Opinión: OPIN-03 Recordando al poeta Leoncio Gianello (h)


Leoncio Gianello (h) -nuestro Copete-, murió a los 39 años un 16 de mayo. Después de 30 años, este aniversario de su muerte coincide con un domingo que, como en su poema, hace que en la tarde cansada también nosotros nos quedemos sin sonrisas.

Una tarde del año 50, acompañado por su amigo Jorge, le leyó a su padre sus primeros poemas. Poco después, su amor por la mansa, palomera poesía lo acercó a otros escritores como Sara Zapata Valeije, Hyllier Schurjin, Graciela Lozano, Humberto Gianelloni, Jorge Vázquez Rossi y Jorge Taverna Irigoyen, con quienes formaría el grupo Generación, a finales de los '50. Y siguió su camino de versos: a los libros inéditos como "Azúcar quemada" (1956), "Los poemas del claro día" (1957) y "Mitad del Camino" (1970-1972), se sumarían "Tierra entera", editado por Castellví, en 1958; "Amoroso Alimento", del año 1960 y "La Remota Brasa", Premio José Pedroni del año 1973, publicado por amigos y familiares en 1993.

En 1984, por iniciativa de su padre, estableció la Asde un premio edición Leoncio Gianello (h), diez años después de su muerte y al cumplirse los cincuenta de su nacimiento. En la contratapa del libro editado se leen las palabras emocionadas que recuerdan al hijo poeta: "Mi hijo, Copete, como cariñosamente le llamábamos familiares y amigos, sintió muy joven el llamado de su vocación de escritor, fundamentalmente de poeta. (...) No influyeron en su creación literaria, o al menos se desprendió muy pronto de ellos, los predilectos de mi biblioteca: Rubén, Lugones, Nervo, Rega Molina, Pedroni, Nalé Roxlo... y se fue por una senda nueva de poesía en busca de una identidad definidora"(1). Esa identidad poética lo acercaba más a Miguel Hernández y a Antonio Machado, por la claridad del verso casi desnudo de adjetivos y por el impacto de la palabra elegida con minuciosidad de artesano. En sus poemas es fácil encontrar al hombre cabal y profundo que él era. Despojada de adornos pero fecunda de nuevas imágenes, su poesía todavía resuena en el corazón y facilita el reencuentro; pero Copete también retorna por los caminos que trazan las palabras de los otros. Y así vuelve, niño, en el poema "Plegaria" de su hermana Susana o sigue navegando, como Ulises, nuestros itinerarios de recuerdos en los artículos de Sara Zapata Valeije y César Actis Brú. El "hermano" Jorge Taverna Irigoyen, que lo despidió en nuestro nombre ese otoño triste, trae siempre de vuelta al poeta ausente. Ninguno deja que se apague la remota brasa del canto.

Entonces y ahora, muchos años después, es como si su destino de papel siguiera cumpliéndose porque entre sus claras poesías y entre lo que otras voces han dicho de él, aparece esta carta, fechada 3/9/58 y dirigida a Juan C. Pedrazzoli en la que se intuye el poeta que Gianello (h) llegaría a ser y las ideas germinales de su obra posterior: "(...) por esa función de `nombrador' de las cosas, no es posible el empleo de un lenguaje oscuro y alambicado por el que se deba entrar al mundo poético como a un laberinto (...) Mi canto se inicia en mí mismo y termina en mí mismo. ¿Podría acaso llegar al canto de los demás sin partir de este previo buscarse en identidad? (...) coincido a veces con el habla del pueblo. Yo estoy lejos de creer serlo, pero el verdadero poeta es aquel que es viento del pueblo y nada hay más valedero que el que a través nuestro canten voces humanas, en gozo o desdicha (...)".

Toda su poesía es una profesión de fe de este credo. Con laboriosa, artesanal paciencia desanuda la madeja de palabras y en la claridad del verso va "nombrando" las cosas. Así aparece el amor por su esposa: "Puesto que el dolor y la alegría son dones tuyos / ábreme heridas en la carne, / levántame hacia el amanecer con pájaros"(2); los gestos cotidianos de sus tres hijas: "Sobre la mesa mis hijas / dejan caracoles, (...) Convocadas por el alba / han recogido juncos en la playa. // Desde sus tempranos corazones / celebran el nacimiento del día"(3), o el recuerdo de patios santafesinos: "De la memoria viene / este patio del verano abierto / que en provincia nos crece. / Recobrado manzano, ovillo del tiempo"(4).

En ese buscarse en identidad y descubrirse irremediablemente poeta le dirá a su madre en "Tierra Entera", el primero de sus libros: "Madre: / hablo otra lengua. (...) Hay un hombre / cara al viento / que dice: / `Conozco tu lengua'. / Oigo su voz / que me habla / y va abriendo las puertas./ Una paloma me nace / Una paloma me vuela"; y al padre, poeta también: "Padre mío, compañero mío / que me enseñaste a amar al poema / igual que a un crucifijo, / hoy elijo mi destino de papel"(5). En sus poemas cantó el hombre de su tiempo e indudablemente se hizo viento del pueblo en "Carta a Pablo Neruda", en "El Cirineo, Hiroshima, Inundación, Cansancio,...". Pero Leoncio Gianello (h) no solamente acusa y reclama, también aparecen en su obra poemas como "Amoroso Alimento, Villa Guadalupe, El Salado, Salmo..." de celebración intensa de la vida, que se acabó tan pronto para él, pero que sigue latiendo mansa y buena en sus versos.

"Temprano levantó la muerte el vuelo", dirá Hernández en la "Elegía" dedicada a su amigo Ramón Sijé, y en el caso de Leoncio Gianello (h) también es cierto. Ese otoño del 74, como en la elegía, estaba desatenta la vida. A Copete, que se adelantó y nos espera, siempre lo recordamos porque lo tenemos en el corazón, en las palabras de los otros, pero sobre todo en sus poesías.

(1) "Tres Poetas Jóvenes. María del Pilar García Facino, María Eleonora Larumbe, Carlos Felipe Italiano". Colmegna, Santa Fe, 1984.(2) "Por ti, mi corazón busca la luz".(3) "De sus manos niñas" en "Dos poemas de Leoncio Tomás Gianello- Homenaje de sus amigos".(4) "Amoroso Alimento".(5) "Mendigo en la mansión", en "La Remota Brasa".

Ana Marina Suárez Gianello