El escenario de la vida
Por apuntes sobre "La madonnita".
"La foto es una mentira condenada a ser verdad". Cita de Juan Gelman.

"Acá todos actúan", dice Otto Hertz, y recorre los decorados de su estudio fotográfico. Ese gran escenario que encierra otros pequeños escenarios. Allí, donde cada hombre elige cómo retratarse. Construye una imagen con la que quiere ser recordado y, para eso, se entrega a la mirada de ese otro, del fotógrafo, que plasmará una obra.

Por tanto, un gran acierto el de Mauricio Kartun al simbolizar en el fotógrafo, al artista, un hombre capaz de trascender las miserias humanas para convertirlas en belleza. En una obra, en una foto, o -como es su caso- en un texto teatral: "La madonnita", escrita y dirigida por el dramaturgo santafesino. Una obra que deslumbra por su aguda reflexión acerca de los estados del hombre. Y que, sin dudas, fue la "joya" del Argentino de Teatro.

En este texto, Kartun no elige la épica que suele caracterizar a los personajes de las primeras décadas del siglo XX; prefiere personajes oscuros, ¿derrotados? Corporiza en un fotógrafo -retratista Rembrand-, una mujer sometida de diversas maneras y un vendedor de fotos pornógraficas, el rostro oculto de la vida. De cualquier vida.

"La madonnita" es una historia de hombres solos, que se desencadena a partir de que sus soledades se cruzan. La del Hertz, el fotógrafo (Roberto Castro); la de Filomena (Verónica Piaggio), su mujer, que es modelo de las imágenes pornográficas; y la de Basilio (Manuel Vicente), que vende esas fotos en los piringundines llenos de inmigrantes desencantados que rodeaban a los puertos.

Ese juego de representaciones es el que convierte al fotógrafo en artista, a la mujer en símbolo sexual para quienes compran las fotos y al propio vendedor en uno de los "admiradores" de "La madonnita". Y ese juego es el propio pulso de la vida. Una vida que con frecuencia evitamos mirar a la cara, de la que muchas veces no queremos hacernos cargo.

Entonces, allí está el artista para hacer bello aún lo cruel, lo que es difícil digerir, lo que implica aceptarnos con nuestras propias contradicciones. "La madonnita" habla de nosotros mismos. Porque, como dice Kartun: "El hombre fantasea con mantener inalterable una imagen, sin el deterioro del tiempo ni la vulgaridad cotidiana de la relación. La carne deseada mantenida lejos de su propia carne. Olvidando, claro, que la carne duele".

Gabriela Redero