Cuando las mejoras no alcanzan
Loyola Norte: un barrio de la ciudad sin agua corriente
Los arreglos que hizo el municipio en el sector fueron: ripio, desagües, luces y asfalto en una calle; pero falta el agua. Resolvieron el problema de los robos con alarmas comunitarias, que fomentan el fortalecimiento de los vínculos.

Desde calle Misiones hasta las vías del ferrocarril que divide Loyola Norte de su homónimo del sur, el barrio se abastece de agua a través de 3 contenedores que día por medio provee Asuntos Hídricos. Los tanques están en Río Negro al 6800 y son los frentistas de esa cuadra los encargados de cuidarlos.

Hace tres meses los habitantes del lugar hicieron pintadas en las paredes para denunciar que "Loyola norte es un barrio olvidado", según relataron quienes allí viven. Pedían limpieza de calles, ripio, zanjeo, iluminación y agua potable.

Afortunadamente la Municipalidad tomó nota de las carencias y resolvió cubrir algunas. Los vecinos están conformes con la respuesta, pero siguen pidiendo la instalación de un servicio primordial, como lo es el de agua corriente de red.

En la intersección de las calles Misiones y Larrechea, donde sí hay canillas comunitarias, la bomba de agua está rota desde hace varias semanas, y "el mal funcionamiento hace que vaya disminuyendo notablemente la presión", alertó el dueño de un almacén cercano. Además dijo que fueron "8 municipales, observaron el problema y partieron sin arreglarla".

Cambió el slogan

En entrevista con El Litoral, Paola Rodríguez mencionó que "las cubas de agua que recibimos son gracias a la Secretaría de Asuntos Hídricos, porque Aguas Provinciales negó el servicio". En su momento, la empresa adujo que estaban fuera del área de cobertura de la concesión, y que ante la inminente rescisión del contrato no iban a iniciar ninguna obra.

No es éste un asentamiento irregular, ni se trata de terrenos usurpados como ocurre en algunos sectores de la ciudad; sino que "el barrio surgió de un loteo que hizo el Colegio Inmaculada, donde cada vecino compró su terreno y levantó su casa". Los pobladores coincidieron en que allí "se pagan impuestos municipales, y a la API".

A pesar de las dificultades para conseguir recursos para el barrio, los mismos que escribieron del olvido en el que quedó Loyola Norte, ahora están reemplazando las pintadas por las de "barrio querido".

El cambio de parecer no es un capricho, sino un modo de agradecer lo que sí lograron que se haga. Luego de los reclamos la Municipalidad hizo ripio, zanjeo, desagües, iluminación y asfaltó calle Neuquén, desde avenida Santa Fe hasta Camino Viejo a Esperanza.

El asfaltado e iluminación de calles es una buena noticia entre los vecinos, que disponen de 2 líneas de colectivos -5 y 15- para llegar hasta el centro. El viaje dura alrededor de 45 minutos y "la Línea 15 ya no pasa por calle Santa Fe, por inseguridad y por el estado del camino", comentó Pabla, que tiene que caminar hasta la avenida 12 de Octubre para viajar. Según se piensa, la empresa va a retomar el recorrido anterior "porque la Municipalidad se comprometió a mejorar el alumbrado y el estado de la calle".

A los tiros no

La seguridad del vecindario también fue un tema candente en Loyola Norte, que no apeló a las armas para parar la ola de robos. Dicen que lograron resolverlo por las buenas, hace más de un año, luego de protagonizar episodios desagradables.

El 11 de septiembre de 2004 inauguraron un sistema de alarmas comunitarias para 40 familias, que incluyen alrededor de 200 personas. "No nos roban más bicicletas en la calle, entran los remises, y no hubo más robos en casas. Funciona como sistema de emergencia, y de comunicación entre los vecinos", dijo Paola Rodríguez.

La decisión de colocar alarmas comunitarias ahuyentó a los delincuentes en buena medida, y no necesitaron armarse y hacer guardias nocturnas para evitar los saqueos, como denunciaron semanas atrás en Loyola Sur.

"Agradecemos al grupo de vecinos que se reunió espontáneamente, porque no respondemos a partidos políticos, ni pertenecemos a una vecinal", explicaron los beneficiados por el sistema. Están conformes con "la gente de la Junta de Seguridad Barrial, que nunca esquivaron nuestros reclamos".

Claro que hubo experiencias dolorosas como la vivida por Pabla, a quien hace más de un año le saquearon la casa. "El día que nos entraron a robar, nadie escuchó ni vio nada. Estaba sola con una de mis hijas y nos tuvieron a punta de pistola mientras daban vuelta la casa. Después nos encerraron en un armario y se fueron", relató la mujer.

Esa experiencia les enseñó que "la seguridad no depende de poner una alarma y estar vigilándonos unos con otros"; su instalación "nos permitió mejorar las relaciones entre vecinos". Paola puso como ejemplo la vida de pueblo, "donde todos se saludan y saben cuando hay alguien que no es de ahí".

Juntas Barriales

En relación al reclamo de los habitantes de Loyola Sur, que denunciaron tener que armarse para defenderse de los delincuentes, el coordinador de la Junta de Seguridad Barrial, Walter Martínez, consideró "una barbaridad que los vecinos recurran a las armas". Explicó que desde la secretaría de Seguridad Pública "no recibimos reclamos desde Loyola Sur", aunque dijo estar al tanto de los problemas del barrio.

Martínez convocó a los afectados "para reunirlos en la oficina de Juntas Barriales", y buscar de ese modo "una respuesta a mediano plazo" al problema de los robos. "Me parece muy sano que se acerquen" y poder dialogar con todos, aseguró el funcionario.

Dijo que "si los vecinos necesitan información, o conocer cómo hicieron otros barrios que ya resolvieron esa situación", él está dispuesto a ponerlos en contacto.

Comentó que "se ha hecho un buen trabajo en otros barrios y la gente quedó conforme". Desde la Junta de Seguridad Barrial asistieron y asesoraron a los dueños de casa que se sumaron al sistema de alarmas comunitarias, reforzando la sensación de tranquilidad en la comunidad.