Pantallas & Escenarios: PAN-01

Conmovedora evocación de una leyenda

Paikea y Koro, en medio del mar y sus secretos. FOTO: AGENCIA TÉLAM.. 
Por Juan Carlos Arch


El cine neozelandés tiene constantes que devienen de su geografía y tradiciones y que lo hacen naturalmente apto para el espectáculo y el despliegue visual, algo que sus cineastas aprovechan de la mejor manera. "El señor de los anillos", "El amor y la furia" y tantas otras películas testimonian que el cine es un vehículo estupendo para mostrar sus ancestros y misterios, como en este caso, en que habla de una cultura que reposa en un pasado que la gente transformó en leyenda. En ella, Paikea llega a las costas cabalgando sobre una ballena.

Nuestro filme comienza el día en que al abuelo Koro le es negada la posibilidad de continuar esta herencia destinada únicamente a los hombres: su hijo acaba de perder a su esposa y a su hijo varón en el momento del parto. Queda viva su hermana melliza, considerada no apta para este objetivo. A partir de allí el relato se centra en el conflicto entre este hombre, apegado a sus tradiciones, y Paikea, que las descubre poco a poco, a pesar de estar excluida de toda búsqueda.

Pero ella siente el llamado de ese pasado, no por razones místicas, sino simplemente por el amor a los suyos y la fuerza del mar. Mirándolo es como se asocia a su lugar; conviviendo con su majestuosidad llega a amarlo y sentirse parte suya. La eternidad parece desplegar un manto protector sobre ella y su obstinación por asumir la herencia de su cultura maorí. El abuelo Koro fundará una escuela para los jóvenes que quieran continuarla. Sus cantos convocan al espíritu, mientras enseña a manejar la lanza.

Paikea seguirá las enseñanzas desde lejos, hasta que logra que un tío le enseñe los secretos de la lucha, mientras desarrolla afectos profundos con su abuela, con los nativos y su paisaje. El filme de Niki Caro logra conmover sin apelar a sentimentalismos. Su relato no es anecdótico y toma el desarrollo del mundo interior de la niña como centro temático. En derredor suyo todo se va transformando en un canto, en una elegía a la vida desprendida de cualquier otra razón que no sea la de la fuerza y la unidad que provee la misma Tierra.

En la película se siente la presencia de la naturaleza como una totalidad inexpresable, como un continente inefable del cual se desprenden todos los misterios. Caro maneja a sus no actores con una ductilidad y un pudor que convoca a la ternura antes que a posibles tragedias. Mucho le debe a esa pequeña que se llama Keisha Castle-Hughes, que le da a su Paikea una dimensión humana que salta todas las fronteras. El resto lo hace el paisaje, el ancho mar y esas ballenas que llegan de su insondable secreto. El espectáculo de la vida esta ahí, para disfrutarlo.

"JINETE DE BALLENAS"


("Whale Rider, Nueva Zelanda/Alemania, 2002); Dirección y guión: Niki Caro; argumento: novela homónima de Witi Ihimaera; fotografía: Laón Narbey; música: Lisa Gerrard; montaje: David Coulson; arte: Grace Mok; vestuario: Kristy Cameron; Intérpretes: Keisha Castle-Hughes; Cliff Curtis, Rawiri Paratene, Vicky Haughton, Grant Roa, Mana Taumaaunu, Tommy Davis y Roi Taimana; duración: 97m. Presentada por Telexel en Cinemark.

Calificación: Muy Buena.