Opinión: OPIN-03 "La pasión de Cristo"


Mel Gibson es un actor y director de probada solvencia, ganador del Oscar. Y, como a tantos otros en la historia del cine, se le ocurrió, hace veinticinco años, filmar la parte fundamental de la vida de Jesús. O sea, su espantosa Pasión, a la que siguió su Resurrección. Tal propósito lo ha concretado recientemente de forma independiente, es decir, de espaldas a los grandes estudios de Hollywood; lo que motivó que voces agoreras se alzaran para señalar que ya no obtendría un papel central en su carrera cinematográfica y que el público norteamericano no acudiría a ver, en número apreciable, una película de tanta violencia. Como si ese público no estuviese ¿acostumbrado? a ver en la pantalla grande y en la chica hechos abominables y crímenes de toda laya.

El caso ha sido que los estadounidenses se han volcado a las salas masivamente y que en las primeras semanas de proyección lo recaudado suma, según se informó, nada menos que quinientos millones de dólares, cuando el coste de la película fue de treinta. Éxito que consigue dondequiera que se exhibe, hasta el punto de que en Polonia los revendedores de entradas han logrado sustanciosos beneficios. Y hasta en un país marxista como Cuba se pasa en las parroquias.

Nunca antes un filme con la misma temática había logrado semejante suceso, ni siquiera la meritoria "Jesús de Nazaret", de Franco Zeffirelli, director apegado a las obras de Shakespeare. Robert Powell fue un Cristo que conmovió a miles de espectadores y cuya imagen en los carteles de propaganda se vio no sólo en los cines, sino en comercios y algunas iglesias. No dejó de confesar que el personaje había influido en su vida, mientras que el intérprete de "La Pasión de Cristo", James Caviezel, expresó en un reportaje televisivo que pude ver que todos los días, antes de filmar, comulgaba y rezaba el rosario.

Pero, retomando el tema fruto de estas reflexiones, cabe la interrogante: ¿por qué la cinta de Zeffirelli no provocó la polémica de la de Gibson? Naturalmente algunos dirán que por su crudeza, por su tremendo dramatismo. No es convincente. Y menos a la luz de los terribles acontecimientos, de ficción o reales, que muestran el cine y la televisión diariamente, con derechos humanos conculcados en numerosos países. Además de la criminal indiferencia ante la muerte de millones de niños por desnutrición y enfermedades infecciosas controlables por la ciencia moderna.

Cuando el papa Juan Pablo II vio el filme de Gibson dicen que expresó: "Así ocurrió". La mejor, sintética y exacta opinión que pueda emitirse. Porque el cineasta de "Corazón valiente" se basó rigurosamente, lo que invalida la acusación de antisemitismo, en el texto bíblico, sin obviar el arameo, lengua de la época.

Gibson relata con fidelidad el cruento, injusto y espantoso suplicio de Jesús, cuya doctrina, vigente desde hace más de dos mil años, debería ser la guía de los poderes públicos y privados y de la sociedad en general para lograr un mundo libre, pacífico y fraterno. Y, a propósito de "injusto", no está de más señalar que en 1933 se formó un tribunal oficioso en Jerusalén, integrado por cinco insignes israelitas, para que examinase la antigua sentencia del Sanhedrín. Por cuatro votos a favor y uno en contra dictaminó que dicho fallo debía ser retractado, por cuanto "la inocencia del inculpado estaba demostrada y su condena fue uno de los más tremendos errores que los hombres hayan cometido jamás..." (revista francesa "Jerusalem", 1933, mayo-junio, página 464).

Podría extenderme respecto de las injurias, humillaciones y tormentos que padeció Jesús antes de ser clavado en el madero. Y referirme a la temida flagelación romana, a la que el poeta Horacio llamaba "horribile flagellium". Pero no es el propósito de estas consideraciones. Sí, cabe agregar en lo atinente a la crucifixión, probablemente difundida por los fenicios en las regiones que baña el Mediterráneo, lo que opina Cicerón: "Que un ciudadano romano sea atado es un abuso; que sea golpeado es un delito; que sea matado es casi un parricidio: ¿qué diré, pues, si es suspendido en cruz? íA cosa tan nefanda no se puede dar en modo alguno un apelativo suficientemente adecuado! (In Verrem 11,5,66).

Gibson ha plasmado en estremecedoras imágenes cinematográficas lo que tantos grandes artistas de épocas y escuelas distintas expusieron en sus obras. Con realismo y respeto evangélicos. Ésa es su verdad y ése, su mérito.

Así ocurrió.

Antonio Camacho Gómez