Duras críticas para algunos policías

Desalentadora experiencia vivió la joven que asistió a Federico


Cuando, herido por una artera puñalada, Federico Díaz agonizaba en la Recoleta, una enfermera trató de reanimarlo. Entonces -según ella-, algunos policías tuvieron un censurable comportamiento.

Una joven enfermera que junto a dos jóvenes colegas suyos intentó reanimar al joven Federico Díaz, quien gravemente herido yacía en la esquina que forman las calles 25 de Mayo y Obispo Gelabert, nos refirió la horrible impresión que en la emergencia planteada el último domingo le causó el desprecio por la vida ajena que demostraron tener algunos policías con quienes tropezó en la escena del crimen.

La joven, a quien sólo identificaremos por sus iniciales L.C., hizo notar que, cuando desesperadamente trataban de rescatar de la muerte al chico apuñalado, solicitaron a los agentes que formaban en las dotaciones de cuatro patrulleros que alguno de ellos se comidiera a llevar al herido a un centro médico, pero "en todos los casos -dijo-, la respuesta fue negativa".

"Nos contestaron los más de veinte policías que estaban ahí, alrededor nuestro, que no podían tocar a Federico, ni moverlo ni subirlo en sus coches de patrulla hasta que un servicio de emergencias no lo asistiera", aseguró L.C.

"Tranquila, flaquita"

"Les pedíamos por favor que lo cargaran en uno de esos coches o que, en todo caso, nos facilitaran el botiquín -de primeros auxilios-, botiquín que debe llevar, ya sea de particular o de servicio, pero la única respuesta era: `Ya llamamos a una ambulancia, flaquita, quedate tranquila"'.

L.C. agregó que, cuando la unidad sanitaria -del 107- estuvo en el lugar del hecho, ella, al igual que sus compañeros, trató de informar al enfermero sobre el trato que habían dispensado al herido y qué impresión tenían acerca de su estado, pero en esas circunstancias otro uniformado de la URI la apartó violentamente tomándola por la cintura y diciéndole que ya "estaba", y también "que me retirara y no molestara más".

Pero si algo llegó a alarmar a nuestra entrevistada fue el trato despreciativo e insultante que algunos de los uniformados tuvieron tanto para con ella y sus colegas como para el muchacho que, alcanzado por una profunda herida en el pecho, agonizaba en el lugar.

"Decían -recordó L.C.- `Y, bueno, un negro menos' o `Se amotinaron en Coronda', cuando a viva voz el conjunto clamaba por el traslado urgente de la víctima a un hospital".

¿Qué policía?

De los dichos de L.C. -una joven de 26 años-, rescatamos especialmente sus reflexiones sobre "qué clase de policía nos está cuidando". "Son personas que realizan un curso de capacitación de tres meses y sólo se les practica un examen sicológico. Entonces, supuestamente ya son aptos para portar armas".

La crónica y el comentario de los hechos según esta joven enfermera no son expresión de ningún sector social, política o ideológicamente refractario al orden y a sus representantes. Esto es, paradójicamente, relato y opinión de alguien que nació y se crió en el seno de una familia donde abundan los policías.

No obstante la experiencia vivida, lleva a decir a L.C. que "realmente siento vergüenza porque tengo familiares que trabajan en las fuerzas de seguridad y, hoy por hoy, puedo decir que no sé a quién tener más miedo".

Está visto que, mientras a riesgo de su propia seguridad, hay quienes se esfuerzan por hacer de la policía una institución creíble y respetuosa de la ley y amiga de la gente, otros se inclinan peligrosamente por lo contrario.

Complicada situación de un detenido

Si bien continúan detenidas seis personas -tres varones y tres mujeres- por el crimen ocurrido el domingo último en la Recoleta, la situación parece complicarse para uno de los jóvenes. Entre ayer y hoy, el juez de Instrucción Dardo Rosciani indagó a los involucrados en los hechos y, este mediodía, se realizaban careos entre algunos de ellos.

Si bien el tema es mantenido en reserva desde el Juzgado, El Litoral pudo saber que ninguno de los detenidos asume haber sido el autor material de la puñalada que terminó con la vida de Federico Díaz el domingo a la mañana en la esquina de Obispo Gelabert y 25 de Mayo, plena zona de la Recoleta.

De las declaraciones, tampoco surgió acusación alguna contra alguno de los detenidos. Sin embargo, la versión de uno de ellos habría sido sustancialmente diferente a la del resto.

Hasta este momento se sabe que ninguna de las tres chicas fue la autora del crimen. De las indagatorias, surgió además que los tres varones tuvieron contacto físico con la víctima, pero uno de ellos lo hizo simplemente para evitar la pelea.

Por ese motivo, el asesino estaría entre los dos chicos restantes, aunque las sospechas recaen sobre uno de ellos a partir de la versión que dio de los hechos. Este mediodía, se realizaban careos entre este joven y el resto de sus amigos.

Para mañana están citados los jóvenes que el domingo por la mañana acompañaban a la víctima, quienes deberán dar su testimonio ante el juez.

Una razón insólita

Alrededor de las 7 de la mañana del domingo, Díaz recibió una puñalada en el corazón luego de discutir porque no quedaba claro a quién le correspondía una hamburguesa que acababa de ser comprada en un carribar.

En los últimos tiempos, la zona se convirtió en escenario de constantes hechos de violencia que suelen derivar en el uso de armas blancas o de fuego. En este caso, Díaz fue alcanzado por una letal puñalada que se le incrustó en la zona del pecho, justo debajo de la tetilla izquierda.

Tal como lo informara El Litoral, el hecho ocurrió en dicha esquina, más precisamente junto a un pequeño carrito -cuyo propietario lo traslada enganchado a una motocicleta- donde se venden hamburguesas.

La víctima quedó tendida sobre la vereda en medio de un charco de sangre. Hasta hoy, ninguno de los potenciales testigos pusieron elementos de peso en manos de los investigadores.

Díaz fue llevado hasta el hospital José M. Cullen donde ingresó en estado desesperante. Pese al esfuerzo de los profesionales el deceso del muchacho sobrevino en minutos porque la puñalada le había tocado el corazón.

José Luis Pagés