Conocer otras culturas
Álbum de viajeros
Los paisajes de Latinoamérica están salpicados de ciudades con una mística que atrae a visitantes de todo el mundo. Y son cada vez más los jóvenes que, mochila al hombro, se largan a caminar el continente. Aquí, los protagonistas de un viaje que unió Argentina con Colombia comparten su experiencia y la multiplican a través de una página web.

Estimulado por las aventuras del Che Guevara, contadas en un libro que se le puso delante en una biblioteca de Barcelona, Pablo se juró que algún día protagonizaría su propia hazaña. Aunque lejos de los ideales políticos de aquella época de revoluciones, pero impulsado por las intrigas que despierta lo desconocido, se lanzó a retratar Latinoamérica con su cámara de fotos.

Se fue a Europa el 27 de agosto de 2002, en medio de la crisis que padeció la Argentina, con el título de flamante contador público bajo el brazo. A contramano de sus estudios y con la visa de estudiante en mano, se inscribió en la Universidad Politécnica de Cataluña, para hacer un curso de fotografía, diseño gráfico, edición de videos y páginas web.

Dos años después, regresó a su país decidido a emprender la travesía por la América latina.

Se llama Pablo Riboldi y junto a Chloé, su novia francesa, se animó a salir de casa sin rumbo fijo. Ahora ronda los 28 años y está trabajando en la empresa que su familia tiene en la ciudad de San Justo. Aunque por el momento no lleva una vida de nómade, los recuerdos lo vuelven a poner en el camino.

Pablo y Chloé abandonaron Barcelona el 28 de setiembre de 2004, para internarse durante diez meses en una expedición por seis países de Latinoamérica. Recorrieron parte de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Perú y Colombia. Sacaron alrededor de 2.000 fotos, utilizando un modo que llamaron "la foto robada". Muchas de esas tomas están en la página web que montaron para acercar una mirada propia de otras culturas: www.garajeya.com/pariboldi.

Celebraciones populares, mercados y monumentos se mezclaron con lo extraordinario de haber pasado casi un año durmiendo en hoteles, comiendo parados y soportando los cambios de clima de otras latitudes. Sobre todo esto, Pablo reflexiona a su regreso.

"Vivirlo desde adentro"

Pablo le atribuye al "contacto con la tierra, la naturaleza y los animales", la causa de la sensibilidad del hombre latinoamericano.

"Por lo general, somos muy abiertos", dice, y aunque existen marcadas diferencias entre los países, en su recorrido debió enfrentar experiencias en las que se encontró con que la patentada "viveza criolla" también existe fuera de su terruño. "íHasta cuando íbamos a comprar caramelos me querían dar mal el vuelto!", se exaspera Pablo.

Recordó su estadía en Río de Janeiro, cuando al llegar a la puerta de la casa de una amiga "nos bajamos del taxi y escuchamos ípam pam!". Una vez adentro "le pregunté por el estampido, y me dijo que eran disparos de la villa de enfrente. íDa favella da frenchi!, nos dijo, y no lo podíamos creer".

Pablo y Chloé no querían ser "turistas sacadores de fotos" y, por ese motivo, muchas veces se expusieron a vivir como los habitantes del pueblo o ciudad que visitaban. "En varios lugares, paramos en casas de familia, pero no para ahorrarnos el hotel y la comida, sino para quedarnos con alguien de ahí, para vivirlo desde adentro".

En Bolivia les ofrecieron ir a dormir a una casa en la que alquilaban habitaciones y, antes que el hotel, prefirieron la calidez del hogar. Convidar un mate a cambio de convivir con las costumbres de los lugareños fue una experiencia que considera "recomendable".

Turismo light

En Latinoamérica, los recorridos turísticos están pensados para extranjeros, porque "hay muchos europeos dando vueltas", afirma Pablo, que al mismo tiempo critica: "Es un turismo un poco light, nosotros le decíamos íturismo oh!, itïs so nice!, porque sacan fotos, se van y no les importa nada la gente".

Pablo contó la impresión que le causó ver a algunos chicos recibir hasta cinco dólares de limosna, "que en Bolivia es un fangote de plata". Para él, los turistas "no se dan cuenta de que al darle cinco dólares a un pibe le están quitando algo muy valioso que es la capacidad de trabajar y ganarse su comida".

El contexto actual hizo muy difícil su estrategia de vivir como si fueran uno más. "Te ven blanquito, con cámara y te tratan como turista. Asumen que queremos sacarles una foto, pasarla bien y mandarnos a mudar, sin interesarnos en cómo viven y qué comen". Para romper con esa concepción asegura que "hay que tomarse tiempo y ponerse a hablar con la gente, pero hay que estar predispuesto de otra manera".

La apertura a otras culturas no les resultó sencilla. Cuando se internaron en el lago Titicaca, se encontraron con que "toda esa zona es arqueológicamente preciosa, y marca la diferencia con el resto de los países".

Pero para no quedarse sólo con la riqueza panorámica, tuvieron que "imaginar la vida desde otro punto de vista, totalmente diferente. Porque, a medida que vas viajando, te das cuenta de que las cosas podrían ser de otra manera, y que cualquier verdad que tengas se va derrumbando por una verdad que aparece al día siguiente".

