Cartas a la Dirección

La risa, remedio infalible

Señores directores: En reiteradas oportunidades he leído, sobre todo en una famosa revista, que la risa es un remedio infalible. Coincido totalmente con esa filosofía, y además, creo que la mayoría de las personas bien nacidas y con un cierto grado de moral debe pensar lo mismo. Pero, he aquí la paradoja: ¿cómo arrancarle una sonrisa a un niño que tiene hambre, con frío que se siente desprotegido, angustiado, desilusionado y, además, discriminado por la sociedad?

No es difícil darse cuenta de que su único futuro es el camino de la delincuencia como casi la última alternativa de supervivencia, en tanto y en cuanto no cambiemos el libreto de los poderosos, de aquí y de muchos otros países, que sólo manejan la economía a la conveniencia de una determinada casta social, entre quienes -dicho sea de paso- se suceden en el poder sin solución de continuidad.

Tampoco escapamos a esta terrible contingencia los jubilados que, en la inmensa mayoría, vivimos pensando cómo gastar menos en comida, en luz, en teléfono, en medios de información, en vestimentas, en confort, etcétera. Y rogar a Dios que sobre algo para los remedios. Es decir (parafraseando un tango famoso), gambeteando la pobreza.

Señores: la risa no se compra ni se vende, la risa es un gesto que brota espontáneamente en los seres humanos cuando su espíritu se siente colmado de placeres y alegría, liberado de necesidades insatisfechas y con la tranquilidad espiritual que merece un ser humano, aun siendo de condición humilde. De manera que, para reunir todos estos factores, habrá que repartir mejor "la torta". De no ser así, la risa será sólo patrimonio de un determinado sector.

Y si es realidad que la risa es un remedio infalible, demos por descontado que a esta altura ya más de la mitad de los argentinos no tenemos cura.

Atilio F. Giordano.

DNI 3.170.184. Ciudad.

Cuánto conformismo, cuánta resignación

Señores directores: No hay sociedad más dispar que la que vivimos los argentinos, mientras una gran parte se revuelca en la miseria, la otra hace connivencia con el poder, alimentándose con los mendrugos que le tiran.

Antes, cantábamos la marcha del trabajo unidos por el amor a Dios, hoy, divididos, nos conformamos con la resignación. ¿Es que hay dos clases de argentinos? Podríamos decir que sí y se nos distingue a la legua, no se necesita ser demasiado inteligente para notar lo que nos pasa, salta a la vista con sólo ver lo acontecido día a día.

Sin ir muy lejos, tenemos como ejemplo personas que compartieron hasta la escolaridad con nosotros mismos y de una clase media como la nuestra. Bastó con entrar en la política, ejerciendo cargos más o menos importantes, para que al término de pocos años, se transformaran en ricos potentados, sin haber sido favorecidos por ningún juego de azar y algunos ostentando títulos universitarios, sin haber concurrido a la facultad.

íCuánta desigualdad reina en nuestro país, cuánto conformismo, cuánta resignación! íCuán poca solidaridad entre nosotros mismos!

Pedro Rudesindo Sgarbossa. LE: 6.336.354