Artesanas de la Cuña Boscosa

Tejedoras de ilusiones

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El hilado y el tejido artesanal enlazan las ilusiones de las familias rurales del norte santafesino. El proyecto Lanas de la Cuña implica el esfuerzo de pequeños productores de la región para mejorar su calidad de vida con una actividad alternativa. Los productos ya se conocen en Santa Fe y Buenos Aires.

Orgullo. Ésa es la palabra que brota con frecuencia de boca de las mujeres de la Cuña Boscosa. Mujeres que nacieron al abrigo del monte y aprendieron a vivir de lo que el monte les da. Mujeres de familias que anidaron en el bosque de quebracho colorado y que hoy proyectan desde su lugar.

Esas mujeres del norte santafesino son la savia de una idea que crece desde la raíz. Varias de ellas se agruparon en un emprendimiento productivo llamado Lanas de la Cuña Boscosa, basado en el hilado y el tejido artesanal con materia prima abastecida por la actividad de las propias familias: la cría de ovejas.

"Esto nos pone orgullosas porque sabemos que estamos haciendo algo que producimos nosotras y que es para nosotras", dice la hilandera Delia. Ella, acompañada por otras mujeres, participó el año pasado del encuentro "Crece desde el pie", que se realizó en Buenos Aires, donde conoció proyectos que se están desarrollando con la misma impronta en distintos lugares del país. Hoy, Delia muestra orgullosa el reconocimiento que las hilanderas y tejedoras han recibido por lo que hacen.

El emprendimiento Lanas de la Cuña Boscosa agrupa a familias de pequeños productores de esa región y de los Bajos Submeridionales, que se organizaron para hacer crecer esta actividad, acompañadas por los equipos técnicos de Fundapaz, una ONG que desde el año 1973 trabaja en comunidades del norte argentino.

El objetivo es promocionar e incorporar la actividad del hilado y tejido artesanal, rescatando saberes que las familias se han transmitido de generación en generación, para diversificar y mejorar los ingresos familiares. Pero, además, es una tarea que estimula la autoestima en un sector postergado de la comunidad, como lo son culturalmente las mujeres, y permite que los integrantes de la familia trabajen en algo que los mantenga en su tierra en vez de empujarlos a dejar el campo para emigrar a la ciudad.

Los secretos del monte

El hilado y tejido artesanal se están convirtiendo, merced al trabajo de este grupo de mujeres, en una producción alternativa que las llena de orgullo. Lo que producen en la pequeña comunidad de Fortín Olmos ya se vende en la capital provincial y en destacados comercios dedicados a la decoración de interiores y artesanías regionales de Buenos Aires.

Fortín Olmos está enclavado en el corazón de la Cuña Boscosa santafesina, en el departamento Vera. En esta localidad y en otras como Tartagal, Intiyaco, Santa Lucía, Campo Zamo, Km 29, Km 101, El Cerrito y, muy recientemente, en el Km 12, unas 60 mujeres trabajan para revalorizar el oficio de hilanderas y teleras artesanales, que hace muchos años tuvo un impulso importante en la región.

La producción es completamente artesanal. Para el teñido aplican técnicas caseras para la extracción de tinturas vegetales de raíces, cortezas, hojas y frutos de plantas del monte nativo. Algunos colores los crean ellas mismas y muchas han heredado los secretos del teñido de las propias familias.

Delia Pino, de Fortín Olmos, cuenta sus inicios en la actividad y destaca la importancia de desarrollar este trabajo, no sólo en la comercialización de los productos, sino también para el consumo personal. Ella trabaja en el taller El Aromo, que funciona en la localidad desde el año 1964, aunque pasaron por muchas crisis -como las que vivió el país- y la actividad se fue perdiendo. Ahora, con la colaboración y la capacitación de Fundapaz, están revalorizando y volviendo a impulsar el emprendimiento.

La principal necesidad es mejorar los ingresos familiares. Y esta actividad se los permite, puesto que no queda aislada de las demás tareas del campo, sino que está dentro de un plan de manejo de todo el lote. Eso les posibilita realizar un uso adecuado de todos los recursos que tiene la familia a mano.

Otra característica de esta actividad es que es sustentable, porque la materia prima está en el lugar y no daña el medio ambiente, por lo que -a través de una tarea de concientización- quieren promocionarla entre las familias de pequeños productores de la Cuña Boscosa para que diversifiquen su producción.

Quedarse en la tierra

"El proyecto Lanas de la Cuña representa el esfuerzo de familias de pequeños productores para mejorar nuestra calidad de vida. El hilado y el tejido artesanal han cobrado mucha importancia en la vida de las familias rurales, no sólo por lo que ayudan a nuestra economía, sino también porque nos permiten desarrollar habilidades manuales, sentirnos capaces de hacer algo nuevo, poder organizarnos y capacitarnos", explican las mujeres.

