Toco y me voy
Mandále saludo
Un beso, un apretón de manos, un abrazo: hoy la desregulación general de casi todo trajo el caos en la primera y primitiva forma de reconocimiento entre dos personas. Uno ya no sabe cómo saludar.

Una propaganda televisiva jugaba con esta confusión actual en la que no sabés si besar, tender la mano o abrazar a alguien que te presentan. El yerno -un clásico aparato- se encuentra con el suegro, el clásico formal. Y ambos se quedan en el vano -en vano- de la puerta amagando saludos hasta que el más joven besa al más grande que se queda con la mano -en vano- tendida.

Alguno puede arriesgar que la corriente de suavización de los bordes -nada que ver con la corriente del Niño o la Niña- machistas tradicionales obliga a los hombres a expresar, a poder expresar cariño, de manera presuntamente más efusiva que un apretón de manos. Pero a mí esta cuestión -besar, tender la mano, agarrar la mano del otro como en una imaginaria pulseada aérea, abrazar- no me preocupa. Si uno es genuino, si uno saluda, si uno es franco y abre o entreabre al otro la puerta del alma (suena a Narosky, pero tampoco es cuestión de que algún confianzudo se mande con los zapatos embarrados en el living de tu alma) con el saludo, todo está bien. Porque, si nos ponemos a pensar un poco, el saludo siempre varió con el correr del tiempo y se puede hacer un ensayo entero de la historia de la humanidad sólo a partir del saludo.

El saludo fascista, el beso de Judas o de Astiz, el "abrazo del oso", o el saludo cordial no significan lo mismo. El saludo es demasiado serio como para que nos detengamos a ver la corrección o no de besarse entre varones, por ejemplo.

En épocas antiguas, una mano levantada -y sin armas- daba cuenta de la intención amistosa. Entre los romanos, acaso un poquito acostumbrados a acuchillarse, se tomaban los antebrazos en una práctica forma amistosa que también impedía al otro usar su mano para empuñar daga o espada. Somos todos amigos pero la túnica no aparece.

Los esquimales se saludan refregándose las narices y de inmediato invitan al visitante a pasar al iglú y reír -acostarse- con la propia mujer mientras el anfitrión se va discretamente al helado patio ártico. Una costumbre simpática que daría enormes réditos a una futura Santa Fe turística.

Es que saludar es dar o desear salud. Así de simple. Así que cuando extendemos la mano o besamos, deseamos lo mejor al otro, reconocemos al otro, lo consideramos un igual u otro respetable.

Es cierto que ahora conviven varias formas de saludo y uno tiende a adaptar el propio a la situación. Puede suceder que con gente joven se elija el beso, antes sólo destinado a una dama, a su mano o su cachete -por algo hay que empezar- y ahora los vagos se zampan chupones sin problema y no por eso caen bajo sospecha de algún tipo, o de dos tipos.

También hay saludos cifrados, que pertenecen más bien a grupos etarios (y no otarios, lean bien), o determinadas franjas sociales o profesionales incluso. Uno puede ver a chicos hacer complicadas filigranas con los dedos, en tanto se sigue un orden casi ritual que otorga pertenencia.

En el campo, hay dos grupos de saludadores. El beso entre varones, por lo menos de treinta años para arriba, no existe todavía. Se extiende la mano y de dos maneras contrapuestas: la recomendada, con apretón firme (y con algunos gringos andá pensando en visitar de inmediato al traumatólogo), y la otra, una mano blanda y fláccida. Algunos te enseñaban a desconfiar de esa forma de saludo, pero luego pude entender que esa mano extendida y en reposo elude toda forma de fuerza, es una manera más de confianza en el otro. Es un saludo.

Guiños, cejas levantadas, manos en movimiento, besos que se lanzan al vacío y aterrizan en las mejillas (en Corrientes, en el Chaco, en el norte, dos besos, uno en cada lado), abrazos que quieren atraer al amigo hasta adentro mismo, el saludo bien intencionado es una bendición. E infinita afrenta aprovechar la franca confianza del otro para agredir, para indicar, para señalar, para atacar.

Hay que besarse más, insistía un conspicuo conductor televisivo y así lo creo yo también. Así que les mando un saludito, un beso, un abrazo, choque esos cinco, salve, ave maría purísima, vi luz y entré y cualquier otra variante amistosa que ustedes recontrapractiquen.

Texto: Néstor Fenoglio[email protected]: Luis [email protected]