Nuestros historiadores (segunda parte)

Agustín Zapata Gollán en el balcón del museo que dirigía. Periodista, literato, xilógrafo, pintor, poeta y autor de obras de carácter histórico.. 

"El Estado-Nacional debió instaurar una memoria que descubriera en el ayer los precedentes de las prácticas que solicita, las raíces de los valores que preconiza, el anuncio del proyecto que propone". León Pomer

Por Rosalía Aimini - Paula Busso

Algunas nociones del panorama nacional

La historiografía liberal oficial, a la que hacíamos referencia en el fascículo anterior, tuvo una larga vigencia y se convirtió en un "canon" para el tratamiento no sólo académico sino también educativo de nuestra historia. Su programa de formación comenzó en las postrimerías de la Organización Nacional, se fue convirtiendo en un proyecto conscientemente adoptado por los hombres de la generación del '80 y se tornará, al decir de Daniel Campione, en una virtual "política de Estado" a comienzos del siglo XX, tarea que es puesta en tela de juicio recién en la década de 1930.

El proyecto de Estado y de Nación de fines del siglo XIX necesitó de fundamentos materiales para lograr su propósito, pero también de fundamentos imaginarios, es decir de la conformación de una cultura nacional "oficial" cuya materialización resultara urgente ante el crecimiento de la inmigración europea. El objetivo buscado fue homogeneizar a la sociedad a través de una memoria aceptada como patrimonio común, principio-fundamento de una nueva identidad uniforme. Dentro del trazado de una "cultura oficial", la historia del país tendría un lugar de privilegio ya que serviría para sentar las bases de la legitimidad de las distintas instituciones estatales.

Los autores que podemos enrolar dentro de la historiografía liberal de fines del siglo XIX y principios del XX buscaron construir una historia que narrara los hechos que dieron origen a la Nación Argentina. Para ellos, los protagonistas de estos hechos eran los hombres notables, erigidos en próceres, los que tradicionalmente fueron considerados "fundadores de la Patria", en torno a ciertos hechos del pasado se edificó un "panteón nacional" de héroes de culto, figuras señeras de la nacionalidad que el aparato estatal estableció y reprodujo por medio de la escuela. Los iniciadores mayores de esta tradición fueron Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, hombres de la política e intelectuales que se dedicaron a construir una historia argentina. Desde la fundación de la Academia Nacional de la Historia y los trabajos de Ricardo Levene, esta interpretación de nuestro pasado se convirtió en la "historia oficial".

Mitre y López fueron los precursores de una historiografía que, en las primeras décadas del siglo XX se constituiría en escuela con La Nueva Escuela Histórica (Levene, Ravignani, Torre Revello, etc.) y se profesionalizaría. Los integrantes de esta Nueva Escuela se dedicaron predominantemente a la historia política, la mayoría con formación jurídica y con una visión de la historia ligada a los acontecimientos, a los "grandes hechos", propensa al culto de los héroes y las minorías ilustradas, con clara marca positivista al combinar la tarea apologética y de exaltación patriótica con la idea de "mostrar lo que realmente aconteció". Esta concepción historiográfica no fue privativa de los historiadores locales sino que formaba parte "del paradigma internacional dominante".

La Academia Nacional estrechó sus lazos con los aparatos estatales alejándose de los enfoques críticos, hecho que se acentuará después de 1930, cuando el Estado ejerza un control estricto sobre la producción historiográfica. Al decir del historiador Tulio Halperín Donghi "después de 1930 (...), el conocimiento histórico debía ofrecer garantías de su total irrelevancia al presente y al futuro, limitando sus perspectivas a aquellas que los poderosos de turno juzgasen inofensivas".

Paralelamente, en esta década los historiadores que pretendían circunscribir su tarea a buscar datos y presentarlos "objetivamente", se vieron sacudidos por la crítica del revisionismo histórico, representado sobre todo por Julio Irazusta y José María Rosa y cuyo propósito fue "revisar" la historia oficial del liberalismo. El nacionalismo fue la corriente de pensamiento que impulsó y desarrolló la batalla por el revisionismo histórico. Para ellos las relaciones que había mantenido Argentina con Gran Bretaña llevaban a la dependencia y a la entrega; revalorizaron las raíces hispánicas y las figuras de los caudillos, en particular exaltaron a Juan Manuel de Rosas, y su mérito quizá resida en haber puesto las bases para un análisis crítico de la historia nacional. A pesar de esta "contestación revisionista", la historiografía oficial no perdió espacio académico y volvió a ocupar un lugar central después de 1955.