"Las abuelas cuentan que antes ellas sabían hacerlo, pero de poco ese oficio se fue olvidando. También recuerdan que, durante muchos años, los compradores que venían de Santa Fe, Rosario y Buenos Aires se llevaban todos los vellones. Con el paso del tiempo se fue perdiendo interés por el bajo precio que se pagaba, muchas familias llegaron a quemar toda la producción en cada época de esquila. Ahora estamos queriendo recuperar ese viejo y noble oficio, ya somos unas 60 mujeres que nos estamos organizando y capacitando para mejorar el hilado y el tejido. Por otra parte, vamos buscando oportunidades para acceder al mercado en condiciones más justas; queremos que nuestro trabajo se valore, se fortalezca esta actividad y que sea una verdadera fuente de trabajo para los jóvenes, así no tienen que pensar en irse a las ciudades".

Por todo esto, "hoy en día, sabiendo que las posibilidades de vivir solamente del monte son muy escasas, con el apoyo de instituciones y programas del gobierno, las familias nos estamos organizando y capacitando para asumir el futuro de otra manera. Estamos descubriendo y valorando otras posibilidades de vida que antes no teníamos en cuenta", señalan las tejedoras.

Mujeres en acción

En el norte santafesino, las mujeres tuvieron una participación activa en la organización de las comunidades y, por ende, en el desarrollo rural. "Somos las que promovimos los grupos comunitarios donde se comenzó a buscar respuestas a los problemas de la producción y del bienestar de la comunidad -destacan-. Durante los últimos 10 años se han gestionado numerosos proyectos para el mejoramiento de los servicios comunitarios, como la provisión de agua, la construcción de salones comunitarios, salas de elaboración y transformación de alimentos, entre otros. Con relación a la producción, las familias se organizaron para realizar planes prediales de manejo. Mejoraron, así, las huertas, la cría de cabras y aves y, a nivel zonal, se impulsó la creación de un pequeño fondo de crédito solidario, llamado Fondo Rotatorio".

La mujer en la familia rural -ya sea esposa, o bien, hijas jóvenes- colabora en las actividades del lote, además de ocuparse de la atención de la casa y del cuidado de los hijos. "Pero también nos hacemos el tiempo para animar la vida de la comunidad y promover acciones entre los vecinos -dicen-. Para mejorar los ingresos de la familia, procuramos incrementar nuestra participación en actividades que nos permiten aprovechar los recursos que tenemos en el campo o en la zona, mediante su transformación y comercialización".

En este sentido, la producción de ovejas es una actividad que muchas familias rurales de la Cuña Boscosa desarrollan. El hilado de lana de ovejas y el tejido al telar tienen una larga historia en toda la zona, sobre todo, en Fortín Olmos, donde hace más de 30 años funciona El Aromo, el taller de telares que produce artesanías de alta calidad.

"Este emprendimiento fue exitoso y estuvo vigente durante muchos años. Un grupo de productores abastecía de vellones a las hilanderas, la lana hilada se vendía a las teleras de la Cooperativa El Aromo y, finalmente, la cooperativa abastecía con sus productos artesanales a comercios de Buenos Aires -comentan las mujeres-. Considerando que esta actividad es importante para el desarrollo de las familias, Fundapaz comenzó a promoverla y a dar apoyo con capacitaciones a las mujeres que teníamos interés en llevarla a cabo".

Saberes que se rescatan

La obtención de colores para las lanas es otro motivo de orgullo para las mujeres que trabajan en este proyecto, puesto que rescatan los saberes que permanecen en las familias, provenientes de antiguas generaciones, y echan mano a lo que la naturaleza les provee.

"Para realizar el teñido de estas lanas, aplicamos técnicas artesanales para la extracción de tinturas vegetales de raíces, cortezas, hojas y frutos de plantas del monte nativo. A algunos de estos colores los inventamos nosotras mismas, probando con varios tipos de plantas, y ahora al secreto se lo pasamos a las compañeras. En cambio, otros las heredamos de nuestras familias, lo que representa un valor cultural que conservar", rescatan.

"Si bien intercambiamos las medidas de los ingredientes de estas recetas, como se hace en forma artesanal, puede haber alguna variación en los tonos logrados. Los productos se hacen con lanas en sus colores naturales o teñidas artesanalmente, procesando componentes naturales. De allí se logran variantes de tonalidades: aromo, cebolla, chañar, guayacán, tártago y quebracho".

Manos al futuro

Donatila Ordoñez es mamá de 2 hijos y se inició en la actividad hace poco más de un año. Destaca que la intención es poder vender afuera de la región los productos que elaboran, y hasta tener un local propio en el pueblo.

Con mucha más experiencia, Eldina Ordoñez cuenta que hacer una colcha en el telar le lleva 2 kilos de lana y unos tres días de trabajo de cuatro o cinco horas por día, lo que demuestra la calidad estrictamente artesanal de lo que producen.

Eugenia Mansilla, otra de las hilanderas, dice: "Vamos buscando oportunidades para acceder al mercado en condiciones más justas, tenemos que seguir luchando para mejorar un precio, queremos que nuestro trabajo se valore, se fortalezca esa actividad y que sea una verdadera fuente de trabajo para los jóvenes, así no tienen que pensar en irse a las ciudades".

