Cartas a la dirección

Su majestad, la tolerancia

Señores directores: En este mundo superactivo, nada es más bello que un corazón lleno de tolerancia en su amplio significado; a veces es difícil, pero estamos sujetos a ella. El hombre, envuelto en todas las agitaciones de la vida, tanto en las borrascas de la sociedad como en las propias luchas diarias, debe sostenerse por siempre en el poder salvador de la tolerancia. Hay seres que necesitan criticar todas las conductas de su semejante, como si siguieran los movimientos de un insecto y, ¿quién es aquel que no teme la poderosa mordedura de la calumnia y de la intolerancia?

La vida es lo que es y lo que rodea al hombre; saber vivir es hacer lo correcto de manera correcta; vivir es saber poner límites a lo negativo, aunque las dudas, vacilaciones y los miedos nos golpeen de todos lados. Y no es que dejamos de tener tolerancia cuando envejecemos, sino que envejecemos cuando dejamos de tenerla. El que aborrece a su hermano, el que no tolera a su prójimo vive en tinieblas, no sabe adónde va. Sin tolerancia el saber vivir es sólo una quimera. Como una mueca de la vida, había una vez un niño marqués que, cansado de tolerar tantas intrigas de la corte, soñaba con revolcarse en "ese hermoso barro" donde lo hacían los niños pobres de la comarca. Hay una cosa que asombra más que la estupidez con que algunos hombres manejan su vida: es la tolerancia que ponen en esa estupidez.

Sartre rompe con Castro mediante un documento que suscribe con otros camaradas como Vargas Llosa, Passolini, Fuentes, acusando a Fidel de querer resucitar con su doctrina los momentos más terribles de la intolerancia del hombre en los países soviéticos: libertad sin libertad.

En el diccionario de la política debe existir la tolerancia; en la política caníbal de hoy pareciera que no existen obligaciones, exigencias ni urgencias y, especialmente, paciencia y tolerancia, que hoy sólo son dos palabras. Hay más personas desgraciadas por la intolerancia y la falta de afecto que por dinero. Un hombre sin ataduras religiosas ni morales suele ser el fruto de su propia falta de tolerancia. El que jura en falso puede engañar a los hombres pero no a los dioses. Sería bueno que los filósofos pusieran su parte en el gobierno y que los gobernantes se convirtieran un poco en filósofos.

Galileo, un sabio que mantuvo su afán por el conocimiento, fue condenado por la Inquisición. No hubo para él justicia ni tolerancia ni piedad, pero su doctrina no ha muerto: la tierra sigue girando alrededor del sol. Cuando el espíritu se extravía en la intolerancia, aparecen los grandes titulares en los periódicos, que dan lugar a tragedias y desastres. No olvidemos a la AMIA, la tragedia que cubrió de escombros a la Justicia. Al intolerante Napoleón, al volver de una de sus victoriosas batallas, el pueblo decidió levantarle un monumento; más tarde, las crónicas decían: una gran multitud aplaudía, menos los quinientos mil muertos caídos en la batalla.

La conquista de uno mismo es superar temores y debilidades; uno de los conceptos del budismo es que el hombre está en el mundo para sufrir la intolerancia y aprender a sobrellevarla. Afrontemos desafíos, resistamos frustraciones, recuperemos fuerzas y valor y comencemos otra vez, si es necesario, pero de la mano de su majestad: la tolerancia.

Clary Miroznik German

Ciudad.