Editorial

La huelga en el hospital Juan Garrahan

Los trabajadores no médicos del hospital Juan P. Garrahan decidieron finalmente levantar las medidas de fuerza que vienen implementando con diferentes modalidades desde hace cuatro semanas. De aquí en más los dirigentes gremiales abrirán un compás de espera en donde lo determinante será la negociación en el marco establecido por el Ministerio de Trabajo y la ley. Como toda negociación, seguramente las partes involucradas no lograrán sus objetivos de máxima, pero queda claro que los trabajadores lograrán un significativo aumento salarial.

Los ejes a discutir de aquí en más girarán alrededor de la recomposición salarial que garantiza un aumento remunerativo de 300 pesos, la jerarquización de la carrera de enfermería y la mejora en las condiciones físicas y edilicias en donde se desarrollan las labores.

Hasta aquí el desarrollo de los acontecimientos no varía en lo fundamental a otros conflictos sindicales. Pero en lo que importa detenerse en este caso es que la huelga se desarrolla en el ámbito de un hospital de niños, uno de los más importantes de la Argentina. Precisamente, la muerte de un chico parece haber sido la causa que obligó a los excitados dirigentes gremiales a deponer el paro salvaje iniciado en nombre de reivindicaciones salariales. Si bien los delegados sindicales aseguran que el fallecimiento del niño era inevitable por las características de su enfermedad, no queda claro si la desatención y el clima de irregularidad creado por la medida de fuerza no precipitaron el fatal desenlace. Al respecto habría que decir que no queda claro y que existen buenas razones para sospechar que la muerte del niño se debió a las desatenciones provocadas inevitablemente por las medidas de fuerza.

A la muerte de este niño se suman los reclamos de padres de internados, como fue el caso de la señora Miriley Barrios Ayala, madre de una niña de dos años que sufre cardiopatía congénita y se vio obligada a presentar una denuncia judicial porque la operación programada debió suspenderse en tres ocasiones. No hace falta ser un experto en salud para entender que la suspensión de una intervención quirúrgica pone en riesgo la salud y la vida del paciente.

Lo más significativo de todo es que el gobierno y las centrales sindicales demostraron buena voluntad para dar una respuesta a los reclamos de los trabajadores del Garrahan. Sin embargo, los dirigentes sindicales locales, ávidos de protagonismo y de acelerar su carreras como burócratas gremiales, no vacilaron en persistir con la huelga, desentendiéndose de hecho de las consecuencias de su accionar.

Se sabe que en ciertos lugares de trabajo las medidas de fuerza están acotadas por los riesgos que ellas ocasionan. Esta verdad elemental parecen no entenderla los delegados gremiales del Garrahan, quienes, por el contrario, actúan transformando a los pacientes -los niños en este caso- en rehenes de sus reclamos. Los resultados de esta estrategia están a la vista; cada uno puede sacar las conclusiones sobre este accionar, sobre esta suerte de chantaje que se ejerce sobre las autoridades.