La fe cristiana y el mundo actual
Por Pbro. Hilmar M. Zanello

La aparición del cristianismo supuso en la vida religiosa y las culturas de su tiempo la irrupción de un brote pequeño, pero extraordinariamente "virulento" de novedad.

De las primeras comunidades que lo encarnaron y de los textos que muy pronto produjeron, sorprende y fascina especialmente la experiencia y la "vivencia" que transparentan respecto de esa novedad.

Desde el principio, sus miembros viven aquellas palabras del Apocalipsis: "Yo hago nuevas todas las cosas" (Apoc. 21,5).

Esa prodigiosa realidad que irradiaban los cristianos antiguos -ciertamente una pequeña minoría, amenazada por crueles persecuciones, sin ningún poder humano y con medios carentes de todo prestigio- influyó como para penetrar hasta en el mismo poderoso imperio romano, aportando el mensaje de una nueva forma de vida que humanizaba las crueles fuerzas de la sociedad imperante.

Basta leer los "Himnos a la Iglesia" de la teóloga alemana Gertrudis von Le Fort cuando definía a esa Iglesia como "depositaria de los dones de todas las épocas".

Han pasado más de veinte siglos de aquellos hechos fundantes del cristianismo y en el año 1975, el Papa Pablo VI, preocupado por el "divorcio" entre fe y cultura, se preguntaba al constatar "cierto decaimiento en el anuncio del Kerigma cristiano: ¿el Evangelio de Jesús conserva aún hoy aquella fuerza transformadora de la sociedad como la tuvo en sus orígenes?".

En aquel entonces, iluminó al paganismo con los valores de una paz posible, de justicia, solidaridad, perdón, reconciliación, verdad, tolerancia.

Y nosotros, en esta vertiginosa vuelta de la historia, después de épocas de ilustración, secularización y filosofías desafiantes de toda esa tradición impregnada de una cultura que incluía entre los valores humanos también lo religioso, concretamente, en esta posmodernidad, ¿podemos seguir hablando con optimismo de la fuerza civilizadora y transformante de la fe cristiana?

Hoy muchos de los estudios de los sociólogos de la religión nos están advirtiendo de una crisis religiosa que ha llevado al hombre contemporáneo a perder "el oído" para las cuestiones de la fe.

Ante este momento de verdadero desafío para retomar el estilo de aquella "novedad de vida", nacida con el cristianismo, la Iglesia se cuestiona la forma precisa actual, para seguir anunciando aquel mensaje de Cristo que tuvo tanta prodigiosa fuerza como para impregnar al mundo de nuevos valores, vividos por muchos de los discípulos de Jesús.

Los obispos franceses, muy preocupados por esta marea secularista y descreída de la juventud, escribieron una significativa carta con el título: "Proponer la fe en la sociedad actual". Puede ayudarnos el hecho de conocer los términos de esta carta, cuyo planteo es de absoluta vigencia para nuestra América latina y para nuestro medio.

Dicen los obispos franceses: "Bajo los invites combinados de la generalización del espíritu crítico, del encuentro de las culturas y de los progresos de la técnica, los estilos de vida fundamentales transmitidos por las grandes tradiciones se resquebrajan. Es la gramática elemental de la existencia humana la que viene a faltar...

"En muchos campos de la existencia -y especialmente para las jóvenes generaciones- ya no es posible descansar serenamente en las tradiciones y usos recibidos, sin aceptar hacer un esfuerzo de apropiación personal.

"Esta situación resulta agobiante para personas obligadas a descender a sus mayores profundidades y allí extraer los recursos necesarios para afrontar las situaciones de precariedad con que se encuentran.

"Cuando este esfuerzo de apropiación personal se revela imposible, la pérdida de los puntos de referencia éticos resulta inevitable, y aparece la tentación de hundirse en la duda, o en el desánimo, o bien perder el sentido de las propias responsabilidades.

"Esta crisis de transmisión generalizada acarrea muchas fragilidades personales y permite también comprender que toda nuestra sociedad vive bajo el signo de una fragilidad idéntica respecto de sus razones para vivir y para construir su futuro".

A través de estas experiencias de los obispos franceses se traslucen las preocupaciones de nuestra Iglesia para acertar en los nuevos caminos de transmisión de la fe, frente a un mundo con características verdaderamente sorprendentes.