Desde mediados del siglo XX comienza a surgir una renovación de la mano de otras corrientes historiográficas que, sin embargo, no implicó una pérdida de posición en los poderes públicos y cátedras universitarias de la historiografía tradicional. Este panorama recién comenzaría a transformarse más profundamente con el retorno democrático de 1983.

En el fascículo anterior hacíamos referencia, en el ámbito local, a la figura resonante de Manuel Cervera, pero a él lo siguieron otras generaciones que también gravitaron en ámbito nacional.

Otras generaciones

José Luis Busaniche (1892-1959) fue un abogado que después de ocupar cargos públicos se dedicó a la historia y a la docencia en Santa Fe y en Paraná. Él profundizó algunos aspectos del proceso político de nuestra zona y, al decir de Beatriz Bosch "en una actitud revisionista refutará conceptos propalados por la que ha de denominar 'historia oficial'. Tal es el espíritu de su primer libro 'Estanislao López y el federalismo del Litoral' ", aparecido en 1927. Su interés por las lecturas históricas lo llevó a traducir del inglés y del francés a viajeros extranjeros como Lina Beck Bernard y William Mac Cann y a preparar una selección de fragmentos publicada con el título "Lecturas de historia argentina. Relatos de contemporáneos. 1527-1870" que años después se reeditó y amplió bajo el nombre de "Estampas del pasado". En el prólogo expresó "carece nuestra bibliografía de una especie de libro, auxiliar importante, no sólo desde el punto de vista didáctico, sino como elemento de cultura general. Me refiero al libro de lecturas históricas, el libro ligero y ameno que nos acerque a tal o cual período de la historia y nos ponga en contacto con el hombre de la época y el ambiente en que vivía; el libro que nos haga conocer la vida y las costumbres, nos lleve por las calles de las ciudades viejas, franqueándonos las puertas de los interiores domésticos o nos transporten a las pampas salvajes donde disparan las yeguadas cimarronas". Esta cita evidencia una preocupación ya marcada por la difusión didáctica de nuestro pasado, tratando de acercar al neófito al conocimiento histórico a través de testimonios directos, sacándolo de los sacralizados ámbitos eruditos.

Un hombre dedicado a variadas actividades, como la política, la plástica, la investigación histórica y la literatura fue Agustín Zapata Gollán (1895-1986). Su estudio, dedicación y empeño lo llevó a encontrar las ruinas de Santa Fe la Vieja en 1949. Fue un destacado colonialista que ahondó en temas poco abordados hasta ese momento como ser, usos y costumbres, flora y fauna y demás aspectos de la vida cotidiana de este período. Fue miembro de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe y correspondiente de la Academia Nacional de la Historia; por sus investigaciones recibió de los Reyes de España la Orden de Isabel la Católica. Dentro de su importante producción se destacan "Los precursores", "La conquista criolla", "La expedición de Garay y la fundación de Santa Fe", por mencionar solamente algunos de los ochenta y nueve títulos, entre libros y folletos, que publicó. Sus obras completas fueron editadas por la UNL entre 1989-90 en cinco tomos, reconociendo así su labor como investigador.

Dentro de los hombres de la Iglesia, además de Furlong, del que ya hiciéramos referencia, hubo otros que se ocuparon de la historia de esta institución, como monseñor Nicolás Fasolino (1887-1969), el Pbro. Américo Tonda o Mons. Alfonso Durán. Fasolino, doctor en Teología, Derecho Canónigo y Filosofía, sucedió a Cervera en la presidencia de la Junta de Estudios Históricos; su obra es erudita y académica, acorde con la concepción historiográfica tradicional pero con sustento documental. Comunicaba sus trabajos principalmente en la Revista de la Junta y las biografías de clérigos y de la historia de su institución constituyen la temática central. Como presidente de la Junta se preocupó por ampliar el marco de actuación de la misma. En 1960, renunció a la presidencia aduciendo las múltiples tareas que debía realizar en razón de su investidura y después de las elecciones lo sucedía el Dr. Leoncio Gianello (1908-1993) quien fue un destacado abogado que desarrolló gran actividad en el campo de la literatura y de la historia. Se preocupó fundamentalmente por la difusión y publicación de las actividades de la Junta, así como también por los estudios históricos del interior provincial. La concepción historiográfica de Gianello tampoco se aparta de la historiografía liberal, pero su amplia, variada y premiada obra lo ubica en un lugar destacado dentro de las personalidades del ámbito cultural que trascienden lo local. Así, en 1950 la Academia Nacional de la Historia lo incorporó como miembro de número, siendo también miembro de numerosas instituciones nacionales e internacionales. Su libro más popular, "Historia de Santa Fe", si bien se ajusta al desarrollo cronológico del hecho político, fue durante mucho tiempo una obra de consulta obligada de docentes y estudiantes. Sirvió a muchos lectores no especializados para adentrarse en la historia de nuestra provincia.

