Opinión: OPIN-07 Los otros


La corriente religiosa de la que muchos formaban parte venía desde antes. El 1° de mayo de 1968 algunos sacerdotes que optaban por "los pobres", habían formado el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Carlos Mujica, uno de sus miembros más famosos, fue asesinado el 11 de mayo de 1974.

Un referente habría sido Camilo Torres, el cura colombiano que murió combatiendo en las filas del guevarista Ejército de Liberación Nacional.

En 1973 Pablo VI envió a Zazpe a investigar la línea pastoral de monseñor Angelelli, calificado de "comunista", "guerrillero" y "tercermundista", entre otras herejías. Zazpe confirma que no hay mejor manera de practicar el cristianismo que la concretada por Angelelli, hecho que determina una profunda amistad entre ambos.

El 26 de abril de 1976, los sacerdotes de La Rioja escribieron a Zazpe diciéndole que "nuestra situación se torna cada vez más asfixiante y difícil; nuestro ministerio es vigilado y tergiversado; nuestra actividad pastoral es tildada de marxista y subversiva...".

En julio de 1976, el "Pelado" le escribe a Zazpe: "Estoy solo entre mis hermanos obispos de la Argentina".

El 4 de dicho mes, en el barrio de Belgrano de Buenos Aires, cinco religiosos palotinos de la parroquia de San Patricio fueron asesinados; el 18 de julio de ese mismo año, dos sacerdotes corrieron la misma suerte, esta vez en El Chamical, provincia de la Rioja. La lista es larga: las dos monjas francesas y muchísimos otros religiosos opositores a la dictadura terminaron secuestrados y asesinados.

El obispo riojano decidió ir al lugar, iniciar por su cuenta las investigaciones y denunciar los motivos de los asesinatos. El propio Angelelli había reunido pruebas que daban cuenta de que los curas de El Chamical habían sido sacados de la casa, la misma noche de sus muertes, por varios hombres armados que vestían de civil.

Siete días después, el 25/7/76, ametrallaron a la vista de su familia a Wenceslao Pedernera, militante cristiano, laico y perteneciente al movimiento rural.

El asesinato de Angelelli, ocurrido el 4 de agosto de ese mismo año, y que durante mucho tiempo la historia oficial llamó "accidente", no puede ser visto entonces, de manera aislada, sino como parte de la persecución que instaló la dictadura militar contra los luchadores populares. Otro "accidente" también le tocó sufrir a Carlos Ponce de León, obispo de San Nicolás de los Arroyos.

Este año se cumplió el vigésimo sexto aniversario de la muerte de Angelelli y cabe recordar que el pueblo cristiano de La Rioja transformó al "Pelado" en obispo mártir desde el mismo momento de su asesinato, más allá de formalismos eclesiásticos o procesos judiciales falseados o truncos. Muchos no católicos lo incorporaron también a sus propias banderas, todos aquellos que uniendo fe y liberación, compromiso y conciencia, creencias y testimonios, se detienen en las raíces del pueblo, los que ven y experimentan el dolor de la gente en su propia piel, y sienten la amargura de los días sin pan y se duelen con las llagas de las esperanzas traicionadas y miran los sueños que renacen de las resistencias y guardan y comparten los secretos que les confiesan quienes custodian la memoria.

"Sataneli", le llamaban aquellos a quienes su compromiso con los oprimidos les quitaba el sueño. "Pelado", lo llama su pueblo que lo lleva muy adentro de sus ansias libertarias.

Decía el "Pelado": "No alcanza con ser pobre, con ser oprimido ni con ser explotado. Esa situación no nos garantiza pertenencia al pueblo. Pueblo es aquel que no oprime pero es el que lucha contra la opresión. Sólo la lucha contra la opresión, hecha desde el lugar del pobre y en pos de liberación del pobre, es lo que nos constituye pueblo...".

Y decía el obispo en sus homilías: "Necesitamos, hermanos, más que componendas entre grandes, que nuestro pueblo sea más protagonista de su propio destino...".

"En la Argentina de los últimos años hay ciudadanos de primera, segunda y tercera clase, y existen privilegios irritantes que no condicen con una sociedad llamada cristiana y democrática. En la Argentina se han ocultado realidades...", dijo Zazpe un 20 de noviembre de 1983. Y antes, un 8 de noviembre de 1981: "El silencio y el olvido no traerán la paz anunciada".

Zazpe no convenía para la estructura de impunidad que iba a encorsetar el origen de la democracia y cubrir la concentración económica que comenzaba a dibujarse como consecuencia directa de la dictadura. Fue traicionado y su pastoral destruida. También debió sufrir un "accidente", sostienen algunas investigaciones.

Y... se pasó de un pastor a un príncipe, coinciden otros.

La elección entre Jesús y Barrabás no fue hecha por el pueblo de Jerusalén, sino que fue inducida por los sacerdotes, si se lee bien el Evangelio. Para el padre Trucco, el poder religioso no repara en medios para lograr sus objetivos. "Hay que abrir bien los ojos cuando uno lee la Biblia, por ejemplo, si la gente quiere corroborarlo, que tome los capítulos 18 y 19 de San Juan y lea lentamente la pasión y se va a dar cuenta cómo el poder religioso tiene más fuerza que el poder político. Entonces van a ir viendo cómo los sumos sacerdotes Anás y Caifás, los fariseos, los escribas, son los que le hacen gritar al pueblo `queremos a Barrabás y no a Jesús', cómo le dan letra a Pilatos y lo amenazan. `Si no condenás a éste no sos amigo del César y te vamos a denunciar' y, en definitiva, lo obligan a Pilatos a que condene a Jesús a muerte".

También podríamos colegir que el primer desaparecido que reconoce el cristianismo fue Jesús. Se recurrió al olvido de su obra, de sus rebeliones, de su lucha, de sus enemigos declarados. Montaron una religión a partir del hombre espiritual y olvidaron al hombre de carne y hueso escondiendo el sentido de la revolución en ciernes.

íQué repetida y aburrida se torna la historia cuando siempre ganan los mismos!

Mientras unos se preocupan entonces sólo por el divorcio, el aborto, la tradición (jerárquica), la familia (patriarcal) y la propiedad (privada); otros, en cambio, se entregan sin reservas a cambiar la sociedad.

¿Siempre perderán los mismos?... Sólo Dios tiene la respuesta.

Luis Juan Fabrizi