Opinión: OPIN-02 De la Medicina como plétora
Por Félix Jiménez (*)


"Plétora (del griego pléethos). Exceso de sangre o de otros humores en el cuerpo o en una parte de él. 2) Fig. abundancia excesiva de alguna cosa". El crecimiento numérico de los profesionales médicos (plétora), como el deterioro tanto del prestigio social, económico, y de la formación profesional en las últimas décadas, ha sido significativo. En esto no somos originales, otras profesiones -arquitectos, abogados, bioquímicos, etc.- comparten nuestro mundo.

La Argentina tiene el opinable privilegio del más alto índice de médicos per cápita del Cono Sur, que para un promedio de doce países de la región es de uno cada setecientos veintinueve habitantes; la Argentina tiene uno cada trescientos treinta y tres, seguida de Cuba que tiene una política explícita de formación, a la que dedica importantes recursos económicos, y de Estados Unidos y Canadá, que ejercen un control en la cantidad de médicos que forman, área en la que también realizan una importante inversión. El liderazgo argentino, lamentablemente no refleja ni una ni otra situación.

Otros tiempos


La seducción que el estatus, tanto social como económico, generó durante las décadas del '70 y '80 sobre los estudiantes secundarios, la pasividad de las sucesivas administraciones del Estado sobre el número de médicos disponibles y necesarios, y de sus consecuencias, tanto económicas (despilfarro de recursos en formación de pregrado como de posgrado, aumento de la demanda inducida) como profesionales (aumento del desempleo, merma de la calidad asistencial y pérdida de la consideración social), la creación de nuevas universidades con su respectiva facultad de medicina, parece generar un tríptico que intenta, al menos en parte, justificarlo. De más está mencionar, la forma anárquica en que se distribuye semejante oferta.

El presupuesto de las universidades públicas es parte del Tesoro Nacional, del mismo que se distribuyen los planes sociales aplicados a la pobreza; discusión ética fundamental, en un país que administra miseria y al que, a pesar de sus dimensiones, le sobra contenido, consecuencia de una verdadera destrucción del Estado por el mismo Estado.

Estado de situación


Esta globalización significa un nuevo mundo de pobres, constituido por trabajadores mal pagos, pequeños cuentapropistas, desocupados, marginales. El 50% de la población se encuentra por debajo del nivel mínimo de consumo.

En el sector privado se ha vivido el cierre de instituciones sanatoriales, y no significa que todas las que aún subsisten se encuentran fuera del peligro.

El sector público acusa salarios pulverizados por la inflación y la devaluación de la moneda, horizontalización de las jerarquías pero no de las responsabilidades, desprotección legal, falta de incentivo al esfuerzo, ingreso laboral por amiguismo, no por capacidad.

La Sociedad Médica representa el gremio médico del Dpto. La Capital. Receptora histórica del trabajo del médico, su natural concentradora. La primera circunscripción, que abarca desde la localidad de Arocena al sur, hasta el límite con Chaco al norte, dispone de unos 3.500 médicos para los aproximadamente un 1.200.000 habitantes, o sea 350 habitantes por médico.

Las agrupaciones profesionales de los departamentos vecinos han limitado de alguna manera el ingreso; nuestra Sociedad Médica lo mantiene irrestricto, y desde hace unos años ha perdido su natural monopolio y suma en la lucha por el mercado a un importante número de actores.

El médico, por su formación, no tiene salida laboral alternativa. Los mercados en que puede actuar son muy limitados y no aportan soluciones a la oferta de profesionales que hay actualmente.

Los entes financiadores más dinámicos en la toma de decisiones acotan, a su vez, la oferta médica sobre la base del opinable cierre del padrón de prestadores, reducción de la retribución del acto médico o su postergación indefinida. El médico comparte los dramáticos efectos de la globalización. Un pequeño porcentaje, por prestigio o al amparo de ciertas especialidades acotadas en número, entre otros factores, ha mantenido o acrecentado su nivel social, pero la mayoría comparte las `generales de la ley'. El salario médico se deprime a cifras insospechadas. La sobreoferta patentiza el dramatismo de la pérdida de empleo y la desocupación.

Movilización social descendente


En la universidad, la matrícula es un elemento crucial para determinar su presupuesto. Claro está que la producción de médicos sin control baja la calidad no sólo de la enseñanza, sino también de la asistencia sanitaria.

Desde mediados del siglo pasado, se advierte que los egresados universitarios aumentan mucho más rápido que los empleos, signo inequívoco de la debilidad de la modernidad anunciada, y con ello una progresiva pérdida del valor de los títulos. íInútil advertencia!

Subocupación. Trabajo precario. La lucha se centra, no en recuperar privilegios de la década del '60, sino en no seguir perdiendo derechos. La clase media distinguida de otrora nos despide no sin sorpresa. El estatus que nos caracterizó ha desaparecido. La movilización social es dramáticamente descendente. "Mi hijo, el doctor", sólo el título de una novela.

Sin política de país. Sin política educativa. Presupuestos acotados. Hospitales superados por la demanda y desfinanciados. Ejercicio profesional que no asegura el sustento. Apertura de universidades, con su correspondiente facultad de medicina en todo el país. Egreso que no representa ningún cálculo de demanda. Deficiente formación de pregrado. Capacidad operativa docente: instructores, camas, etc., totalmente desbordados. Insuficiente oferta de sistemas de formación de posgrado, para una elemental capacitación. Título de: Médico, que habilita a ejercer la profesión sin más trámite que la matriculación. Es un acotado y presuntuoso pero no menos real, estado de situación.

Alternativas para el cambio


Es el momento de una planificación adecuada, entendida como el conjunto de mecanismos económicos, sociales, educativos y políticos, usados racionalmente para obtener metas deseadas a fin de impulsar el desarrollo. Entender la educación como inversión y proponer un análisis de costos, bajo dos aspectos: su financiamiento y la demanda del mercado, estableciendo las necesidades educativas y las urgencias del cuadro ocupacional.

Planificar, para dejar de lado la filosofía de que el número de médicos se asocia a mejores servicios, a mayor prestigio y más calidad, cuando en realidad resulta lo contrario: desincentivación, pérdida de prestigio, pérdida de la calidad asistencial y pérdida salarial.

Reconversión a médicos generales, para una demanda más necesitada de contención que de antibióticos. Nuestra principal endemia se llama pobreza, consecuencia de la inequidad de la globalización. Habrá que comprender que la etiopatogenia de muchas de las enfermedades (cólera, leptospirosis, desnutrición, etc.) es fundamentalmente socioeconómica. Pretender enmascararla o confundirla es errar groseramente el tratamiento.

La universidad tiene, sin duda, un rol fundamental e inclaudicable. Desde la generosa discusión por los mecanismos que adecuarán su ingreso y permanencia, a la transformación de una currícula eminentemente enciclopedista -para otra Argentina-, por una que contemple al individuo concreto, su entorno y sus vivencias, orientada a la prevención más que a la reparación de la salud, y con contenidos más globales, para dar capacidad a estos profesionales en actividades paramédicas, con títulos intermedios.

Nuestras instituciones intermedias, de características decimonónicas, deben sacudir su pasividad adecuándose a la hora, antes que la realidad las supere y evapore. Postergar la toma de decisiones es condenar definitivamente con la exclusión, tanto a importantes sectores de nuestra población, como de médicos. Adecuarnos con inteligencia, es sin duda el desafío.

(*) Médico gastroenterólogo