A un año de la muerte de Axel Blumberg

Se ha cumplido el primer aniversario de la muerte de Axel Blumberg. El desgraciado acontecimiento será recordado por sus familiares y una mayoría de la sociedad que se sensibilizó con el drama de la familia y que, al mismo tiempo, está seriamente preocupada por el crecimiento de la violencia delictiva.

En su momento, la tragedia provocó una masiva movilización de la sociedad. El señor Blumberg se puso al frente de esta tarea y desde un principio se definieron algunos objetivos básicos orientados a asegurar un más eficaz funcionamiento de la Justicia y de las fuerzas de seguridad.

Las concentraciones públicas fueron masivas y pusieron en evidencia que sectores mayoritarios de la sociedad estaban seriamente preocupados por la inseguridad y la impunidad. Los dirigentes políticos, los funcionarios gubernamentales y los líderes sociales expresaron su sorpresa, su asombro e inquietud por un proceso que no controlaban y que, en cierta manera, los cuestionaba a ellos.

Blumberg se esforzó por imprimirle a su actividad un tono racional y moderado. Nunca aprobó la justicia por mano propia, la pena de muerte ni cualquier solución que no estuviera prefigurada por las leyes o el ordenamiento jurídico. En lo fundamental, sus planteos fueron importantes, correctos y obligaron a los gobernantes a esmerarse por empezar a hacer las cosas bien.

A un año del asesinato de Axel, habría que preguntarse si los objetivos planteados por su padre se han logrado o están en camino de lograrse. Por lo pronto, el señor Blumberg en estos días ha expresado su satisfacción por lo que se ha hecho. Simultáneamente, ha advertido que queda mucho por hacer y mantiene, por lo tanto, intacto el compromiso ante la memoria de su hijo para seguir trabajando en la misma dirección.

En otro tramo de sus declaraciones, ha reiterado sus críticas a los políticos y los jueces que en su momento no hicieron lo que correspondía o lo hicieron de la peor manera. La crítica incluía a la complicidad de algunos policías con los asesinos de Axel. Digamos que, a la hora de hacer una evaluación parcial por lo que se ha hecho, el balance debe ser optimista gracias al coraje civil de Blumberg, a su empecinada voluntad o a su inconsolable dolor. La movilización de masas que alentó con sus actos objetivamente ayudó a mejorar la calidad de las instituciones, más allá del oportunismo de algunos o la demagogia de otros. Jueces, comisarios, ministros, jefes de policía y políticos se vieron obligados a colocar el tema de la seguridad en el centro de sus preocupaciones.

No faltaron quienes acusaron a Blumberg de las peores cosas. Desde fascista a militarista, desde autoritario a reaccionario, todas las imputaciones le fueron atribuidas por quienes se resistían a aceptar la legitimidad de sus actos y la independencia con que pretendía llevarlos a cabo.

Blumberg soportó las críticas y las acusaciones con sobriedad. Si no lo sabía, lo aprendió en este año: el esfuerzo por comprometerse en el espacio público es siempre resistido por quienes ven en este acto un peligro a sus privilegios, una recusación a su pasividad o a sus errores o, simplemente, una reducción a sus cuotas reales o simbólicas de poder.

A un año de sucedida la tragedia de Axel, sin duda queda mucho por hacer, pero lo que se ha hecho no es poco. La seguridad no es el único tema que preocupa a los argentinos, pero es uno de los principales. En realidad, habría que decir que sin seguridad no es posible pensar lo social y la convivencia civilizada. La seguridad no es la única reivindicación a lograr, pero si ella falta, convengamos que todas las demás reivindicaciones carecen de sentido o están puestas en tela de juicio.

Blumberg ha dicho que en su momento le hizo una promesa a la memoria de su hijo, la de trabajar sin desmayo para que lo que le ocurrió a él no suceda nunca más. El objetivo es ambicioso, pero, a juzgar por lo que se ha hecho en este primer año, bien puede decirse que el juramento lo ha cumplido o lo está cumpliendo.