Opinión: OPIN-02 Martin Luther King y la resistencia pacífica


"íHoy yo tengo un sueño! Sueño en que llegará el día en que en las tierras rojas de Georgia, hijos de esclavos anteriores e hijos de dueños de esclavos anteriores se podrán sentar juntos a la mesa de la hermandad. Yo tengo un sueño en que un día, aun el Estado de Mississippi, un Estado ardiente por el calor de justicia, ardiente por el calor de la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia. Yo tengo un sueño en que mis cuatro pequeños hijos algún día vivirán en una nación en donde no serán juzgados por el color de la piel, sino por el color de sus talentos.

"íHoy yo tengo un sueño! Yo sueño que un día, en Alabama, con sus racistas viciosos y su gobernador chorreando frases de odio, los pequeños negros, niñas y niños, podrán unir las manos con pequeños blancos, niños y niñas, como hermanos y hermanas.

"íHoy yo tengo un sueño! Yo sueño que cada valle será elevado y cada colina y montaña serán hechas llanas; los lugares más ásperos serán aplanados y los lugares torcidos serán hechos rectos y la gloria de Dios será revelada y todo el género humano estará unido...".

Disculpen la extensión de la cita, pero el texto es tan hermoso, las frases son tan conmovedoras, está tan bien escrito, que uno no puede menos que desear compartir las palabras pronunciadas por Martin Luther King en las escalinatas del Lincoln Memorial, en Washington, el 28 de agosto de 1963.

"Yo tengo un sueño" (Y have a dream) se transformó en el texto sagrado de los pacifistas de todo el mundo. En Asia, en Europa, en Africa, en América latina, cada vez que se produce una movilización en defensa de los derechos de los oprimidos o segregados siempre hay alguien que recuerda las frases dichas por Martin Luther King esa tarde de agosto de hace cuarenta años.

Dicen que la movilización convocó a más de 250.000 personas que llegaron en colectivos, autos, trenes y caminando para expresarse en contra de la segregación racial en la primera democracia del mundo. Los manifestantes en su inmensa mayoría eran negros, pero también miles y miles de blancos se sumaron a la convocatoria haciendo realidad el sueño de juntar las manos blancas y las manos negras en un solo acto de amor.

"Continúen trabajando con la fe de que el sufrimiento no merecido es redentorio. Regresen a Mississippi, regresen a Alabama, regresen a Carolina, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos, a los ghettos de nuestras ciudades sabiendo que esta situación podrá y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperación".

Había nacido el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia. Era hijo y nieto de pastores bautistas y él continuó por la misma senda religiosa. Los biógrafos lo describen como un hombre inteligente, culto, simpático y dueño de un carisma notable.

En 1954, fue designado pastor en la iglesia bautista de Montgomery, Alabama. Allí, en esa localidad racista y violenta, el destino le iba a brindar la oportunidad de ser el líder de la causa que justificaría y le daría dimensión histórica a su vida.

En realidad, la heroína de esa jornada de diciembre de 1955 fue Rosa Parks, una negra que entonces tenía cuarenta y dos años y que se ganaba la vida trabajando de costurera. Rosa iba sentada en el colectivo que la trasladaba a su casa cuando de pronto el conductor paró el vehículo y le ordenó a ella y a tres negros más que se pongan de pie para darle el asiento al señor blanco que viajaba parado.

En Montgomery, estas órdenes eran pan de todos los días. Los negros no podían viajar en los mismos colectivos que los blancos, comer en los mismos restaurantes, ir a las mismas salas de cine u ocupar los mismos baños. Pero esta vez hubo una diferencia. Rosa Parks dijo "no" y se quedó sentada. Por supuesto que su desacato le significó terminar en el calabozo, pero esa desobediencia de Rosa fue la gota que rebasó el vaso.

A partir de ese momento, y durante 381 días, los negros de Montgomery boicotearon todos los servicios. Ni las amenazas, ni la policía, ni los matones de civil lograron doblegar esa voluntad de protesta. El cabecilla de la rebelión fue Martin Luther King. Rosa Parks, que aún vive y aún sigue militando a favor de la causa negra, dijo entonces: "La libertad no es gratis" (freedom is not free).

Finalmente, la Suprema Corte de Justicia declaró ilegal la segregación racial en Montgomery. Habían triunfado y esa victoria sería el punto de partida de las colosales movilizaciones que habrían de concluir en el Lincoln Memorial en 1963 y en la sanción del Acta de Derechos Civiles en 1964.

Ese mismo año, 1964, a Martin Luther King le otorgaron el Premio Nobel de la Paz. Hasta 1968, King siguió militando y defendiendo el método de la resistencia pacífica. Discípulo de Gandhi, entendía que el camino menos costoso y más justo para lograr la Justicia era el de la paz. Esto le valió ser acusado de "reaccionario" y "complaciente" por parte de líderes negros partidarios de la lucha violenta.

En 1968, el 4 de abril para ser más precisos, Martin Luther King fue asesinado por un franco tirador en la ciudad de Memphis, Tennessee. King estaba alojado en el hotel Lorraine y salió al balcón para saludar a sus seguidores. Un solo disparo terminó con su vida. A su lado estaba el pastor Jesse Jackson. Al momento de morir Martin Luther King tenía 39 años.

Oficialmente, el responsable de su muerte fue James Earl Ray, un delincuente común que unos días antes había recuperado la libertad. Ray fue detenido y condenado a 99 años de prisión, pero nadie cree que ese vulgar asesino haya actuado solo. Como en el caso de Lincoln, o de John y Robert Kennedy, el asesinato de Luther King es un misterio cuya incógnita compromete al poder real de lo que se conoce como el imperio más poderoso de la humanidad.

¿Y su causa? Jesse Jackson, Coretta, la viuda de King y los principales dirigentes negros aseguran que aún quedan muchas libertades por conquistar. Las penas de muerte existen para los negros, los índices de pobreza están encabezados por los negros, la vida de los negros es más corta, su salud es más frágil, los niveles de analfabetismo son más altos en esos barrios.

¿Fracasó Luther King? No lo creo; no se puede hablar de fracaso cuando su nombre sigue siendo bandera de lucha. El mismo decía "Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol". Ese canto de amor a la esperanza no se contradice con su llamado a la resistencia, como cuando en el Lincoln Memorial les decía a sus hermanos negros: "Nunca podremos estar satisfechos mientras que el Negro sea víctima de los horrores indescriptibles de la brutalidad policial; nunca podremos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos, cansados por la fatiga de viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras ni en los hoteles de las ciudades; nunca podremos estar satisfechos mientras nuestros hijos sigan despojados de su personalidad, robados en su dignidad por un letrero escrito "sólo para blancos".

Rogelio Alaniz [email protected]