Historias fuera de foco

Se acercaba la Navidad de 2004 y la pareja, que se encontraba en Brasil, había concebido la idea de pasar Nochebuena a bordo de un micro que los depositara nuevamente en Santa Fe. Pero cuando fueron a sacar los boletos, se enteraron de que no había viajes programados para ese día.

Sin ningún plan a la vista, pasaron la tarde en la playa, donde conocieron a "dos hermanas brasileñas que estaban jugando al críquet con un chino, y nos invitaron a pasar Navidad". Más tarde, los convencieron para que se quedaran unos días y la estadía se prolongó hasta el final de la temporada veraniega. "Pero como no hay bancos cerca, nos pusimos a trabajar en un bar", cuenta.

El viaje se complicó a causa de una quebradura de clavícula que sufrió Pablo tratando de hacer "sandboard" -descender dunas montado en una tabla. Como no podía cargar la mochila y hacer el viaje le resultaba un tanto incómodo en esas condiciones, se dispusieron a disfrutar de las ventajas del lugar.

En suelo peruano, de paso por el Salar de Uyuni, "conocimos un francés que iba para Santiago de Chile", y como estaba en la parte final del recorrido "nos ofreció una carpa" que también le había sido regalada. Con techo propio, se instalaron en la Isla del Sol, que está bañada por las aguas del lago Titicaca. Es considerado un lugar místico, porque según la leyenda, "allí nació Wiracocha", Dios del Sol, y del imperio incaico.

"Paramos en una playita a 3.500 metros de altura, en mayo. Estaba entrando el invierno duro", relató el guía virtual, que ilustró el clima con una tradición de la zona, que implica dejar las papas "secar al frío durante tres noches", para luego almacenarlas.

"La experiencia fue buena", evaluó Pablo, que no quiso saber más nada con la carpa y se la regaló a un italiano que estaba empezando su viaje. Le imprimieron sus firmas a la tela y "le propusimos que cuando terminara el viaje la regalara, para que siguiera viajando con los nombres de los que la usaron".

En busca de la autenticidad

"Empecé a sacar fotos robadas cuando me di cuenta de que cada vez que iba a sacar una, la gente se ponía en pose o le incomodaba la situación. Entonces, preferí una foto bien auténtica. Vas caminando con la cámara, te hacés el distraído, más o menos le calculás y íclac!", detalla Pablo Riboldi.

"Privilegio la espontaneidad de la foto antes que el enfoque", afirma, y se justifica diciendo que "a veces, la desestructuración del enfoque tradicional `queda bueno'. Cuando las sacaba al paso, salían movidas y eso le adiciona a la foto la cuestión del tiempo, que la toma tradicional no tiene porque es el instante congelado. En cambio, con el movimiento o un mayor tiempo de exposición, se incorpora más información".

Pablo y Chloé no querían postales, las consideraban un artificio que nada tiene que ver con lo vivenciado. Sin embargo, pensaron en la posibilidad de que su obra trascienda y en poder compartirla. Por eso optaron por montar una página web, en la que cada tanto cargaban las fotos que iban tomando. Lo hicieron "para todas aquellas personas que no pueden viajar, no quieren o no se animan". Pero también confiesa que fue la manera más cortés de "no escribir e-mails a todos los amigos, que a veces no llegan, son muy tediosos y algunos tal vez no quieren recibirlos".

Mapa de viaje

El viaje se dividió en dos etapas. La primera consistió en una fugaz recorrida por la frontera argentina con Brasil, desde donde se internaron en tierra carioca. En la segunda parte cambiaron ojotas por gorros de lana y enfilaron para la cordillera.

  • En Argentina aprovecharon los lugares de paso. Antes de partir para Brasil recorrieron Paso de la Patria (Corrientes) y las Cataratas del Iguazú (Misiones). Camino a la cordillera hicieron escala en Capilla del Monte (Córdoba) y Mendoza; y para llegar a la Quebrada de Humahuaca, recorrieron el noroeste.
  • En Brasil conocieron Recife, pasearon por la isla Morro de San Pablo, penetraron en el interior del país y después se fueron a Río de Janeiro. La estadía más larga fue en la playa de Guarda, donde desembarcaron el 20 de diciembre de 2004 y no se movieron de allí hasta su regreso, el 19 de febrero.
  • En Chile estuvieron en el Valle del Elqui, que está a la altura de San Juan. Allí se alojaron en un camping y después en un templo zen. Empezaba abril cuando conocieron Antofagasta, cuya riqueza máxima son las minas de cobre. San Pedro de Atacama fue lo último que visitaron, antes de regresar al lado argentino.
  • En Bolivia, estuvieron en Tupiza, El Salar de Uyuni -el más grande del mundo-, Potosí, Sucre y La Paz, entre otras. Visitaron Copacabana, que está sobre el lago Titicaca, y partieron a Tihuanaco, en la frontera con Perú.
  • A Perú llegaron en mayo. Estuvieron en Cuzco y acamparon en el Valle Sagrado de los Incas, en Macchu Picchu. También los recibió Arequipa; luego Nazca y Paracas.
  • En Colombia conocieron Santa Marta, Cartagena de Indias, Medellín y Bogotá, para regresar a Santa Fe el 27 de agosto de este año.
  • Juliano Salierno