Editorial

Diplomacia y papeleras

Da la impresión de que el conflicto diplomático entre el Uruguay y la Argentina ha sido superado. Es una buena noticia que los gobiernos de uno y otro lado hayan privilegiado el sentido común y la racionalidad por encima de los arrebatos verbales y cierto nacionalismo trasnochado que suele transitar a veces por los pasillos de las cancillerías.

En el caso que nos ocupa, el conflicto se inició a partir de las declaraciones del gobernador de la provincia de Entre Ríos, Jorge Busti, que agraviaron a las autoridades uruguayas, al punto que a la protesta del presidente Tabaré Vázquez, se sumó la de Julio María Sanguinetti, el principal dirigente opositor.

Si bien luego Busti relativizó sus dichos y aclaró que no ponía en duda la moralidad de los funcionarios uruguayos, quedó claro que sus disculpas estuvieron influidas por el escándalo que generaron sus declaraciones originales y la propia presión que pudo haber ejercido el presidente Kirchner, para que la diferencia diplomática no concluyera en un escándalo con ruptura de relaciones incluidas.

Queda claro que de aquí en adelante Busti deberá ser más cuidadoso con sus expresiones, ya que estos problemas no se resuelven con el remanido argumento de que las palabras fueron sacadas de contexto. A nadie escapa que cuando Busti dijo: "a lo mejor hay algún incentivo para que los influencien", se estaba refiriendo a probables actos de corrupción, imputación que no se puede hacer sin pruebas.

El tema de las plantas papeleras que empezarían a funcionar en la costa del río Uruguay es delicado y puede que existan buenos motivos para criticar esta iniciativa. Lo que sucede es que con declaraciones como las que hizo Busti se le hace un flaco favor a la causa que se dice defender. Importa, por lo tanto, que un gobernante sea responsable, cuidadoso y no se deje llevar por impulsos a la hora de hablar porque lo que está comprometiendo es algo más que su propia investidura.

Las relaciones entre el Uruguay y la Argentina han sido cordiales en el siglo XX, salvo cierta conflictividad existente en la primera época del peronismo cuando el presidente Perón manifestaba su disconformidad porque el vecino país daba refugio a los perseguidos políticos. En los últimos años, declaraciones de Jorge Batlle, entonces presidente de Uruguay, también crearon rispideces que se resolvieron rápidamente. En la ocasión Batlle había acusado a los argentinos de ser "una manga de corruptos...del primero al último". El escándalo que produjo esa bravuconada verbal lo obligó a viajar a la Argentina y pedir disculpas con lágrimas en los ojos, según los registros de las cámaras de televisión.

Después de este último retiemblo las relaciones parecen normalizadas y esto es una buena noticia. De aquí en adelante sería deseable que el tema de las empresas papeleras sea analizado con rigor científico y un criterio que integre los diversos intereses en juego en ambas bandas del río. El conflicto existe, pero, si hay voluntad para establecer espacios institucionales donde discutirlo amplia y racionalmente, un acuerdo es factible.