Opinión: OPIN-01

Graves señales de la falta de inversión


Durante años se dividió a la ciudad, irónicamente y según la atención que recibían por parte de las autoridades municipales, en dos: una ciudad de primera, básicamente circunscripta a los límites que marcan los bulevares, y una ciudad de segunda, mayoritaria, formada por los barrios.

Tras la catástrofe de 2003 el escenario urbano cambió junto con esa división: un tercio fue arrasado por el agua del Salado, con sus calles, luminarias e infraestructura cuanto menos dañada, o directamente destruida. El setenta por ciento restante sigue mostrando las consecuencias de otro desastre, el económico, que durante años paralizó cualquier inversión que fuera más allá de un parche. Las consecuencias se aprecian ahora, con pavimentos rotos, baches y luces que no prenden o no se apagan.

Para aquella franja del oeste, donde la tragedia cobró una dimensión humana -23 muertos reconocidos en forma oficial- se practicaron algunas mejoras durante la gestión anterior y se anuncian otras nuevas para este año. Mejorados, reparación de pavimentos y desobstrucción de desagües son las principales tareas que se van a encarar para devolver, al menos, algo de normalidad a la zona más castigada de esta capital. Para tal objetivo los fondos están asegurados: son los 4,2 millones de pesos que provienen de la provincia a través del Ente de la Reconstrucción.

Para la ciudad seca -con un origen menos trágico de sus problemas estructurales pero con la misma urgencia por resolverlos- los plazos son distintos y la financiación no está tan definida. Allí la transitabilidad se ve comprometida por el estado en que se encuentran arterias de barrios céntricos y también los que están más alejados y por lo tanto se hacen menos visibles.

La decisión de reducir el alumbrado público en avenidas para ponerse a tono con el ahorro de energía que requiere el actual momento de crisis, reabrió el debate sobre le funcionamiento de este servicio, que no es uniforme y dista de ser óptimo. En las mismas avenidas donde se practica el corte selectivo del suministro, hay tramos que permanecen encendidos durante el día o que ya no funcionaban de noche, en tanto que son permanentes los reclamos por falta de reposición de focos faltantes. La causa del problema debe buscarse también en la falta de inversión, que paralizó la compra de elementos fundamentales para mantener el sistema al menos con un discreto funcionamiento.

En el oeste hay caminos de penetración que en forma periódica se tornan intransitables hasta para el servicio público de pasajeros, que amenaza con dejar de ingresar a los barrios, con el conocido perjuicio que implica para la gente. En el este hay calles que requieren una buena instrucción en el manejo y bastante conocimiento de la topografía urbana: los pozos, baches y desgranamientos de pavimento se han vuelto una rutina.

La obra pública no es la única que acusó las consecuencias de la debacle económica que despidió el año 2001 e inauguró 2002. Ahora se sabe que los agentes de tránsito que integran la fuerza motorizada no tienen sus vehículos en condiciones y salen a pie, lo que se traduce en demoras para actuar ante casos que requieran de un desplazamiento rápido, y que tiempo atrás el personal encargado de reparar las luces no tenía combustible para hacer funcionar sus camiones.

En pocos días se cumplirán los primeros seis meses del actual gobierno municipal. Más allá del reconocimiento que admiten algunas iniciativas, como el mayor control que se intenta imprimir a la actividad nocturna y a las empresas de servicios, la opinión que se recoge entre la gente es que ya superó el plazo de expectativa que supone toda nueva administración.

En los últimos días se licitó, vía préstamo del Promudi, la compra de maquinaria y elementos que permitan mejorar los servicios.

Mientras tanto, el panorama, si se quiere doméstico, contrasta con los grandes proyectos que se planifican o desarrollan por estos días -la remodelación de Alem, la circunvalación norte, por citar algunos- pero no es menos importante para el desenvolvimiento diario de la gente. Es la gente la que demanda hechos concretos y obras que, más allá del desafío que involucra la obtención de fondos, resuelvan precisamente esos problemas cotidianos.