Se trata de un patrimonio autónomo, independiente y jurídicamente aislado de todos los bienes y negocios de los integrantes de una asociación, quedando los aportes que cada miembro realice, en materia de construcción, fuera de su capital general.

Muchas circunstancias por las que ha atravesado el país y que influyeron de manera negativa en la actividad constructora, y que llevaron, en casos extremos, al quiebre de muchas sociedades, tendieron a fortalecer y a volver a instaurar el sistema de fideicomiso; convirtiéndose éste en la mejor opción para quienes desean invertir en la construcción.

Consultado por El Litoral, el ingeniero Luis Dubner, informó que la metodología no es nueva, sino que viene de años, y garantiza transparencia y seguridad en la actividad.

"Las sociedades de hecho, civiles, de responsabilidad limitada, etc., prácticamente se fueron dejando de lado, porque el fideicomiso tiene la ventaja de garantizarle a los inversores seguridad frente a lo que van a emprender. Se evita así que algún problema legal o impositivo que pueda llegar a tener alguno de los miembros de la sociedad, los perjudique ampliamente", manifestó Dubner.

En definitiva, el fideicomiso es un capital independiente al patrimonio de los socios, lo que significa que, si alguno de ellos llegara a tener un determinado problema, en nada perjudicaría a los otros miembros y a la continuidad de la actividad.

Para Dubner, la ventaja de esta modalidad es que si durante la obra alguno de los integrantes del fideicomiso quiere desprenderse de la parte proporcional que le corresponde, puede hacerlo; y mediante una escritura, transferir su parte a otra persona, la cual tendrá la misma seguridad jurídica y los mismos derechos y obligaciones que la anterior.

Por último, este antiguo sistema de asociación vuelve a reaparecer en la actualidad como una opción que garantiza seguridad y transparencia en el ejercicio de la actividad.