En la presidencia de la Junta lo sucedió José María Funes (1898-1975), quien publicaría en 1936 en la revista de esta Institución el primer artículo revisionista titulado "Hispanoamericanismo". Refiriéndose al contexto histórico de surgimiento del revisionismo, al cual Funes representa en su faz local, Tulio Halperin Donghi afirma "La visión historiográfica de la Argentina es la que creó Mitre (...) cuando los revisionistas se dedicaron a hacerle la guerra(...), fueron bastante clarividentes. Lo que había ahí era una visión de destino manifiesto, parecido al norteamericano: un país que había nacido para crecer (...), de economía avanzada y de desarrollo político que maduraría en la forma más alta inventada por la humanidad para organizarse políticamente, que era una república democrática (...) Mientras la Argentina iba por esa línea era obvio que esta imagen era una que a todo el mundo le encantaba reconocer, pero desde el momento en que se descubrió que había tropezado con una piedra en el camino, luego, que no era una piedra sino que se había cerrado el camino, todo eso llevó a una conclusión de fracaso".

En Santa Fe el revisionismo de los años 30 estuvo representado, como decíamos, por José M. Funes y junto con él militaron Alfredo Bello, Félix Barreto, Clementino Paredes, Luis Alberto Candioti y José María Rosa. Acorde con su credo revisionista, Funes realizó en sus trabajos una defensa de la hispanidad, en contra de la leyenda negra anti-española. En su breve ensayo sobre la "Revolución de los Siete Jefes" sostuvo la teoría que este movimiento fue antecedente independentista en estas regiones, recogiendo así la opinión de Ramón J. Lassaga. Funes tuvo una destacada participación en los actos conmemorativos del centenario de la muerte de Estanislao López, colaborando, así, en el reconocimiento histórico del caudillo.

José María Rosa se expresa con respecto a la deuda que el revisionismo tiene para con los santafesinos: "El grito de Santa Fe iba a encontrar eco por toda la república (...) nacía el 'revisionismo histórico', el movimiento intelectual más auténtico de mayor trascendencia - y el único de resonancia popular- habido en la Argentina. Su propósito no era, solamente, reivindicar la persona y el gobierno de Rosas en un debate académico ya ganado de antemano, pero que de antemano sabíase que habría de rehusarse. Era reivindicar a la patria y al pueblo -la 'tierra y los hombres'- recobrándose la auténtica historia de los argentinos". Según Rosa, Alfredo Bello y José M. Funes marcaron un camino en lo que él llamó el "conocimiento auténtico de nuestra historia".

Su obra no está centralizada, sino dispersa en diferentes publicaciones; por ello es difícil de hallar hoy. Funes es uno de los pocos revisionistas que llegó a ser miembro de la Academia Nacional de la Historia, sin renunciar a sus principios. Se desempeñó, además, como director del Archivo General de la Provincia y primer director del Museo Histórico Provincial. El tema de principal interés para él fue la figura de su bisabuelo el Gral. Pascual Echagüe. La principal forma de comunicar sus investigaciones fue por medio de la revista de la Junta. Tal como dice Alejandro Damianovich "es exponente de la historiografía de una época que parece fenecida, tanto por sus fundamentos metodológicos tradicionales, como por su sustento ideológico. Por lo mismo, como las obras de tantos clásicos, es un rico material de análisis para la historia de la historiografía y mejor comprensión del movimiento intelectual argentino conocido como revisionismo histórico".

