Opinión: OPIN-03 La comunidad sefaradí y su defensa del judeoespañol


Una pequeña comunidad de descendientes de sefardíes impulsa en Argentina un gran movimiento cultural para conservar el idioma judeoespañol, hablado por sus antepasados en España antes de ser expulsados en 1492.

Argentina cuenta actualmente con unos 40.000 sefardíes, la mayor comunidad de América latina, según datos oficiales.

"Poco hablar, salú para el puerpo" ("en boca cerrada no entran moscas"), "Quen mucho se aboca, el culo se le ve" ("a quien mucho se inclina, el culo se le ve"), "Nuera fuites, suegra serás, lo que hizites te harán" ("nuera fuiste, suegra serás, lo que hiciste te harán") son algunos refranes de los miles que buscan preservar.

A pesar de haber sido expulsados de España, los sefardíes mantuvieron su idioma, no tanto por ser un recuerdo del país que habían habitado por siglos sino también porque lo sentían como un rasgo propio que los distinguía frente a otras comunidades.

"Nuestros antepasados se llevaron el idioma, la cultura y la fueron transmitiendo de generación en generación hasta llegar a nosotros. Y han pasado 500 años y no ha muerto su amor por España", dice Rubén Tevah, vicepresidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí.

Los judíos descendientes de los expulsados de España desarrollaron en la Argentina una rica cultura, en la que se combinan las raíces judaicas con la herencia hispánica y la influencia de los pueblos con los que han convivido.

"Cuando la comunidad llegó al país, se estableció en distintos barrios de Buenos Aires, donde creó sus propias sinagogas, cementerios, organizaciones de socorro mutuo y clubes", cuenta Luis León, asesor de la asociación y autor del libro "Refranes y expresiones sefardíes".

"En la Argentina, hay una valoración impresionante de la cultura sefardí en escritores como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Marcos Aguinis", agregó.

La estructura lingüística del idioma de los sefardíes es española, pero también cuenta con influencias de otras lenguas hispánicas, así como de aquéllas de los países que los acogieron como el hebreo, el turco y el griego, entre otras.

Una decena de integrantes activos de la mencionada asociación realiza seminarios, talleres de música, clases de judeoespañol y obras de teatro, además de editar anualmente un libro llamado "Sefárdica".

La última edición, lanzada en abril pasado, presenta distintos puntos de vista sobre la España de las tres culturas, a través de textos de escritores musulmanes, judíos y cristianos que demuestran que hubo convivencia entre los pueblos.

La tarea de los investigadores es ardua en un país de habla hispana y donde el judeoespañol no se enseña en los colegios ni en las universidades, lo que despierta el temor de que esta lengua pueda extinguirse debido a que cada vez menos jóvenes la hablan.

Sin embargo, los integrantes del centro son optimistas porque consideran que desde 1992, cuando se cumplieron los 500 años de la expulsión de España, surgió un movimiento en todo el mundo que se propuso recuperar y conservar la cultura sefardí.

"Se da un proceso mundial de luchar contra la globalización, que iguala todo para abajo, que quita personalidad e identidad a los pueblos. Es una rebeldía por mostrar la riqueza que existe en la variedad. Hace unos 30 años, el panorama era oscuro, hoy se acerca a un gris mediano", proclama Mario Cohen.

"El Holocausto fue un duro golpe para el judeoespañol porque terminó con colectividades enteras, pero los esfuerzos que se están haciendo desde hace unos diez años son impresionantes", agregó.

El judeoespañol es un museo vivo del idioma español del siglo XV. Sin embargo, la publicación de libros de cuentos, obras de teatro, canciones y refranes en los últimos años demuestra que la lengua aún está viva.

El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos de la España de las tres religiones (cristianismo, islamismo y judaísmo) expulsaron a unos 200.000 judíos que no aceptaron la conversión.

Gracias al esfuerzo de sus descendientes, se ha conservado su lengua y cultura durante cinco siglos.

Los investigadores cuentan que se produjo una identificación del judío con el español, que quedó ejemplificada en decenas de anécdotas pasadas de generación en generación hasta nuestros días.

"Mi abuelo siempre contaba que cuando llegó a Buenos Aires y escuchó a la gente hablar en español, se alegró y dijo: `Pero si aquí está lleno de judíos"', concluye Tevah.(EFE)

Lucila Sigal