El campo se mueve, y mucho

Las rutas que atraviesan la provincia permiten atestiguar el enorme movimiento que se genera por estos días en los campos santafesinos.

Los tractores con sembradoras van poniendo las semillas de soja en su lugar rumbo a la cosecha de 2006, mientras el trigo pasa del verde al amarillo y el maíz empieza a tomar altura de a poquito.

A todo esto, los pueblos van para adelante, a pura camioneta: arreglan caminos, mejoran sus plazas, embellecen los frentes de sus casas.

Es lógico que el campo se esté moviendo, a pesar de que, en algunos casos, la estructura de ingresos y costos haya desmejorado con respecto a años recientes mucho más rentables.

Pero también se ve una saludable propuesta por la innovación de los propios productores primarios, con un espíritu similar al de los industriales de los alimentos y la metalmecánica, que están empezando a diversificar la oferta.

Y así como hay lugares donde apuestan por los cultivos tradicionales (en la estancia La Pelada, al borde de la ruta 4, están sembrando 7 mil hectáreas con soja a todo vapor y sin descanso, al lado de un campo espléndido de maíz), a lo largo y ancho de la provincia se ve de todo.

Desde las cabañitas para el turismo rural en la costa, que asoman detrás del arroz, hasta la frutilla ahora orgánica que se produce en Monte Vera, al tiempo que la convencional empieza a conocer lugares no tradicionales, distintos de Coronda, como Santa Rosa y Arroyo Leyes, adonde también se ven gladiolos.

Las frambuesas en San Agustín, las experiencias con miel orgánica en islas, la enmienda biológica en base a humus de lombriz en San Carlos Sud y el reciclado de residuos plásticos para producir postes evitando la tala en Las Parejas (invento argentino certificado en Estados Unidos y en la Unión Europea) son sólo más ejemplos de la creatividad y el empeño que pone la gente del campo por mejorar cada día. En fin, son cada vez más los que se autoconvencen de que otro país es posible.