Familia Vara
Una promesa cumplida
Francisco Vara Martín y Flora Rodríguez Fonseca son un matrimonio de españoles que viven en Rafaela. Se conocieron en su pueblo natal, Zamora. Él viajó a Argentina y prometió juntar dinero para que ella lo acompañara. Se casaron por poder, a la distancia. Hoy tienen una familia con dos hijas, cuatro nietos y un bisnieto.

Mariana Rivera

Una mañana sonó el teléfono en nuestra redacción. La comunicación provenía de Rafaela. Juan Pablo González llamó a De Raíces y Abuelos porque quería cumplir un sueño que tenían unos amigos: querían contar su historia personal porque eran inmigrantes, otros tantos de los que debieron dejar las tierras que los vieron nacer.

"Mis amigos españoles Paco Vara Martín y Flora Rodríguez Fonseca llegaron a la Argentina hace 40 años provenientes del pueblo de Zamora. Yo escribí por ellos la historia de sus vidas, como una forma de homenajearlos y en base a los recuerdos y las anécdotas que ellos tienen de aquel viaje a América", relató González.

Tenía mucho entusiasmo porque se publicara esta historia porque le parecía muy original lo que contaba su amigo como experiencia personal: como ocurría a principios del siglo pasado, cuando sólo venía el novio a buscar un mejor vivir para la futura pareja en otro país, ambos se casaban por poder y luego -una vez el hombre estaba establecido y con trabajo- mandaba a buscar a su esposa. Paco pasó por algo similar y cumplió la promesa que había hecho a Flora.

Juan Pablo González comienza el relato de la siguiente manera: "Vinieron de España. Allí, en el pueblo de Zamora, se habían conocido siendo niños. Cuando pasaron los años, él -Francisco Vara Marín, Paco- decidió venirse a la Argentina, donde un tío suyo se había instalado con una tienda en la ciudad de Rafaela. Antes de venir, Francisco (Paco) le había prometido a Flora, su novia, que la iría a buscar en cuanto consiguiera algunos dineros. Ella había sido el amor de toda su vida y esa promesa debía cumplirla. Esta es la historia de estos inmigrantes que aquí, en la Argentina, consiguieron hacer su hogar, tener hijos, que posteriormente les dieron nietos. Esta es una historia de raíces y abuelos".

Y continúa: "Esta es la historia de Francisco y Flora. Ya desde niños eran novios en el pequeño pueblo de Zamora. Gente de condición humilde, se dedicaba a tareas rurales: el padre Domiciano salía todas las mañanas a trabajar al campo. Su esposa, Delfina Martín, se quedaba haciendo las tareas de la casa y cuidando de los hijos: Francisco (el mayor), Paz (la única hija mujer) y Luis (el menor, amigo de Juan Pablo González). Eran tiempos difíciles".

Una mañana llegaron a la casa unos guardias civiles, que es la Policía de España, y les dijeron que buscaban al padre. Tenían que llevarlo al pueblo por "una cuestión de papeles" y que luego volvería. No volvió nunca más. Después se enteraron que esa noche lo habían fusilado en el paredón del cementerio por su condición de opositor al gobierno.

Destino: Rafaela

La madre quedó sola con sus tres hijos pequeños y haciendo sacrificios logró sacar adelante la familia. Tenían un pariente en Rafaela (provincia de Santa Fe) y entonces Paco decidió venir para Argentina. Juntó dinero y se lo envió a Flora para que ella viniera también. Paco vino en barco, llegó a Buenos Aires y posteriormente a Rafaela, donde su tío le consiguió un trabajo como dependiente de la tienda "Los Vascos".

"Paco era muy diligente y enseguida se hizo apreciar -continuó González. Pacientemente juntó el dinero como lo había prometido y pudo cumplir con su novia Flora, con quien ya se había casado por poder. El viaje de Paco había estado lleno de inquietudes. Posteriormente llegó Flora.

Esta forma de relación era muy común en esos tiempos. Paco recuerda emocionado cuando arribó al puerto de Buenos Aires ese buque que traía las jovencitas que venían a unir sus destinos con los muchachos que las esperaban. Pañuelos que se agitaban, lágrimas, gritos, unos momentos inolvidables. Una nueva vida los esperaba, ellos estaban llenos de esperanzas y sueños.

Juntos y en tierras extrañas

Como a todos los inmigrantes, los primeros tiempos les fueron difíciles a Paco y Flora. Habitaban una casa cuyos fondos daban a los del ferrocarril Córdoba. Había un gran terreno adonde pudieron hacer una quinta y hasta tener animales. Llegaron a tener un ternero.

Siempre trabajando con la nostalgia de la patria lejana, un día se les anunció la llegada de la primera hija: Ana María y luego de Carmen. Paco trabajaba ardientemente, de la mañana a la noche. Flora lo acompañaba y ya se habían hecho la casa propia y tenían un almacén.

Francisco se había independizado y se había instalado una zapatería en un local junto a la terminal de omnibus. Paco y Flora participaban de la vida social integrando la comisión directiva de la Sociedad Española, y concurrían a fiestas y agasajos de la colectividad.

Recuerdos del viaje tras una ilusión

Tal como Paco le había prometido a Flora -recuerda González en el escrito que mandó desde Rafaela- le fue enviando el dinero para que ella pudiera venir a la Argentina. Él la esperaría en Buenos Aires. Ya estaban casados, lo habían hecho por poder, al igual que gran cantidad de otros jóvenes que venían tras una gran ilusión.

Los novios traían a estas muchachas para iniciar una nueva vida. Paco no puede olvidar lo que fue la llegada de aquel barco: cientos de jovencitas agitando sus pañuelos, gritando el nombre de quien -a partir de ahora- sería su compañero para toda la vida.

Paco y Flora recuerdan la patria de origen, donde quedó su madre y otros familiares, pero reconocen que en la Argentina lograron la tranquilidad y el bienestar que pretendían. Trabajaron duro y consiguieron juntar dineros para volver a España, a su Zamora natal, para visitar a la madre de Paco.

Gracias a Dios y al trabajo pudieron ir varias veces (esta vez en avión, aclara González), incluso en uno de los viajes pudieron llevar a las hijas para que conocieran a aquellos parientes españoles.

Homenajes

Por último, el rafaelino escribe que "el amor y los recuerdos de la patria hicieron que Paco y Flora cultivaran la amistad con sus connacionales, a tal punto que Paco llegó a presidir la Asociación Española".

También cuenta que su mayor objetivo era construir un monumento celebrando los quinientos años del descubrimiento de América. Se organizó una fiesta muy importante en Rafaela, que contó con la visita de distintos cónsules.

"Francisco Vara Martín, aquel muchacho que había llegado un día de su España natal, lleno de nostalgias pero con muchas esperanzas de salir adelante, fue el encargado de pronunciar el discurso alusivo, que los presentes aplaudieron llenos de emoción. A su lado, Flora, aquella muchacha que vino solita para encontrar a su compañero para toda la vida, también lo acompañaba. También estaban sus hijas, que habían nacido en esta tierra donde habían echado raíces", concluyó.