Padre Jean Yves Calvez (SJ)
"Crear al hombre es crear a alguien como Dios, a alguien con libertad"
Es considerado como una de las mentes más lúcidas de la Iglesia. Sencillo, inteligente, irónico pero no soberbio, abierto al diálogo y a la comprensión, conversar con él es un placer. Es, además, un testimonio de la Iglesia en los últimos 50 años. Repasó en esta entrevista temas como el Concilio Vaticano, la teología de la liberación, Marx y el comunismo. Juan Pablo II y Benedicto XVI.

-¿Qué recuerdos tiene del Concilio Vaticano II?

-Ese mundo por un lado me parece muy lejano y al mismo tiempo me parece el corte más decidido de la historia reciente de la Iglesia con Juan XXIII y Pablo VI. El concilio podría haber sido uno más, sin embargo no fue así y hasta el día de hoy, no se sabe si los cambios que hubieron se deben al Papa que lo convocó o a los obispos que participaron e hicieron oír su voz.

-También podría pensarse que la Iglesia se hizo cargo de los nuevos vientos que soplaban en la historia.

-También, también...

-A su juicio, ¿cuáles son los aportes más trascendentes del Concilio Vaticano?

-Yo diría la libertad religiosa, es decir, reconocer el derecho de la conciencia personal de cada hombre. Eso fue fundamental y originó algunas pequeñas divisiones internas. El otro aspecto importante es la reflexión acerca de la presencia de la Iglesia en el mundo, o, para ser más precisos, habría que hablar de la presencia de Dios en el mundo. Esta fue una declaración que puso punto final a toda la separación tradicional entre espiritual y temporal o Iglesia y mundo. Es muy interesante esa relación entre el hombre y la aventura humana y Dios mismo.

-Una pregunta obvia ya que lo nombró: ¿Dios existe?

-Existe porque existe y, en cierto sentido, existe porque nosotros existimos. Es a partir del misterio del hombre mismo y del mundo, la riqueza del hombre y lo que significa cada hombre...

-Estaríamos hablando de un Dios Creador...

-Creador, sí, pero creador no presente...

-¿Un creador que creó y se desentendió de todo?

-Crear al hombre es crear a alguien como Dios, alguien con libertad, en posesión de si mismo delante de Dios. Pero quiero insistir en el aspecto de la libertad y en la relación estrecha del hombre con Dios, de cada hombre en particular con Dios.

-Un no creyente me decía: acepto el misterio, pero mi diferencia con los religiosos es que ellos resuelven el misterio con otro misterio, con lo que entonces tenemos dos misterios y yo prefiero tener uno solo.

-No hay dos misterios, para nosotros hay un solo misterio y el misterio consiste en que el hombre es algo más que el hombre.

-¿Lo conoció a Juan XXIII?

-No lo conocí, lo vi de lejos pero personalmente no hablé con él. Distinto fue con Pablo VI...

-¿Y qué opina de él?

-Era un hombre muy inteligente y de una extraordinaria calidad humana.

-¿No era un hombre algo frío en el trato?

-Puede que haya sido algo distante, pero no era un aristócrata como se dice. Provenía de una familia de clase media italiana, sus padres eran periodistas. Durante muchos años trabajó en la burocracia del Vaticano, pero al mismo tiempo se ocupaba mucho de los jóvenes estudiantes, y fue en esos tiempos, cuando todavía no era Papa, que lo conocí. Fue un gran Papa, un hombre reservado que mantenía cierta distancia, alguien que no afirmaba con tanta facilidad. Era un hombre con dudas, no recuerdo quién lo comparó con Hamlet, lo cual lo hacía más humano.

-¿Cuándo usted escribió el libro El pensamiento de Carlos Marx, tenía que ver con la apertura de la Iglesia hacia el marxismo?

-Yo entonces no me proponía tanto, en realidad me proponía algo mucho más sencillo...

-Pero su libro no es sencillo...

-No es sencillo porque el pensamiento de Carlos Marx no es sencillo

-¿Cómo lo abordó a Marx?

-Lo traté como a un pensador que había marcado su tiempo.

-¿Es compatible la fe con el marxismo?

-Con algunos elementos del marxismo sí, no con el marxismo porque Marx era claramente ateo y tenía toda una organización mental que rechazaba cualquier idea religiosa, yo creo que sin muchas razones...

-Convengamos que para 1850 ó 1860 las Iglesia Católica en materia de políticas sociales y preocupación por los pobres dejaba mucho que desear...

-Es verdad, es verdad...

-¿Qué informaciones recibía de la Argentina en los tiempos de la dictadura militar?

-La realidad del terror de Estado la conocía poco; creo que, entonces, todos la conocíamos poco. Lo que sí recuerdo es que al pasar por la Argentina en esos tiempos, el clima de la calle me hizo recordar la atmósfera de Francia en los tiempos de la ocupación nazi.

-¿Y cómo era?

-Yo lo definiría como una ausencia de comunicación, la gente camina por al calle sin hablar, con miedo, en silencio. Hablando con algunos amigos lo que percibía era la ausencia de esperanzas, que nadie sabía cómo se salía de esa realidad. Lo mismo que pasaba en Francia durante la guerra.

Toda dictadura se define como un mundo cerrado; es verdad que algunos círculos divulgaban algunas noticias pero llegaban muy pocas a Europa. Es verdad que también en su momento no sabíamos nada de los campos de concentración en la URSS; todo se conoció después, lo que se sabía era poco, no se sospechaba la magnitud, la importancia del horror. En todas las dictaduras que he conocido en mi vida nunca hemos conocido todo en el instante mismo.

-De Wojtyla a Ratzinger, ¿hay un giro hacia la derecha?

-A Ratzinger no lo conocemos mucho, puedo aceptar que en algún momento he tenido muchas reservas hacia él. Pero ahora nos hemos encontrado con un hombre cordial, acogedor. En los últimos meses, me he puesto a leer todo lo que ha escrito y a juzgar por los textos puede decirse que se lo podría considerar como un teólogo progresista.

-¿Acaso no es un enemigo de las teología de la liberación?

-También es verdad eso, pero yo aconsejaría que se lean los libros o entrevistas que ha dado; entrevistas que permiten conocer su pensamiento, porque allí se descubren juicios interesantes, inteligentes. En cuanto a la teología de la liberación, es verdad que él tenía miedo a la influencia marxista en la teología de liberación.

-¿Y usted le tenía miedo a esa influencia?

-En algún tiempo un poco, pero no tanto como Ratzinger (risa).

-Lo que sucede es que no hay una sola teología de la liberación.

-Es verdad, no hay una sola. Yo personalmente con algunos de estos teólogos me sentía muy bien, y con otros no tanto.

-Se dice que en el mundo hay tres cosas que Dios nunca va a saber: cuántas congregaciones hay, cuánta plata tienen los salesianos, y qué es lo que piensa un jesuita. ¿Es tan difícil saber lo que piensa un jesuita?

-Se sabe muy bien lo que piensa un jesuita, pero también se sabe que un jesuita generalmente piensa cosas matizadas. Un jesuita raramente se somete a una sola idea; un jesuita observa el conjunto y ve que hay algo de verdad en un lado, algo de verdad en el otro...

Rogelio Alaniz