De Raíces y Abuelos
Familia Spironello
Una vida diferente, un esfuerzo personal
Haber vivido de niño con limitaciones y con la necesidad de trabajar, enseñó al inmigrante italiano Elio Spironello a conseguir con esfuerzo lo que se proponía, para lograr su bienestar y el de su familia.

En nuestra nota anterior de De Raíces y Abuelos -que se publica quincenalmente en esta revista- contamos la historia de la familia Barcarolo, una de las que vinieron desde el norte de Italia para poblar lo que hoy es la localidad de Chajarí, en Entre Ríos. Esta historia es un difícil rompecabezas, que pudo armar Elio Spironello, esposo de una descendiente.

Ahora queremos contar su propia historia de vida. La historia de Elio, un inmigrante italiano que debió venir a la Argentina con sus progenitores y una hermana por "un capricho de mi padre", según observó.

Además de sus orígenes, Spironello relató su fervor y permanente entusiasmo por el trabajo, algo que le enseñó su padre, pero que él decidió tener como guía en su vida. Incluso -confesó-, se convirtió en su "adicción", ya que con 82 años continúa desarrollando actividades en su empresa. También se refirió a algunos otros gustos que son de su interés, como ser radioaficionado o coleccionar recortes de diarios y revistas.

Elio recordó: "Emigramos de Treviso, provincia de Venecia, en Italia, el 30 de setiembre de 1930. Vine cuando tenía 3 años y después tuve un hermano argentino, que ahora vive en Italia. Llegamos a Buenos Aires con la revolución que derrocó a Yrigoyen. En 1927 había venido mi padre, Luis Spironello, y después nos trajeron a nosotros: mi madre, Rosa Gallina; mi hermana Rina y yo".

Un barrio de inmigrantes

La familia Spironello se instaló en una pequeña vivienda que construyó el padre de Elio, ubicada en Iturraspe y San Lorenzo. "Cuando llegamos, no teníamos nada -cuenta ahora-. Mi papá había hecho una casa porque era albañil, entre sábado y domingo. Hizo lo indispensable para que entráramos los cuatro: dos piezas y una cocina".

"En aquella época, en mi barrio parecía que estaba la Liga de las Naciones, porque había rusos, polacos, criollos... Era una zona descampada donde estaban todos los extranjeros juntos. Ahí se fue formando el barrio".

Recordó que "el lugar estaba lleno de lagunas o cavas, que se formaban porque sacaban tierra para las ladrillerías que había en la zona. Tenían unos 15 metros de profundidad y de allí sacaban material para hacer ladrillos. En esas cavas había trabajado el papá de mi señora".

Spironello conserva muchas fotos de esa época, que muestran la fisonomía de un barrio muy desolado, de calles de tierra, donde se concentraban muchas familias inmigrantes.

Una realidad muy distinta

Con algo de pena, mencionó que "yo no vine de lo malo a lo bueno, sino de lo bueno a lo malo, porque donde vivía teníamos comodidades. Acá no había ni luz eléctrica, sólo un candil. No sé por qué se vino mi papá. Hasta el día de hoy no lo entiendo. No conocía el barro allá, en Italia".

Sin embargo, esbozó una hipótesis: "Creo que mi papá vino por capricho a la América. No tenía una buena relación con su hermano, que estaba casado con una hermana de mi mamá. Por eso, cuando tuvo la oportunidad de venir a la Argentina, no lo dudó. A pesar de que teníamos parientes en Buenos Aires con una posición económica mucho mejor, él le fue muy fiel a un amigo ya establecido en Santa Fe y se vino para acá".

Spironello precisó que "mi padre era un ex combatiente de la guerra del '14. Creo que sus reacciones no eran normales después de haber vivido eso y yo sufrí mucho al lado suyo".

Elio concurrió a la escuela Falucho y reseñó que "en Italia había hecho el primer grado y me acuerdo que como las letras son todas iguales me miraban sorprendidos porque sabía leer. Terminé el 6to. grado y después seguí estudiando de noche y trabajando". Y agregó: "También sufrimos bastante porque no entendíamos el idioma, al igual que los rusos y los polacos que ya estaban establecidos en el barrio".

Sacrificios

Spironello comentó que "mi papá trabajaba de albañil. Pero en 1936 esos trabajadores hicieron una huelga. Como mi papá no ejercía otra cosa más que ese oficio, no sabía qué hacer. Por eso, mi mamá -que era ama de casa- tuvo que salir a trabajar de doméstica para poder afrontar los gastos de la familia. Además, a la noche hacía pastelitos y los íbamos a vender a la puerta del cementerio".

Por último, reflexionó que "en nuestro país hubo dos grandes inmigraciones: una hasta 1930 y otra después de la Segunda Guerra Mundial. Los que vinieron antes de la guerra llegaron para trabajar. Otros se instalaron en la casa de parientes que ya estaban ubicados y pretendieron hacer de la noche a la mañana lo mismo. Por eso, muchos se fueron. También influyó el hecho de que, después de la guerra, las reservas se acabaron y las épocas empeoraron para todos".

