Opinión: OPIN-04 Reestructuración del sistema internacional


En 1945 se aprobó la Carta de las Naciones Unidas, constituyendo el intento más serio de organizar jurídicamente la convivencia entre las naciones. De hecho, su arduo trabajo en el mantenimiento de la paz, la seguridad y el fortalecimiento de la cooperación internacional ha contribuido enormemente al desarrollo del derecho internacional, diríamos que ha sido determinante para el ordenamiento de la convivencia de los estados.

La historia de la sociedad internacional está marcada por su creciente institucionalización, pues vemos que hasta 1945 en el derecho internacional clásico la guerra estaba autorizada, la descentralización era extrema, no existía la protección de los derechos humanos y la preocupación por los pueblos no existía, ya que la dominación colonial era moneda corriente; en sí era un derecho oligárquico que permitía a las grandes potencias hacer y deshacer sin mayores complicaciones. Después de 1945, la tendencia se revirtió y la independencia de las naciones, la reglamentación del uso de la fuerza por parte de los estados, el respeto por los derechos humanos, la participación de todos los estados en la formación y la aplicación de normas han democratizado a la sociedad internacional. La evolución fue evidente, el nuevo orden internacional comenzaba a gestarse.

La Guerra Fría, entre 1947 y 1989, dividió al mundo en dos bandos hegemónicos política e ideológicamente enfrentados y al límite de una guerra total. Aun así, el derecho internacional, promovido desde Naciones Unidas, logró que los adversarios llegaran a importantes entendimientos y evitó un conflicto de proporciones inimaginables.

La fabulosa tarea de codificación y desarrollo de normas ha generado legalidad y legitimidad, que, brindada por los tratados y desde el seno del sistema de Naciones Unidas, precisamente mediante la labor del Consejo de Seguridad y la Asamblea, es lo que garantiza que toda operación de mantenimiento de la paz e intervención en pos del cumplimiento de las normas internacionales sea justa y legítima.

En este sistema internacional, Estados Unidos resultó la potencia hegemónica triunfante de la Guerra Fría, con un poder abrumador y con responsabilidades y compromisos por los principios y los valores de la sociedad democrática y el respeto por la ley internacional y la vigencia de las alianzas forjadas a lo largo del siglo XX. Pero en la actualidad, y desde que está George Bush en el poder, tiene objeciones que el ex presidente norteamericano, James Carter, las resumió de esta manera: "Profundos cambios han tenido lugar en la política exterior estadounidense, revirtiendo consistentes compromisos bipartidarios que por más de dos siglos han hecho la grandeza de nuestro país".

Arrogancia política


La pregunta es qué fue lo que hizo para que se llegara a esta situación. La respuesta es sencilla. Estados Unidos se consideró exento de las obligaciones internacionales asumidas y comenzó una práctica de arrogancia política que lo llevó directamente a la doctrina de la guerra preventiva. Ya que las normas internacionales a las que está sujeto coartan su libertad de acción y también la extensa red de instituciones multilaterales de las que forma parte, desde Naciones Unidas hasta la OTAN, le restan autonomía para enfrentar al nuevo enemigo: el terrorismo.

Cabe aclarar que esa pertenencia a las instituciones multilaterales es lo que ha asegurado su posicionamiento y evitado que se conforme una alianza en su contra, aunque hay analistas americanos que sugieren que la unilateralidad en algunos casos es necesaria, siempre y cuando se persiga un bien colectivo, por ejemplo, el ataque a Afganistán. En ese caso, el apoyo internacional fue abrumador, pues obtuvo el consenso de la ONU y de la OTAN. Por el contrario, la actual situación en contra de Irak no cuenta con el total apoyo internacional, por lo que la acción unilateral le significa un fracaso rotundo, no en el teatro de guerra, porque el éxito está asegurado, pero sí en el plano político, por los daños al poderío americano y a las alianzas en las que predomina.

La dilación de la cuestión Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue lo que esmeriló su poder e influencia; e incluso ha creado también delicadas situaciones de política interna en sus aliados más importantes, España e Inglaterra, que los obligó a suavizar el discurso de su posición y llegó a poner en riesgo el liderazgo de sus dirigentes.

Posiciones encontradas


En este juego de ajedrez, de alianzas y contraalianzas, de presiones y ofrecimientos económicos para contar con votos favorables, han surgido posiciones de poder frente a las pretensiones imperiales de Bush, específicamente Francia, Alemania, Rusia y China. Es evidente que los intereses económicos de estas potencias se encontraron con los intereses de la gran potencia militar; el desarme de Irak es una cuestión de suma importancia, por el peligro que representa, pero lo es en la misma medida el abastecimiento de petróleo, y acá es en donde está el trasfondo de la cuestión.

En la Unión Europea avista el reparto de áreas que tras esta crisis tendrá lugar. Los intereses están divididos y son tan grandes que las posiciones encontradas afloraron en el seno mismo de la OTAN.

Con seguridad, los que apoyan a Estados Unidos deben estar analizando seriamente la posibilidad del quiebre de esta organización, como también de la ONU y el nacimiento de un nuevo orden.

Estados Unidos renegó de la legitimidad de una nueva resolución del Consejo de Seguridad, pero sin esa legitimación los efectos ahora serán perjudiciales para este sistema que con racionalidad fue construido desde la segunda mitad del siglo XX.

Esta es la cuestión: con esta acción de guerra sin respaldo, la irrelevancia de Naciones Unidas quedó de manifiesto, y creo que éste ha sido un perverso juego de Estados Unidos para con el organismo, es decir, mostrarlo como irrelevante cuando no favorece a sus intereses.

Este desafío a Naciones Unidas es lo que provoca el desorden internacional, en donde la legitimidad y la legalidad aparecen como cuestiones efímeras; los intereses mezquinos amenazan con una vuelta al sistema internacional del siglo XIX; se percibe una reestructuración del sistema a la vez que un cambio de régimen internacional en donde una doctrina de guerra preventiva se contradice con todo el esfuerzo codificador en pos de la convivencia racional y autoriza a realizar la guerra sin consenso, a reclamar el derecho a intervenir en otros estados sin responder a límite alguno y a no reconocer la legítima defensa. En este marco, el reacomodamiento de actores es inminente, el juego de alianzas marcará la tendencia de los bandos.

Para concluir, Naciones Unidas respeta la soberanía de los estados que la integran, precisamente de ella se nutre para constituirse como agente de este sistema con el fin de ejercer autoridad internacional, y es un foro de discusión en el cual todas las naciones emiten juicios colectivos referentes a cuestiones internacionales. Considero que este sistema racional y jurídico que da forma a un orden internacional en pos de soluciones colectivas, pacíficas, dentro de la legalidad y por ende, legítimas, es lo que debe prevalecer por encima del menosprecio hacia los organismos internacionales, los principios jurídicos y la soberanía de los pueblos.

Magín FerrerLic. en Relaciones Internacionales