En la presidencia de la Junta sucedió a Funes Federico Cervera (1914-1988), hijo del primer presidente quien lo iniciara en la tarea histórica, ya que su profesión era la medicina. Su obra fundamental, fue, justamente, "Historia de la medicina en Santa Fe". Como presidente de la Junta logró concretar el objetivo de conseguir para sede de esta institución la Casa de los Aldao.

Hay un sinnúmero de nombres que contribuyeron a develar el pasado santafesino, sobre todo a través de su tarea de rescate documental, detección de fuentes y transcripción, ya que los nombrados no actuaron ni produjeron en soledad. Así, José C. Busaniche (1910-1978), dedicado a lo que algunos llaman género costumbrista, escribió relatos para el diario El Litoral que luego en varias ediciones dio a conocer como "Hombres y Hechos de Santa Fe", al igual que José Perez Martín (1904-1996) que también cultivó este género. Un miembro fundador de la Junta que se destacó como constitucionalista fue Salvador Dana Montaño (1906-1992). Otro abogado que tiene obras dedicadas a temas históricos es José Rafael López Rosas (1920-2000). Es importante destacar la labor, entre otros, de Gastón Gori (1915) que plantea la problemática de la inmigración en nuestra provincia y las consecuencias político-sociales de las diversas formas de apropiación o tenencia de la tierra.

La Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe

La Junta de Historia y Numismática Americana fundada por Mitre en el año 1893 fue cobrando un perfil cada vez más formal como ámbito de producción de la llamada "historia oficial", con apoyo financiero del Estado y lugar de consulta de los poderes públicos. En 1938 esta Junta se transforma en Academia Nacional de la Historia, por decreto del entonces presidente Agustín P. Justo, lo que acentúa su carácter oficial. Tres años antes de este hecho se constituye en nuestra ciudad un Centro de Estudios Históricos, antecedente de la actual Junta Provincial de Estudios Históricos, una de las instituciones académicas más antiguas que aún existen en Santa Fe.

Un grupo de hombres reunidos por el objetivo común de la investigación histórica, tal como se la entendía en ese momento y dispuestos a legitimar un espacio para hablar del pasado, dieron origen a la Junta un 8 de junio de 1935 cuando se reunieron Manuel Cervera, Salvador Dana Montaño, Angel Caballero Martín, José María Funes, Clementino Paredes y Félix G. Barreto en el salón principal del Archivo Histórico de la provincia y dejaron constituido el Centro de Estudios Históricos, que nombró al abogado Manuel Cervera como presidente. La Junta se transformó, así, en un espacio que legitima el pasado y sus miembros, la mayoría de ellos abogados, emprendieron la tarea de producción privilegiando lo heurístico, es decir, la búsqueda y reunión de los documentos para su transcripción, sin avanzar en la interpretación de los mismos. Haciendo referencia a esto, expresa Salvador Dana Montaño: "Cualquiera de los períodos precitados comprende el estudio de un sinnúmero de hechos y de documentos, cuya sola reducción orgánica al papel, cuya sola transcripción demanda incontable tiempo, gastos y dificultades". La conformación de la Junta no es un hecho sólo local, por ese entonces van apareciendo en otras capitales de provincia juntas similares, que establecen comunicaciones entre ellas.

Al Centro se incorporaron más tarde otras personalidades y se fijó como lugar de reunión el Archivo Histórico, en la dirección de 9 de Julio 1821, hasta junio de 1936 en que comenzó a reunirse en la biblioteca particular del Dr. Cervera. El mismo día de su traslado cambió el nombre por Junta de Estudios Históricos.

Las actividades desarrolladas por esta institución son variadas, pero desde el primer momento su objetivo primordial fue la publicación de una revista con "artículos, disquisiciones, documentos, etc. y hasta con obras históricas de sus componentes", según expresa su libro de actas. La primera revista apareció en 1936, comenzándose allí la publicación de los "Apuntes para la historia de Santa Fe" de Urbano de Iriondo, obra agotada desde tiempo atrás. En junio de 1942 el gobierno provincial la reconoció mediante decreto Nº 5965 como "órgano oficial de los estudios que le son propios", trasformándola así en Junta Provincial de Estudios Históricos y acentuando su carácter oficial, tal como sucediera con la Academia Nacional, hecho al que ya hiciéramos referencia.

