Cuatro universidades organizaron una jornada
Ciudad y catástrofes: un debate necesario

Rodeada de ríos la ciudad tuvo su peor catástrofe hídrica en abril de 2003. La gestión de riesgo se volvió, desde entonces, tema permanente de jornadas y debates. Foto: Archivo El Litoral.. 

Ajustar conceptos, vincular conocimientos, volver visibles a los sectores más expuestos al riesgo, y aportar a una discusión que comprometa a la gestión pública en una mejor planificación fueron algunos objetivos de la actividad.

Por Nancy Balza

Incorporar la variable riesgo en la planificación; que el riesgo no sea sólo un tema sino un elemento transversal al ser humano y al desarrollo; hallar mecanismos que permitan vincular el conocimiento académico con los saberes de la comunidad, aportar a una mirada interdisciplinaria sobre el problema, incluir el concepto de catástrofe a la agenda pública y política. Éstas y otras conclusiones surgieron del debate que el viernes por la tarde se desarrolló en la Universidad Católica de Santa Fe, en la primera parte de las jornadas sobre La ciudad y las catástrofes que organizaron, junto a esa casa de estudios, la Universidad Andrés Bello (Chile), la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad Católica de Córdoba.

Luego de las palabras de bienvenida a cargo de Gerardo Galetto, rector de la UCSF, de Ricardo Rudi, decano de la Facultad de Arquitectura de esa casa de estudios y de Jorge Francisco Liernur (Torcuato Di Tella) comenzó el primero de los paneles: "Ciudad, catástrofe y sociedad", a cargo de la docente e investigadora santafesina Blanca Fritschy, el experto venezolano Alejandro Linayo y el sociólogo Máximo Lanzetta.

La catástrofe hídrica de abril de 2003 también estuvo presente en la jornada. Aunque no de manera excluyente, sí para repasar conceptos básicos como "amenaza", "vulnerabilidad", "desastre" y el necesario componente de planificación que debe acompañar toda política. Las condiciones que precedieron al 29 de abril, tanto naturales (precipitaciones más altas que las habituales) como sociales (concentración poblacional en zonas inundables) también fueron expuestas en el panel, para concluir en la necesidad de reflexionar sobre la planificación, el conocimiento del riesgo y el estudio de la mitigación.

Problemas no resueltos

"Mientras más nos alejamos de la última catástrofe, más nos acercamos a la próxima", advirtió Alejandro Linayo, experto venezolano quien particularizó en su país para reflexionar sobre la importancia de sostener en el tiempo el interés político y social por el tema.

Venezuela está marcada por tres amenazas: sísmica, hidrológica y geomorfológica, explicó Linayo y profundizó en el deslave de Vargas que en diciembre de 1999 dejó miles de víctimas. Pero puntualizó en aquella tragedia para aportar en definiciones más generales: "No son los ríos y las quebradas los que se llevan las casas por delante, sino que las casas son las que se llevan por delante a los ríos y las quebradas". Y avanzó en que, si bien el desencadenante puede ser natural, "los desastres no son naturales, son riesgos no manejados, problemas no resueltos del desarrollo"

Linayo planteó algunos interrogantes: ¿hacia dónde deben ir las ciudades en función de las amenazas que tienen? ¿Qué permite que el riesgo se construya? Para concluir en que "hacer gestión de desastre es hacer gestión de sociedad". Y en la concreción de esas acciones expuso como el "deber ser" la interacción entre organismos de respuesta, actores sociales (con roles asignados a la comunidad), instituciones del desarrollo que transversalicen el concepto de riesgo y actores del conocimiento que producen la información necesaria.

En el otro extremo, evaluó que el "modelo a vencer", es la hipertrofia del aparato de respuesta, la escasa vinculación del conocimiento científico con la realidad local, y el desconocimiento de prioridades en la comunidad.

Un aporte ineludible

El sociólogo Máximo Lanzetta, subsecretario de Desarrollo Sustentable de la Secretaría de Política Ambiental de la ciudad de Buenos Aires, cerró el primer panel desde el aporte de una disciplina que históricamente no tuvo participación en el tema y sin embargo es fundamental para comprender, como él mismo dirá (ver aparte) la dinámica social.