Enseñanza de vida

Sin embargo, admitió que esa vida con limitaciones le sirvió de enseñanza: "A lo mejor, mi padre hizo bien en ser como era porque, si me hubiera dado todo, hoy no sería lo que soy. Me costó mucho abrirme paso en la vida. Por suerte, encontré una buena compañera y tengo una familia hermosa, incluyendo a los nietos y los bisnietos. Es una buena familia".

En este sentido, recordó que "tenía 7 años y mi papá ya me hacía laburar. Teníamos que preparar los materiales para seguir trabajando el fin de semana en la construcción de la casa. Picaba ladrillos para los escombros y mis amigos estaban jugando afuera. Fui un mártir del trabajo y ahora soy adicto a él: si no trabajo, no puedo estar".

También reflexionó que, "a pesar de que mi padre fue un poco enérgico conmigo, ahora pienso que tengo que agradecerle y no recriminarle. Es así que cuando tenía 18 años me compré un terreno, empecé a trabajar y a ahorrar, y luego me construí mi propia casa. Veía las comodidades que tenían tantos y en mi casa apenas estaban las indispensables. Quería tener lo que ellos tenían y esa aspiración me hizo restarle muchas horas a la diversión para dedicarlas al trabajo".

Y agregó: "Mi aspiración de tener un nivel superior de vida me llevó a trabajar y estudiar a la noche. Tuve la suerte de entrar a trabajar en una compañía de seguros, así que me quedaba tiempo para estudiar. Después, seguí en otras compañías de seguro, como vendedor primero y luego, como empleado (productor), por mis condiciones y porque llevaba el trabajo a mi casa, si a las 2 de la tarde no lo había terminado. Pero nadie me recompensaba por ese trabajo extra. Con ese sacrificio logré tener lo que tengo, que de otra manera no habría podido conseguir. Por eso, creo que, en la Argentina, el que tiene voluntad de progresar puede hacerlo, trabajando".

Pasión por la investigación

Elio Spironello volvió a su ciudad natal en 1990, después de 60 años de vivir en la Argentina. No obstante, sintió algo de tristeza y melancolía cuando vio su casa y aquel barrio que había cambiado mucho en su fisonomía.

En esa ocasión, decidió investigar sobre el origen de su familia. "Me fui a la iglesia de Treviso y tuve la suerte de palpar el papiro, ya que los libros estaban escritos en ese papel. Me remonté hasta el año 1845, donde figuraba mi tatarabuelo", relató.

Opinó que "es una satisfacción poder conocer más sobre mis antecesores. Uno se pregunta quiénes fueron los míos, pero a otros no les interesa. Parece que en mi familia tenemos una debilidad por saber sobre los orígenes, ya que en Canadá tengo un primo que hizo lo mismo". Spironello conserva muchas fotos de su familia italiana y de sus primeros años en Santa Fe.

Cabe recordar que Elio Spironello investigó durante siete años los orígenes de la familia de Fernando Barcarolo, el bisabuelo de su esposa Belkys, quien llegó de Italia a la provincia de Entre Ríos para poblar (junto a otras 70 familias pioneras) lo que hoy es la población de Chajarí, que en la década de 1870 llevaba el nombre de Villa Libertad.

Dedicó tanto tiempo a esa investigación por sus hijos, ya que él se había nacionalizado argentino después de haber venido de Italia y no podía darles la doble ciudadanía. Y consiguió su cometido con gran satisfacción.

Muchos hobbies

Elio Spironello es un trabajador incansable y, en los momentos en que se toma una pausa, tiene algunos hobbies desde hace años. Por ejemplo, conserva gran cantidad de álbumes con recortes de revistas y diarios sobre "cosas interesantes que vale la pena guardar".

Pretende que un día, alguno de sus seis nietos o sus dos bisnietos "curiosee" en esos archivos y les sirvan para recuperar algo de la historia de nuestro país o los temas que llamaban la atención a su abuelo/bisabuelo.

Otro hobbie de Spironello -que realizó durante 30 años- fue ser radioaficionado. De esta actividad conserva muy buenos recuerdos ya que sirvió de nexo para poner en comunicación a muchos argentinos que se encontraban luchando por nuestra patria en el exterior (Croacia, Israel, Uruguay, Kuwait, Chipre, Japón o Rusia) con sus familias.

Muchas de esas personas valoraron aquel gesto de Spironello -en realidad, es un servicio, según opina- y se lo retribuyeron enviándole cartas de reconocimiento y algunos presentes, como placas recordatorias o hasta la bandera de las Naciones Unidas, que mandaron integrantes de los Cascos Azules.

Cabe agregar que Elio Spironello está casado con Belkys Barcarolo y tienen dos hijos: Ana María y José Luis. Ella tiene cuatro hijos: Ramiro (casado con Alejandra Doyle, con quien tienen dos hijos: Valeria y Santiago), Emiliano, Matías y Lucas. En tanto, los hijos de José Luis son Ivo y Cecilia.

Mariana Rivera