En el paisaje interior de los seres humanos

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¿Qué es el miedo?, podría ser una pregunta movilizadora para encarar el tema de este notable filme, que retoma la mejor tradición del cine ruso, con un relato de estructura simétrica en donde el mar adquiere un valor de símbolo inusual, sobre todo cuando sus aguas están mansas y quietas ocultando profundidades desconocidas. Heredero de Eisenstein en cuanto al rigor del montaje y de Tarkovsky en su mirada cargada de elementos visuales significantes, Andrei Zvyagintsev hace un cine propio, en donde el misterio -de un ser superior, de la naturaleza-, se hace protagonista.

El filme comienza y termina con un plano de aguas y también se desarrolla en medio de ella, incluyendo las frecuentes lluvias. Y es en ese comienzo donde Iván no puede saltar desde una altura desafiante hacia el mar, como lo hacen sus amigos y un hermano mayor, Andrei. Ambos retornarán a su casa y allí la madre, con pocas palabras le informa que, tras doce años de ausencia, regresó su padre. Lo espían dormido y enseguida y en silencio les reparte el vino y el pan en la primera, de las muchas, referencias bíblicas del filme.

La referencia al padre autoritario y fundamentalmente desconocido, la presencia de la madre tan callada como obediente y los hermanos situados en dos polos de carácter, (Andrei es tan temerario como moldeable, Iván es rebelde y pensante), colocan al filme frente al molde eterno de la sagrada familia y es en ese marco donde desarrollará toda su fuerza. El padre los llevará a pescar a una isla cercana, en donde además tiene que recobrar algún secreto oculto del que desconoceremos todo.

Casi la totalidad del filme tiene a estos tres personajes en pantalla. Actitudes tan concretas como ligadas a lo enigmático irán tejiendo una relación padre-hijo que no progresa y se reduce al acatamiento o la rebeldía, un espacio que Zvyagintsev resuelve en intensos primeros planos alternados con un paisaje que se hace más gris a medida que nuestras criaturas van fracasando en su intento de comunicación. Todo el peso de una cultura milenaria está sobre ellos, como también un presente que no pueden manejar.

Un sino trágico campea en esta mirada aterradora sobre el ser humano, limitado a lidiar con fuerzas que desconoce y que habitan en su interior. Esa relación entre miedo y enigma estalla haciendo atenuar al primero y consolidar al segundo, estableciendo una lucha eterna entre mito y realidad, continente y contenido. "El regreso" no es un filme que pueda resumirse en un comentario, más bien reclama un ensayo para acceder a sus infinitas claves, vertidas aquí con la sencillez de los grandes artistas.

Cabe consignar a Zvyaginstev como uno de los realizadores a seguir sin perderle pisada, y destacar la excelente interpretación del niño Iván Dobronravov (Iván, el hijo menor) con planos inolvidables por su intensidad, y la de Vladimir Garin (Andrei), que murió trágicamente ahogado en las mismas aguas donde se rodó el filme, algo que parece un signo más en torno a esta película desafiante a todo esquema de pensamiento.

"EL REGRESO"

("Vozvrashcheniye", Rusia, 2003). Dirección: Andrei Zvyagintsev; guión: Vladimir Moiseyenko y Aleksandr Novototsky; fotografía: Mikhail Krichman; música: Andrei Dergachyov; vestuario: Anna Barthuly. Intérpretes: Vladimir Garin, Iván Dobronravov, Konstantin Lavronenko, Natalya Vdovina y Galina Petrova: duración: 108m. Presentada por Distribution Company en Cinemark.

Juan Carlos Arch