Allí están ellas, orgullosas por sentirse productivas. Entre telares, lanas, tapices, colchas, caminos de mesa, alfombras e ilusiones, las mismas que les ponen a cada nuevo emprendimiento.

Colores de aromos

El Taller El Aromo funciona en la localidad de Fortín Olmos desde el año 1964. Nació por el impulso de un grupo de mujeres motivadas por la costura y, posteriormente, una persona cercana a la comunidad llamada Ana María D'Urbano, les cedió un telar a lanzadera que era propiedad de su madre para que las interesadas en seguir con esta tarea, pudieran adquirir práctica.

Más tarde, una artesana cordobesa las capacitó en el uso del telar y especialmente en el llamado "punto criollo".

"Por nuestro taller han pasado personas de reconocida trayectoria, como la salteña Argina de Dergans y la artista plástica Josefina Robirosa, quien durante mucho tiempo nos diseñó tapices, alfombras y otras artesanías para ser confeccionadas en nuestros cinco telares", cuentan las mujeres del Taller El Aromo.

El nombre que las tejedoras eligieron para el taller se debe a una de las plantas del lugar, que se utilizan para hacer tinturas naturales y luego teñir la lana.

"Pasamos por momentos muy lindos -recuerdan-. Vendíamos mucho, pero con la crisis tuvimos que cerrar varios años porque nadie se interesaba por nuestras artesanías. Desde el año 2003, con el apoyo de Artesanías Argentinas y Humos, volvemos a tener esperanzas. Nuestras alfombras, caminos y tapices se venden otra vez en Buenos Aires".

Nos sobran los motivos

Hay valiosas razones que motivan la promoción de esta actividad en las comunidades del norte santafesino:

  • Permite el aprovechamiento de los vellones y la carne ovina, con lo cual se agrega un trabajo adicional a una actividad productiva habitual en la zona como es cría de ovejas.
  • Mejora los ingresos familiares.
  • Favorece el desarrollo de habilidades manuales.
  • Fortalece la autoestima.
  • Promueve la creación de grupos de trabajo.
  • Es una actividad cuyo ciclo se cumple completamente en la zona: producción, transformación y comercialización.
  • Es una actividad sustentable porque la materia prima está en el lugar y no daña el ambiente.
  • Esta actividad no se hace aislada de las demás. Está dentro de un plan de manejo de todo el lote rural, lo que permite realizar un uso adecuado de todos los recursos que tiene la familia a mano.
  • Para saber más

    Para comunicarse con las integrantes del Equipo técnico de Fundapaz y de Santa Fe y los grupos de Hilanderas y Teleras de la Cuña Boscosa Santafesina:

  • Fundapaz Vera: Moreno 1958, tel. (03483) 421037, e-mail: [email protected]
  • Taller El Aromo: Luisa Rodríguez, tel. (03483) 492011; o Luisa Escobar, tel. (03483) 154-9002
  • En Santa Fe, los productos pueden conocerse en un local comercial de la galería Vía Macarena, calle San Martín al 2900.
  • ¿Dónde está la Cuña?

    La Cuña Boscosa Santafesina está ubicada al norte de la provincia de Santa Fe. Abarca los departamentos de Vera y General Obligado, con un total de 1.080.000 hectáreas. Se llama Cuña porque es la forma que adopta el área del bosque chaqueño en su ingreso al territorio santafesino.

    Cien años atrás, esa región era un bosque con una riqueza forestal única en Sudamérica y con una gran variedad de árboles, sobre todo quebracho colorado, especie que fue explotada desde que se instaló en la zona la empresa inglesa La Forestal. Durante 60 años, la firma desarrolló una febril actividad industrial para extraer el tanino, un producto muy apreciado en la industria de la curtiembre.

    Después de que La Forestal levantara toda la estructura que había montado en la zona y emigrara del país, el gobierno de la provincia compró las tierras que habían pertenecido a la empresa y entre los años 1968 y 1972, colonizó la zona. Con esa ley, muchas familias que habían quedado sin trabajo pudieron acceder a la tierra. Pero como a los colonos no se los acompañó con la promoción de alguna actividad productiva ni con la concientización sobre el valor del recurso natural, siguieron talando el monte de manera indiscriminada.

    Los montes quedaron con muy poca madera de valor, lo que afectó fuertemente a la población rural; en especial a los grupos de trabajadores temporarios y pequeños productores.

    "Las familias de esta zona somos casi todas numerosas -explican los integrantes del proyecto Lanas de la Cuña-. En un mismo lote conviven varias generaciones. Esto obliga a la sobreexplotación de los recursos naturales. Los jóvenes trabajan junto con sus padres en el lote y ocasionalmente realizan tareas en otros campos, lo que les permite tener un ingreso propio. La mano de obra familiar no está ocupada permanentemente y no tenemos capacidad para emprender otras actividades económicas. Los precios de la explotación primaria son bajos y las posibilidades de transformación de productos son escasas y recién están comenzando a realizarse".

    Revista Nosotros

    Fuente: Equipo Técnico de Fundapaz y grupos de Hilanderas y Teleras