Opinión: OPIN-01

Monseñor Storni: renuncia, justicia y sucesión


La renuncia de monseñor Edgardo Gabriel Storni al sillón arzobispal de Santa Fe era previsible. Pero cuando se conoció, muchos manifestaron sorpresa, ya que no es habitual que un alto dignatario eclesiástico tome una decisión de este tipo. Como es de público conocimiento, la última palabra en el tema la tendrá el Papa Juan Pablo II, aunque quienes conocen los vericuetos del Vaticano descuentan que será aceptada. A partir de ese momento, la discusión girará en torno al nombre y los antecedentes del arzobispo que se designe para tan delicada función en una arquidiócesis desgarrada y confrontada.

En adelante se abren dos caminos: uno tendrá que ver con la recomposición interna de la arquidiócesis santafesina, en tanto que el otro se relaciona con las causas judiciales que se tramitan ante los tribunales de esta ciudad. Ambos caminos se conectan, aunque tienen entidad propia y transitan sendas diferentes.

El reordenamiento de la cúpula arquidiocesana es competencia de las autoridades eclesiales, por lo que no es mucho lo que se puede opinar al respecto, más allá del deseo de que se produzca un desenlace justo y responsable que comience a reconstituir el tejido de la grey católica y supere las amargas diferencias que se han conocido en los últimos tiempos.

Atendiendo al carácter mayoritario de la Iglesia Católica en la Argentina y en nuestra provincia, a pocos escapa que sus problemas internos repercuten en el cuerpo social, del mismo modo que está fuera de discusión su incidencia moral e ideológica sobre las clases dirigentes.

Por otro lado, debe prestarse atención al trámite judicial en el que se ventilarán las denuncias conocidas. Las declaraciones de ex seminaristas involucrados, la denuncia presentada por el padre José Guntern y la sospecha de presuntas irregularidades en el manejo de lo recaudado a través de las colectas "Más por Menos", serán investigadas por los jueces.

En ese sentido es importante destacar que son los magistrados quienes habrán de determinar la culpabilidad o la inocencia de los imputados. La observación es oportuna porque en las últimas semanas, al calor de las discusiones y los apasionamientos, abundaron los insultos y las acusaciones, reacciones comprensibles en el actual contexto, aunque irrelevantes a la hora de dictar sentencia.

Una vez más es necesario reivindicar las virtudes de la mesura y la prudencia. Monseñor Storni ha presentado su renuncia ante el Papa y se prepara para testimoniar ante los jueces santafesinos. Ahora lo que importa es respetar el derecho y las garantías de los ciudadanos. Más allá de los juicios rápidos, de los prejuicios y desafectos que pudieran existir en feligreses y ciudadanos, importa sobremanera que se privilegie la búsqueda de la verdad.

Se podrá decir que la verdad no siempre se encuentra en los tribunales. Y es cierto. Pero no se puede desconocer que, en las sociedades civilizadas, el peso y la gravitación de los fallos judiciales resulta irremplazable. Más allá de las falencias y las limitaciones que los jueces puedan tener, no cabe duda que la trabajosa conquista de la verdad tiene en los tribunales un espacio privilegiado.

Monseñor Storni tiene derecho a reivindicar su inocencia como persona, del mismo modo que, como religioso, puede afirmar que Dios es su único juez. Sin embargo, lo que es válido en ese plano no inhibe la acción de la Justicia de los hombres, que se dicta en el pertinente ámbito institucional mediante los procedimientos y con las garantías que establecen las leyes.