De esta manera, y más por los temores ajenos que por las virtudes propias que mostraba, la gente de Brindisi se hizo dueña de las acciones, y en ese tramo tuvo más de un par de ocasiones para sacar ventaja, aunque la muy buena tarea del arquero Ojeda, y algún desacierto en la definición de los porteños, hizo que ello no ocurriera.
El predominio que se daba en la mitad de cancha por el trabajo de Guglielminpietro y de Ledesma, hacía estéril el ir y venir de los mediocampistas locales.
Pero, Boca no aprovechó lo suyo, comenzó a perder fuerza, a dividir la pelota, y entonces los jóvenes valores de los auriazules rosarinos fueron animándose. Se emparejó la cuestión, la pelea se hizo más disputada, y hasta los chicos "canallas" dijeron presente en el área boquense y tuvieron sus chances para marcar.
En la segunda mitad otra fue la historia, ya que Central se dio cuenta de que podía llevarse la victoria y entonces aparecieron en toda su dimensión Andrés Díaz en el medio, Raldes y Carbonari atrás, y se animaron con toques y gambetas, por demás atrevidas, Vitti y Rubén, con lo que el protagonismo cambió de mano.
El equipo de don Angel fue haciéndose dueño casi absoluto de las instancias del juego, llegó el gol a su favor y pudo conquistar algún otro. Por su parte, quien navegaba en la inoperancia, en la intrascendencia y en el no saber cómo salir de la situación adversa era el visitante, donde ni sus más prestigiosas figuras encontraban el lugar, ni la posibilidad de desarrollar nada, ante el ya eficaz, seguro y dominante trabajo de los "canallas".
Así fue como lo que era humillación y castigo para sus jugadores al inicio del partido, se transformó en la algarabía y el halago más estentóreo de los últimos tiempos en Arroyito.
Triunfo justo, de un grupo que puso todo lo que hay que poner para superarse en las malas instancias, y que aprovechó la poca convicción de un Boca que tuvo más nombre que fútbol.