El último número de la revista cultural "La mujer de mi vida", que dirige Ricardo Coler, se ocupa de esos monstruos conformistas del mundo moderno a quienes se ha dado en llamar "políticamente correctos", y que conforman a la mayoría de los intelectuales más mimados y venerados de la actualidad, de las secretarías de cultura y de derechos humanos, de las universidades y sus popes, de los asesores políticos... "Ser políticamente correcto es como ser ideológicamente fashion. Para lograrlo hay que dividir el terreno entre buenos y malos y colocarse rápidamente del lado de los buenos. Lo que me haga aparecer como solidario, tolerante y moderno me lo voy a poner encima para salir a la calle", leemos en el editorial. "No hace falta la menor indagación: apoyo todo lo que hay que apoyar y desprecio lo que hay que despreciar. Yo soy así y no tengo la menor gana de ponerme a pensar si realmente estoy de acuerdo con lo que digo". Y más adelante: "Adoptar un pensamiento políticamente correcto cancela la opción de profundizar un pensamiento. Ése es el precio que pagamos por no quedar mal. Como por ejemplo con este texto que, con la mano en el corazón, ¿no está sonando un poco reaccionario?".
El dossier se inaugura con "Correctamente político", donde Dardo Scavino se pregunta qué pasaría si la corrección política se aplicara en temas donde el consenso no es tan general, y si la corrección política invadiera la política a secas.
Alejandra Varela escribe acerca de los cambios y propuestas del teatro argentino de los '90, tan alabado por su originalidad y atrevimiento, y sin embargo... Finalmente, se publica una encuesta para saber lo que piensan sobre el tema de la corrección política un puñado de intelectuales, artistas y periodistas.
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