Profundizó en el concepto de riesgo cuyos orígenes se ubican en la modernidad, concretamente con el terremoto de Lisboa de 1755 y la ruptura con las creencias asociadas a una visión providencial de los hechos. Y aportó conceptos de riesgo decisional, analítico y percibido, para reflexionar en el eje del proceso de decisión: ¿con cuánto riesgo queremos vivir?

La jornada del viernes culminó con la presentación de tres experiencias concretas de Ciudades vulnerables y reconstrucción: San Juan, Buenos Aires y Resistencia. Culminó el sábado con exposiciones acerca de las Manifestaciones de la catástrofe desde una perspectiva estética, a cargo del grupo local Matecosido, de Buenos Aires.

¿Por qué una gestión de riesgo?

"El riesgo es un proceso, una película, y el desastre es como una fotografía". El Lic. en Sociología Máximo Lanzetta distingue ambos conceptos y explica por qué: "Si tenemos riesgo es porque sabemos que, en algún momento, el evento adverso va a suceder; la fuerza del evento adverso materializado en desastre tendrá que ver con cómo hemos gestionado el riesgo. Si hemos trabajado para reducir la vulnerabilidad de la población, el desastre va a ser de menor cuantía; si no hemos trabajado en vulnerabilidad y exposición, el resultado será de mayor cuantía".

- La vulnerabilidad, ¿siempre está asociada con la pobreza?- No necesariamente. Sin duda, la pobreza hace a las condiciones de vulnerabilidad. Pero, en realidad, es un estado de debilidad para poder amortiguar un evento adverso. Generalmente, la gente pobre tiene menos condiciones para amortiguar ese efecto porque está localizada en los espacios peor ubicados, por ejemplo, en áreas inundables, ya que no tiene acceso al mercado de tierras y vive donde puede. Donde puede es una tierra con bajo valor y por algo es indeseable y no ingresa al mercado de suelos. También es cierto que el pobre, cuando está mucho tiempo en un lugar, desarrolla mecanismos de adaptación al medio (Lanzetta asimilaba esta situación a zonas ribereñas de Buenos Aires). Y cuando llega alguien nuevo a ese lugar, que puede ser de clase media, y no tiene ese capital cultural de adaptación, suele suceder que el pobre está mejor adaptado, construye su vivienda precaria en altura, mientras que el de clase media construye su chalet en el área inundable. Cuando llega la inundación, el pobre está en su vivienda de altura, aislado pero seguro, y el de clase media tiene los muebles en el agua y ha perdido todo. - ¿Es reciente la incorporación de las ciencias sociales en temas tradicionalmente técnicos y propios de las ciencias duras?- En general, estos temas han sido dominados por las ciencias duras, por ingenieros, tecnólogos y, poco a poco, se han ido incorporando otras disciplinas absolutamente necesarias. El campo del conocimiento se fue abriendo en forma paulatina y creo que es una ciencia que tiene para aportar, a la temática del riesgo, la dinámica social. Por ejemplo, respecto de cómo se vinculan los actores sociales; que no solamente hay población sino que está segmentada, organizada, con conocimientos diferentes, capacidades económicas distintas. También hay que incorporar la dimensión institucional, si tenemos instituciones débiles para hacer frente a la gestión del riesgo, como suele suceder en América latina o países del Tercer Mundo. Entonces, esa debilidad también tiene que ser contemplada para no quedarnos sólo en el deber ser que después nadie ejecuta.

Alejandro Linayo

forma parte, como consultor permanente, de una mesa ejecutiva integrada por ministros y referentes de primera línea para definir cuestiones como la transversalización del concepto de riesgo, su incidencia en procesos de desarrollo y en la planificación del presupuesto. En su opinión, los desastres son "ventanas de oportunidades" en términos de planificación estratégica. "En Venezuela se abrió esa ventana, la tarea es decidir qué podemos hacer".