Manuel Cervera, como su primer presidente, se abocó a la conservación y difusión del rico caudal documental referido a la historia de Santa Fe. No sólo se preocupó por la creación de esta Junta, sino también por organizarla, darle bases legales y difusión en el medio provincial y nacional, llevándola a ocupar un lugar destacado entre las entidades académicas argentinas.

El 18 de julio de 1943 la Junta cambió de sede y sesionó por primera vez en calle 9 de Julio 1584; conservó este domicilio hasta su traslado al Archivo Histórico Provincial en 1947, ahora en calle Gral. López 2794, según lo dispusiera un decreto del Poder Ejecutivo. La difusión de la Historia, tema hoy de candente debate, es algo que preocupó a sus miembros desde siempre; por eso la Junta tuvo desde 1961 a 1964 un espacio radial, "Del pasado santafesino" donde los miembros de número abordaban quincenalmente diversas temáticas históricas; estos micros posteriormente fueron recopilados y publicados en la Revista.

En 1975 se consiguió la Casa de los Aldao, en calle Monseñor Zazpe 2861/63 para sede y comenzó a sesionar allí desde el año siguiente. Después de casi 50 años de gestiones, se obtuvo el dictado de la Ley Provincial Nº 9340, que organizó definitivamente a la Junta como entidad académica. En el artículo Nº 1 de esta ley dice "La Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe tiene por objetivo congregar a las personas más representativas de la provincia en lo que hace al cultivo de la ciencia histórica, con el fin de promover y difundir su estudio".

Alejandro Damianovich, al referirse a sus cinco primeros presidentes expresa: "La diversidad ideológica que sustentan sus obras y su accionar marca el pluralismo que ha caracterizado a la corporación. El hecho de que solamente Funes y Federico Cervera fueran santafesinos, indica también una apertura que supera conocidas mezquindades localistas. La circunstancia de ser únicamente Funes miembro de una familia tradicional santafesina pone asimismo a la Junta más allá de ciertas y no menos conocidas exclusiones sociales, ya que predomina entre ellos, como entre los miembros en general, la pertenencia a la clase media...".

El Archivo General de la provincia

Una de las instituciones fundamentales para la investigación histórica es el Archivo General de la provincia, lugar de consulta obligada del historiador y de preservación de la documentación provincial. El Archivo General de la provincia adquirió en 1921 su fisonomía institucional al crearse la Biblioteca de la Casa de Gobierno que pronto pasó a ser Biblioteca y Archivo Histórico de gobierno.

En 1961 a raíz de una ley provincial se transformó en Archivo General, único repositorio de la provincia destinado a la conservación de la documentación del Poder Ejecutivo. La documentación que custodia es heterogénea ya que es de diversa procedencia, aunque siempre producida en el ámbito provincial.

En 1979 se crearon dentro del Archivo General los Archivos Histórico e Intermedio, distinguiéndose ambos por los plazos de la documentación que conservan: el primero guarda documentos históricos de más de 30 años de antigüedad y el segundo, los fondos documentales que poseen entre 15 y 30 años.

También es preocupación permanente del Archivo Provincial informarse sobre los papeles privados de valor histórico existentes en poder de particulares, para que los interesados puedan conocerlos y hacer uso de ellos.

Este archivo fue organizado por Félix Barreto, uno de los miembros fundadores del Centro de Estudios Históricos, y entre sus antiguos directores podemos nombrar a José M. Funes, Andrés Roverano (1925-1978) autor de obras de divulgación histórica como "Santa Fe la Vieja" y "Santa Fe de Antaño" y Catalina Pistone (1930-2000), primera mujer directora del Archivo, presidenta de la Junta Provincial de Estudios Históricos y académica correspondiente de la Academia Nacional de la Historia.

La Universidad Nacional del Litoral

El mundo académico local, en la actualidad, se encuentra bien estructurado, en el sentido de la autonomía universitaria, cátedras concursadas y relaciones estables con instituciones nacionales y extranjeras. La Dra. Teresa Suárez, de la Facultad de Humanidades y Ciencias, afirma que el retorno a la democracia impuso una renovación a las universidades, al ser normalizadas con pautas generales que se tienen que cumplir en todas, como ser concursos docentes, organización y participación en congresos; por ejemplo, dentro del ámbito que nos ocupa, las Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Según Suárez en la ciudad de Santa Fe "La reorganización después del comienzo de la democracia hace consciente que no tenemos historia ni ciencias sociales". Dentro del ámbito de la UNL, la investigación, entendida como todo el proceso y no sólo la transcripción de documentos, se daba en Rosario, "el profesorado en Santa Fe tampoco consideraba, por no tener licenciatura, que la historia era una incumbencia de la carrera". Hacia el año 1983 comenzaron a aparecer subsidios para investigación, evaluación de los proyectos, el dictado de seminarios con especialistas de otras partes del país y del mundo, carreras de posgrado, etc., es decir, toda una serie de síntomas que evidencian un crecimiento importante.

