¿Quién no comió un sandwich de "Garrafa"?
Un personaje de la ciudad
Su nombre es José León Aguirre; nació en Corrientes pero es santafesino por adopción. En Santa Fe todos lo conocen por su apodo: "Garrafa", y por los sandwiches que vende desde hace 5 décadas en las calles y lugares de trabajo.

¿Quién no conoce en Santa Fe a José León Aguirre o "Garrafa", como le dice la mayoría? Es uno de esos personajes urbanos que nunca faltan. Esperados durante las mañanas y los mediodías en oficinas públicas, en los comercios o en plena calle, porque vende unos sandwiches que lo hicieron famoso y que, para muchos, es el desayuno o almuerzo de todos los días.

Llegó de su ciudad natal, Goya, en la provincia de Corrientes, en abril de 1955, cuando apenas tenía 12 años. "Vine a Santa Fe para acompañar a mi mamá, que se tenía que operar de un cáncer. Le fue bien. Vivió 20 años más y terminó muriendo por un cálculo en la vesícula, nada que ver...", comienza a contar su historia "Garrafa". Recuerda lo que pasó hace 50 años, mientras Eduardo Rosas y Florencia, una "hija adoptiva" para él, le alcanzan el desayuno en la esquina de Mendoza y 9 de Julio.

"Me casé grande, cuando tenía 36 años, con Dora Isabel Sánchez, que es santafesina. Tuvimos dos hijos. Evangelina, que ahora tiene 28 y José Augusto, de 25. Y nos dieron dos nietos, Ezequiel, que tiene 8, y Lucas Angel, el bebé de 9 meses que me lleva loco", cuenta Aguirre con orgullo de abuelo.

-¿Cómo empezaste a vender en aquellos primeros tiempos?

-Vendía café en Unión y Colón... Me acuerdo que en Colón me abrían la canilla y me hacían quemar. íLas broncas que me agarraba! Por eso me hice hincha de Unión. Aparte, había un ordenanza del Banco Nación y portero del club, de apellido Rivero, que me hizo socio cuando el presidente era el doctor Iparraguirre.

-Habrás conocido a mucha gente por tu trabajo...

-A Alfredo Palacios, por ejemplo, el que estuvo en la Convención del '62. Lo encontraba en el bar El Refugio, de San Jerónimo y bulevar Pellegrini. Comía sandwiches de mortadela y tomaba vino Franja Amarilla. Continuamos luego la relación y me mandaba cartas.

Un gran amigo era el doctor Carlos Sylvestre Begnis. Con el Beto Pecorari acompañábamos a la Catedral. Me ofreció trabajo un montón de veces, pero nunca quise aprovecharme de su bonanza.

-¿Y nombres actuales?

-Un montón... Carlos Reutemann y Juan Carlos Forconi me ayudaron y concejales que me dieron una mano cuando me inundé, como Gerardo Crespi, Marta Fassino, Jorge Henn, el ingeniero Giménez, Simoniello, Iparraguirre (h), Marcelo Martín...

-¿Simpatizás con algún partido político?

-Soy peronista, pero peronista de Perón y Evita. He conocido gente muy valiosa como Heredia Vargas, Ovidio López, el Negro Amarilla, la señora Onetto, la señora Muñiz... Repartía juguetes en los barrios humildes todos los 5 de enero. Recuerdo que íbamos a Yapeyú, La Lona, Villa del Parque y Santa Rosa de Lima.

50 años en la calle

-¿A qué hora empezás a trabajar?

-Me levanto a las 5, a las 6 hago los sandwiches y a las 8.30 salgo. Camino todo el centro... Dos veces me asaltaron y una vez me sacaron plata. Llegué a vender 300 sandwiches por día. Recuerdo que en una oportunidad me quedé sin sandwiches y me fui a La Modelo, en Mendoza entre San Martín y San Jerónimo. Pedí 50 y no me los quisieron cobrar. Hubo mucha gente que me ayudó y me ayuda, como Arnaldo Sansevich, el de la farmacia, que me da los medicamentos y los pago cuando puedo.

-¿Estás jubilado?

-Sí. Tengo un desvío en la columna, y un día fui a ver al doctor Vega y me dijo: "Vos tenés que jubilarte". Y ahí hablé con Víctor Adami... A Goya voy todos los años a visitar a mis hermanos. Soy el más chico de todos. Éramos ocho, pero cuatro ya murieron.

-¿Y te hiciste amigo de algunos jugadores?

-Por supuesto. De José Américo Ayala, el mejor 2 del mundo. De Néstor Isella, de Pedro Medina... De Pichón Vitale, que con la pelota en los pies era mejor que Maradona. De Borghi, de Mario Zanabria, de Ríos, del entrerriano Cabrol, de Gustavo Ripke, de Enzo Trossero, el Bambi Araoz y la Chiva Di Meola. Me dio muchísima pena lo que le pasó, pobre Chiva...

-¿Hasta cuándo vas a seguir vendiendo sandwiches?

-Y... es mi vida... Calculá que hace 50 años que estoy en esto y tengo 63 de vida. Todos los días, aunque llueva o haga calor salgo a vender. Soy un laburante, todo lo que tengo lo hice con esfuerzo y con trabajo. A eso no lo voy a abandonar nunca.

Enrique Cruz (h)