Toco y me voy: íLa estática!
De un tiempo a esta parte, a este servidor los objetos lo agreden con pequeñas pero marcadas descargas eléctricas. La estática, me explican algunos que dicen saber. Yo no sé, tengo una ignorancia profunda en estos temas (y en casi todos los otros), pero desde ya les digo que si seguimos así, vamos a andar a las patadas.

¿A ustedes no les pasa, carajo, que reciben descargas todo el tiempo? La puerta del auto, la manija equis, Joaquín entero, entre otros, están listos para brindarnos una descarga que genera en un instante tres efectos muy específicos de la física: 1) el retiro automático de la mano agredida; 2) una puteada sonora, clara, prístina y castellana, y 3) la promesa de que nunca, pero nunca más me agarran, principio éste que sucumbe unas horas más tarde o al día siguiente con la reiteración del fenómeno y la consabida repetición de las tres leyes que provoca.

A mí, por ejemplo, el auto del diario, me tiene de hijo. Basta que me suba, me baje o que lo piense nomás, y ya estoy recibiendo una patada importante. Yo no recuerdo haberle hecho algo en particular al móvil, al pajarito, al chofer (el chofer sin dudas es un conductor), al chico de los mandados, pero el auto en general guarda íntimos rencores que descarga implacable ni bien me descuido. Y soy de los que se descuida seguido.

Hay gente que te dice, encima, que "estás cargado", una forma de transferirte totalmente a vos la responsabilidad de la descarga, una especie de castigo merecido a una falta cometida, una sanción por vaya a saber qué cosa astral que hiciste en esta u otra vida. En esta línea de pensamiento, se le atribuye al atribulado receptor de la descarga un principio de estrés, o un acelere parcial que genera una energía lista para bajar a tierra en contacto con algo o alguien. La vieja táctica de invertir la carga de la prueba, canallas, y transformar así a la víctima (yo) en el principal sospechoso (yo) y en el ejecutor mismo de la aberrante acción (yo).

Otros, más componedores, te explican que ciertas zapatillas y zapatos actuales, con suelas inyectadas en no sé qué compuesto (mezcla de hígado de yak, iones ionizados o cáscara de huevo de ornitorrinco: hay que ver los bolazos que uno escucha de parte de los sanateros, sapientes señores que te dan una versión precisa de las cosas) no descargan la electricidad que generamos y entonces en la primera de cambio, aislado cómo estás, cuando tocás algo, ízas!, patada, puteada, etcétera. Acá, más que toco y me voy, es toco y puteo.

A golpes se hacen los hombres te decía tu viejo, y acá estamos dando y recibiendo patadas y encendiendo pequeñas lucecitas histéricas. A fuerza de recibir agresiones físicas (de la física, quiero decir) uno aprende si no a devolver las patadas (ley del Talión: aunque acá recibís si apoyás el talón, el astrágalo, el metacarpio, el juanete, cualquier cosa que apoyes primero...) por lo menos a prevenirlas.

Como yo, hay varios que andan por el mundo haciendo raras contorsiones para bajarse de un auto o abrir una puerta. De golpe, el amigo sincero que te da su mano franca, resulta que oculta un cable eléctrico. Los dedos que se estiraban para agarrar confianzuda una puerta, ahora se repliegan a conciencia y uno parece tener muñones o practicar alguna especie de arte marcial oriental, pues empieza a abrir o cerrar puertas con los antebrazos, los codos, las rodillas, generando curiosas figuras suspendidas un minuto en el aire.

Otra técnica es tocar antes con el dorso de la mano y luego agarrar. Otra, ensaya combinaciones posibles entre apertura de puerta y colocación de pie en tierra. De golpe abrir una simple puerta se transforma en un hecho cargado de suspenso, de misterio para tratar de burlar al monstruo de la estática que espera agazapado que nos descuidemos...

Que los pulóveres, que la tensión cotidiana, que el teléfono, que la Martita, la Tota o la que fuera (ahora resulta que la electricidad que sentiste cuando tocaste a la mujer de tus sueños a lo mejor era mera estática), los zapatos, la computadora: todo parece destinado a que "te cargues" y de golpe recibas el castigo que te merecés: un chirlito preciso que te dice pará, desacelerá, tomá, juajua y otras cosas que sólo merecen de tu parte una grosera manifestación idiomática. Miren mis chiquitos: a mí no me carguen porque los agarro a patadas.