Las lecciones del poder
Por Rogelio Alaniz
"Pensar el poder no solamente como un lugar sino como una relación, una red de relaciones...". Michel Foucault

Se va Prat Gay del Banco Central y viene Redrado. Los dos tienen en común ser jóvenes, inteligentes y exitosos. Ambos adhieren a rajatabla a la economía capitalista, pero ése tampoco es un rasgo distintivo porque hoy la inmensa mayoría de los políticos adhieren a la economía capitalista. Se dice que Prat Gay es keynesiano y que Redrado es neoliberal. Pamplinas...o como diría mi abuela: "...ni tanto ni tan poco". El keynesianismo de Prat Gay es tan opinable como el lavagnismo de Redrado. Digamos que discutir acerca de las diferencias ideológicas de uno y otro es una tarea tan abstracta como debatir acerca del sexo de los ángeles, o digamos que en política, la ideología existe para justificar las estrategias del poder -estrategias que a veces pueden ser visibles, pero en la mayoría de las ocasiones se ocultan detrás de la retórica ideológica-. Por lo menos así lo piensan Maquiavelo, Weber, Pareto y Marx, cuatro caballeros que algo sabían de política.

Una vez más es necesario insistir en que en política lo que predomina a la hora de tomar decisiones es el poder y las relaciones de poder, pero no las cuestiones ideológicas. Prat Gay se va porque pareciera que sus diferencias con Lavagna en temas tales como el default eran cada vez más profundas. Redrado viene porque Kirchner entiende que en el Banco Central debe haber un hombre confiable para el establishment internacional y, al mismo tiempo, un funcionario decidido a continuar su carrera política haciendo lo que el poder le pide.

Recordemos al respecto que Redrado desde que se inició de la mano de Bernardo Neustadt como golden boy no le ha hecho asco a nada, y como el vecino de mi pueblo, puede decir con toda tranquilidad que él no cambia, que los que cambian son los gobiernos. No olvidemos, para más datos, que hace unos quince años la revista Time consideró que Redrado estaba entre los cien jóvenes más promisorios del mundo. Ese reconocimiento tal vez sea merecido, pero es simultáneamente muy significativo y, por supuesto, nunca se hace gratis. Recordemos además, que Redrado se inició en la política cuando recién estaba saliendo de la adolescencia repartiendo volantes de apoyo al golpe militar del 24 de marzo de 1976, en el hall de la facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Lo que se dice un golden boy promisorio.

El futuro se encargará de develar el siguiente misterio: Redrado, ¿es un funcionario de Kirchner ante los organismos internacionales o es un funcionario de los organismos internacionales ante Kirchner? El interrogante no sólo es interesante sino que se configura en una tradición típicamente peronista. Sin ir más lejos, recuerdo que en algún momento, Juan Domingo Perón borró del mapa a su delegado personal, Daniel Paladino, porque consideró que en lugar de ser su delegado ante los militares, era el delegado de los militares ante él mismo. Redrado no es Paladino y Kirchner no es Perón, pero a veces en los juegos del poder poco importa el nombre de las piezas.

Regresemos a las cosas, como le gustaba decir a Raymond Aron. La política pensada como el ejercicio del poder se podría expresar gráficamente a través del clásico laberinto. Visto desde un punto de vista ideológico y atendiendo a las posiciones políticas asumidas, podría decirse que la conducción del Banco Central se ha corrido a la derecha. Si por el contrario nos esforzamos por mirar debajo del agua vamos a observar que los funcionarios que se consolidaron en la institución responden a Lavagna por lo que el supuesto giro a la derecha se relativiza o se anula. No sería ésta la primera vez que para satisfacer a los mercados se pone un mascarón de proa, lo que habrá que preguntarse en todo caso es hasta dónde Redrado está dispuesto a jugar de mascarón de proa. Si lo vamos a juzgar de acuerdo con su trayectoria podemos decir que el hombre ha probado que tiene estómago de amianto, pero para no correr el riesgo de subestimarlo habría que decir que no es tonto y que su relación mimetizada con el poder es -valga la redundancia- con el poder y no con Kirchner, que a veces puede ser el poder y a veces no.

A la política hay que pensarla como juego y a los hombres como piezas que se mueven de acuerdo con estrategias que nunca se terminan de definir, así como nunca se termina de saber quiénes son los que mueven las piezas y hasta dónde el que cree que las mueve en realidad no es al mismo tiempo movido por otra mano. Esta condición transforma a la política en una realidad exasperante, pero interesante. La política es un apasionante campo de acción que puede confundirse con la comedia o la tragedia, y en donde en muchos casos se juegan los destinos de los pueblos.

Un amigo me decía, refiriéndose a estos cambios en el Banco Central, que en realidad Kirchner volvía a reafirmar con estas decisiones su condición de peronista, en tanto gesticula en contra del FMI, coloca en los cargos clave a hombres que básicamente adhieren a los postulados del FMI. Para mi amigo, la condición intrínseca del peronismo es decir una cosa y hacer otra, y en este sentido, el actual presidente estaría perfectamente encuadrado dentro de las míticas veinte verdades.

Por supuesto, que ningún peronista aceptaría esta hipótesis, pero es probable que muchos admitan que en política, no siempre se puede decir toda la verdad, y que una elemental lección de maquiavelismo enseña que el secreto es una carta que ningún político puede renunciar.

De todos modos, Kirchner hace bien en jugarse por Lavagna en contra de Prat Gay. Habría que recordarle que lo mismo debería hacer a la hora de optar entre el ministro de Economía y su amigo De Vido, aunque nunca se puede perder de vista que un dirigente que se precie, jamás renuncia a sus hombres de confianza. Si bien Lavagna es el ministro fuerte del gabinete, De Vido es el operador confiable y, si le vamos a creer a Lilita Carrió, algo más que un operador confiable.

Se sabe que un porcentaje importante, que en algunos aspectos es decisivo, de la credibilidad de Kirchner, se lo otorga su ministro Lavagna. El paralelo con Cavallo y Menem es casi evidente, más allá de las visibles diferencias entre ellos. Digamos que pensado en términos de poder Cavallo fue a Menem lo que ahora Lavagna es a Kirchner.

El problema es que en política, los agradecimientos no existen, porque los hombres que se desenvuelven en el poder tienden a ser un poquito paranoicos -y esto dicho con la mayor suavidad posible-. El becerro de oro del poder ejerce una irresistible atracción. Dicho con otras palabras, Kirchner sabe que mucha de su popularidad se la debe a Lavagna, pero si bien la aceptación de esta realidad por un lado lo satisface, por el otro lo inquieta, ya que no se le escapa que la popularidad de Lavagna lo puede transformar más temprano que tarde en un temible competidor. Y, como decía hace un rato, nunca se debe perder de vista el componente paranoico de todo hombre que ejerce el poder.