Opinión: OPIN-02 España: un resultado equilibrado

Por Rogelio Alaniz


Raras veces en una elección los partícipes coinciden en manifestar su satisfacción por el resultado. Esta curiosidad se produjo en España en los comicios celebrados el pasado 25 de mayo para elegir alcaldes y autoridades en trece de las diecisiete entidades autónomas.

Los socialistas ganaron en el orden nacional e hicieron la mejor elección desde 1993. Los conservadores del Partido Popular (PP) perdieron, pero lo hicieron por una diferencia tan mínima que al enterarse del resultado festejaron como si hubieran ganado.

El proceso electoral, como todo proceso social, deja sus lecciones. Si los socialistas y la izquierda en general suponían que después de las movilizaciones masivas contra la política pronorteamericana de José María Aznar, el pueblo español iba a proyectar ese comportamiento en las urnas, los hechos demostraron que estaban muy equivocados, ya que una cosa es salir a la calle a protestar por una decisión de política exterior y, otra muy distinta, es castigar a un partido que expresa el pensamiento conservador de un sector importante de la sociedad española.

Además, no es lo mismo criticar a José María Aznar, que oponerse a los alcaldes, legisladores y caudillos del Partido Popular que, en sus ciudades y regiones, suelen disponer de un discreto pero sólido prestigio. En Madrid, por ejemplo, la socialista Trinidad Giménez ya estaba gastando a cuenta de la alcaidía que iba a ganar, pero el pueblo decidió apoyar al conservador Alberto Ruiz Gallardón.

Por su parte, los socialistas obtuvieron un resonado triunfo en Zaragoza, y si bien en el orden nacional no ganaron con la diferencia que esperaban, lo mismo estaban satisfechos porque, a pesar de todo, los ganadores fueron ellos y este precedente crea mejores condiciones para ganar en los comicios nacionales previstos para octubre del año que viene.

Digamos que a pesar de las exageradas expectativas, las urnas produjeron un resultado razonable y conformaron un equilibrio de fuerzas que expresa de manera realista lo que está ocurriendo en España. Un ejemplo de ello, son los resultados electorales en el conflictivo país vasco. Allí, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) ganó en Bilbao; en Vitoria el Partido Popular comparte el poder con el PNV, mientras que San Sebastián es socialista.

La ilusión de la izquierda de que los conservadores iban a ser barridos en estas elecciones no era descabellada. Aznar no sólo había sido golpeado hasta dejarlo casi al borde del ridículo por su decisión de alinearse con Estados Unidos en la guerra con Irak, sino que también durante el año 2002 había soportado conflictos con un alto nivel de masividad.

Primero fue la huelga de los maestros que se extendió a las universidades e incluyó a profesores y estudiantes que, para estos menesteres, siempre están dispuestos a salir a la calle; luego, una huelga general promovida por la dirección del movimiento obrero rechazando las reformas a la ley de empleos y retiros y, por último, el escándalo del tanque petrolero Prestige, que se hundió frente a la costa gallega. Como suele pasar en estos casos, ecologistas, pacifistas, izquierdistas y nacionalistas de todo pelaje salieron a la calle a criticar a un Aznar que no sólo demostró ineptitud para organizar las tareas de asistencia y reparación, sino que metió la pata cada vez que salió a hablar por los medios de comunicación.

Sin embargo, a pesar de todo esto, a pesar de las multitudinarias movilizaciones que se realizaron a lo largo y lo ancho de España en contra de Aznar y Estados Unidos, a la hora de ir a votar el Partido Popular recibió el apoyo de 7.700.000 españoles, apenas 200.000 votos menos que los obtenidos por los socialistas.

Está claro que los españoles no tienen buena onda con Estados Unidos y ese rechazo no proviene sólo de la izquierda, sino también de los sectores católicos y nacionalistas que no olvidan que Estados Unidos los expulsó de Cuba en 1898, montándose en la sospechosa explosión del barco yanqui, El Maine, anclado en el puerto de La Habana.

El español medio tampoco olvida que después de la Segunda Guerra Mundial y hasta la muerte de Franco en 1975, Estados Unidos canjeó protección por bases militares y jamás se interesó por la democracia y los derechos humanos, hasta el día en que esos valores volvieron a ser una buena carta de presentación.

La buena elección del Partido Popular no quiere decir que un alto porcentaje de españoles estén chochos de la vida con Aznar. Es más, es probable que el actual primer ministro siga siendo el hombre más desprestigiado de España, pero los votantes conservadores han sabido distinguir muy bien la diferencia entre un dirigente más o menos desprestigiado y un partido que defiende y representa valores que ellos siguen respetando y que, como buenos conservadores, no los van a rifar así nomás.

Por su parte, y a diferencia de nuestros políticos criollos, Aznar ha anunciado que no se presenta a la reelección. Incluso, esta convicción de que a partir de octubre de 2004 se retira de la política, es lo que le ha permitido portarse como el "malo" de la película ya que no necesita halagar a sus votantes. Digamos que Aznar se sacrifica haciendo el trabajo sucio para que en el futuro, en un mundo en el que asistimos a un acelerado proceso de realineamiento de fuerzas, España sea la principal aliada de Estados Unidos. Por lo pronto, sus probables sucesores, Jaime Mayor, Rodrigo Rato y Mariano Rajoi, ya se están afilando las uñas y probándose los trajes para bajar al ruedo.