Irán y el terrorismo

Las declaraciones del presidente ultraconservador de Irán, Mahmud Ahmadinejad, convocando a "borrar a Israel del mapa" y alentando a los grupos terroristas, confirman las peores presunciones acerca de la calaña política y moral del flamante mandatario. El tono de sus amenazas, el fanatismo y la voluntad de matar representan una lamentable regresión política de Irán en comparación con el anterior mandatario, Mohammed Khatani, reconocido por sus posiciones moderadas y reformistas.

Con estas declaraciones Irán parece regresar a los tiempos en que mandaba el ayatolá Khomeini, jefe de la llamada Revolución Islámica y célebre por sus posiciones mesiánicas y fanáticas que transformaron a Irán en un Estado terrorista, además de haberlo hundido en una guerra sangrienta con los vecinos musulmanes de Irak.

Los problemas económicos y sociales que afectan a esta nación pueden ser la causa que justifica a esta retórica terrorista aplicada por el nuevo mandatario. Impotente para dar respuestas a los problemas de la sociedad, Ahmadinejad recurre al lenguaje bélico con el objetivo de distraer a la opinión pública con el enemigo judío, del mismo modo que en otros años la retórica terrorista estuvo dirigida al exterminio del enemigo sunnita.

Desde hace años se sabe que desde el Estado de Irán se financian grupos terroristas y esto es más una certeza que una sospecha, en tanto los propios funcionarios se han encargado de vanagloriarse de las faenas criminales cometidas por sus sicarios en el mundo. La calificación de "terrorista" de este Estado nacional no es arbitraria ni injusta y, si alguna duda quedaba al respecto, las amenazas de Ahmadinejad terminan de confirmar las peores presunciones.

Las amenazas de Irán se producen en un contexto histórico complicado, ya que desde hace meses existe la acusación de Estados Unidos de que los experimentos nucleares que se están llevando a cabo tienen objetivos bélicos. Las autoridades de Irán siempre negaron esta orientación, pero luego de estas declaraciones la negativa, que nunca fue creíble, se parecerá más a un recurso de cinismo que a una convicción sincera.

Por otra parte, Israel ha producido en el corriente año algunos gestos tendientes a avanzar en el camino de la paz, por lo que las bravuconadas del jefe iraní, alentando a los grupos terroristas palestinos a continuar con los operativos suicidas, no hacen más que reactivar el clima de guerra en esa sufrida región.

Por lo pronto, los dirigentes judíos han manifestado que van a reclamar en las Naciones Unidas la expulsión de Irán y la aplicación de sanciones, tal como lo prevé la legislación internacional en estos casos. Más allá de las acciones legales, lo que queda claro es que el actual gobierno de Irán es un peligro para la paz en la región y, lo más grave de todo es que con sus actos alienta como reacción a las posiciones más duras por parte de los halcones norteamericanos. El futuro inmediato dirá hasta dónde estas declaraciones fueron un arrebato intempestivo o la línea coherente de un régimen que ha hecho de la guerra y el fanatismo religioso su razón de ser.