux N° 13 comandada por dos chilenos: antes de comenzar el trayecto nos abastecimos de gasoil, alimentos y bebida.
El camino a seguir estaba previamente demarcado por la organización, y el primer tramo resultó tranquilo, lo que sirvió para explayarse (vía handies) en GPS, zoología y elementos culturales típicos de la zona. A medianoche, llegamos a orillas del río Bermejo por un camino cerrado que serviría de lugar para acampar. Allí pudimos degustar unos bifecitos a la criolla con fideos y arroz; descansamos en bolsas de dormir, algo incómodos por el terreno picado por el ganado y los mosquitos.
Lunes: se asignaron los grupos que trabajarían del lado norte (Formosa) del caudaloso río, preparando el terreno para subir los vehículos; y los de la vera sur (Presidencia Roca -Chaco-) construyendo el pontón que permitiría el cruce de este límite entre ambas provincias. De pronto una torrencial lluvia tropical nos sorprendió. En la orilla, el agua se filtraba entre las capas de tierra. Era impresionante saltar sobre este manto y visualizar un flameo de la tierra, producto del líquido depositado entre sus distintas capas. Cortar eso era el suicidio para las Hilux.
Los líderes reorganizaron el trabajo y distribuyeron tareas: corte de árboles y ramas, abrir un camino alternativo a machetazos y preparar la costa para recibir al pontón. Entre eslingas, grilletes, malacates y esfuerzo humano, otros sacaban las sumergidas camionetas estancadas en los primeros intentos. Después de cuatro horas de intenso trabajo y calor, la primera chata se zambulló a alta velocidad (3° en baja "alegre") en el sendero "paleado" que la llevaría a puerto de amarre. De allí mediante chapones subiría a una balsa realizada con dos tubos tipo gomones de gran volumen de aire, unidos por una estructura de hierro que serviría de cuna a estos vehículos que pesan 1.720 kilos (más combustible, agua, provisiones).
Tirados por un semirrígido y una lancha, se dio movimiento al primer intento ante la expectativa de cualquier falla. Si bien todos los cálculos habían sido previamente estudiados, el agua que bajaba de río arriba, sumada a las intensas lluvias de los últimos días, imponía cierto temor. La orden dada por los organizadores a los participantes fue: "Ante cualquier inconveniente la camioneta se tira, ustedes son rescatados por la seguridad dispuesta y...".
La distintas corrientes (cambiaban de acuerdo con la variación de los vientos) hacían que las tácticas utilizadas para el cruce no pudieran ser prefijadas, y los motores fuera de borda de las embarcaciones náuticas trabajen a full.
Desde el Chaco, otro grupo esperaba ansioso el atraque de este primer cargamento. Coordinación, riesgo y adrenalina fueron componentes presentes en este primer cruce de una travesía a esta traza natural. Sólo se escuchaban los gritos de los participantes y organizadores cuando una explosión de algarabía confirmaba el amarre exitoso (desensillar los metales, malacate, cuesta a 45° ascendente). Con baño, ducha y asado, Presidencia Roca aguardaba a estos "héroes del barro", que se mimetizaban con los residentes del área. De allí en más 7 camionetas lograron cruzar el charco.
Ante dos vados realmente difíciles -uno de 50 metros y otro de 200 aprox.-, la caravana se detuvo. Se podía visualizar la LandCruiser de la organización "encajada" en el costado del trazado. Si una camioneta como ésta -de 170 HP, con bloqueo de diferenciales- estaba varada, ¿qué depararía a las Hilux? A todo esto los tobas (que residen en la zona) llegaban como hormigas a vender sus productos autóctonos y pedir alimentos.
Los líderes impartían instrucciones a algunos grupos, mientras otros visualizaban la amenazante tormenta que nos podía acorralar. Después de 2 horas de trabajo, los organizadores pudieron sacar sus naves. El resto de la caravana pasó el primero traccionando en media velocidad, luego frenando ante el segundo y bajando a primera en baja, sacando los pies de los pedales y con baranda de humanos para evitar la caída a las piletas verdes de las zanjas laterales. Las Hilux lo hicieron fácil. Aunque la orden era seguir pala a pala toda la noche, el camino seguiría sin mayores dificultades hasta llegar a medianoche a un pequeño poblado llamado Las Hacheras, compuesto por 8 casas, una capilla y un dispensario careciente de medicamentos.
José Caputto