Hay que destacar que la investigación histórica no es privativa de la actual Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL, donde se cursan las carreras de profesorado y licenciatura en Historia, sino también de otras Facultades como Arquitectura y Derecho que también tienen sus equipos de investigadores en historia. Buscándose una articulación con instituciones que poseen repositorios o con aquellas que son del sistema educativo.

La UNL tiene distintos proyectos de investigación, pero estos proyectos no monopolizan la historia ya que también hay investigación dentro del ámbito de las cátedras, como así también inter-cátedras e interuniversitarios, con equipos en los que intervienen estudiantes y graduados, es decir proyectos mixtos para "dinamizar la investigación" con encuentros anuales para difusión de los distintos estudios en perspectivas históricas abiertas y con equipos interdisciplinarios.

Hay diversos centros de investigación en los que intervienen distintas cátedras y facultades y una variedad de revistas que son publicadas por la universidad, que se convierten así en el órgano de difusión de estos ámbitos de producción. Según Suárez: hoy los profesionales de la historia son los que hacen "el oficio en todos los campos del oficio", en investigación y en docencia simultáneamente. "El oficio se discute y se pone constantemente en debate con otros", en espacios que tienden a reproducirse en su ámbito natural: el aula.

A manera de cierre

Un síntoma alentador y saludable es que espacios tradicionalmente corporativos y cerrados parecen estar abriéndose, aceptando y discutiendo los trabajos que se producen en otros lugares; superando el exceso de "academización" del conocimiento histórico que durante muchos años estuvo manejado por círculos "encapsulados" que en general se preocupaban poco por la difusión de este conocimiento más allá de las revistas académicas especializadas leídas por grupos restringidos.

Esta breve mirada a los hacedores de nuestra historia es una lectura entre otras posibles ya que como cualquier mirada que se realiza a través de la ventana de la realidad está mediatizada y filtrada por la lente de quien lo ve.

Facultad de Historia de la Universidad Católica (*)

En el seno de la Universidad Católica de Santa Fe, nace la Facultad de Historia, por Disposición del Consejo Académico en abril de 1959, como Escuela de Historia. Primero en forma independiente y luego unida a la de Letras y Filosofía, comenzó funcionando en la Planta Alta de un edificio ubicado en calle San Martín 1363.

Convertida en Facultad, su primera decana fue la Sra. María Inmaculada Puppo y el vicedecano el Dr. Adolfo Mascoperito.

La primera promoción de egresados, con un plan de estudio de 5 años, recibía el título de Profesor en Historia, para la Enseñanza Media y Superior, especializado en Historia Argentina y Americana.

Desde sus inicios, la estrecha vinculación de docencia e investigación se tradujo en la creación, en 1965, del "Instituto de Investigaciones Históricas", dedicado a la investigación y producción historiográfica.

Nacido bajo la dirección del Dr. José López Rosa, estuvo integrado por un numeroso grupo de alumnos. Con cierta continuidad, recibió un nuevo impulso a partir del año 1984 bajo la dirección de la Prof. Amelia Galetti y la Prof. Isabel Copes, con la concreción de proyectos de investigación referidos a "La Historia Política-Institucional de Santa Fe".

Trabajos como los del Dr. Américo Tonda y del Dr. José Luis Avila ponen de manifiesto la trascendencia de esta Unidad Académica.

En el año 1972 y durante la gestión del Dr. Leo Hillar Puxeddu, se apruebó un Nuevo Plan de Estudio, por el cual se estableció el Profesorado de Enseñanza Media y Superior en ciclos de separados y la Licenciatura como carrera de posgrado.

No pudiendo resistir los embates de una crisis que le impedía su continuidad institucional, despidió a sus últimos egresados en el año 1989.

(*) Por Mercedes Valdés de Cristina