Al margen de la crónica
Hay cosas que no se hacen

El presidente Néstor Kirchner no debe olvidar su investidura y perder de vista sus responsabilidades, incluso las protocolares. Ser el primer mandatario de una república democrática exige una serie de deberes y compromisos que no se pueden rehuir o banalizar en nombre de sus pasiones, creencias íntimas o resentimientos.

Kirchner es el presidente de todos los argentinos y como tal debe comportarse. Las más elementales reglas de protocolo descansan en la creencia de que más allá de diferencias políticas y religiosas e incluso diferencias personales, el primer mandatario es, al decir de Alberdi, como una suerte de monarca que debe cumplir con ciertas ceremonias que hacen a lo que se considera la buena educación, pero también tienen que ver con la concepción republicana del ejercicio del poder.

Valgan estas consideraciones para referirnos a la actitud del presidente de no saludar al ex presidente Carlos Menem cuando éste asumió como senador de La Rioja. Como ciudadano, Kirchner puede optar por no saludar a Menem; tiene derecho a no estimarlo o a juzgarlo con los términos más severos, pero como presidente el señor Kirchner no debe perder de vista que Menem es el senador electo por la provincia de La Rioja y un ex presidente legítimamente elegido por el voto popular en dos oportunidades. Habría que agregar, además, que en esas ocasiones Menem fue votado por el actual presidente.

La actitud de Kirchner merece ser calificada en el más suave de los casos de mal educada y, desde el punto de vista estrictamente político, soberbia e intolerante. Un presidente de la Nación saluda a amigos y adversarios, y en ciertas circunstancias protocolares saluda con la misma sonrisa a enemigos si es necesario. Es algo más que una formalidad, es una manera de concebir el ejercicio del poder. Como suele ocurrir en estos casos, ciertas omisiones más que ofender al supuesto destinatario ponen en evidencia la calidad de la cultura política del emisor.