De Raíces y Abuelos
Familia Gietz: un bisabuelo colonizador
Esperanza y Progreso nacieron y se desarrollaron gracias al accionar de los denominados colonizadores. Uno de ellos fue Wendel Gietz, un alemán que emigró a América del Sur en 1855, y aportó mucho a estas tierras.

Por Mariana Rivera

Desde Esperanza -la primera colonia agrícola organizada del país- Mafalda Gietz de Pedroni quiso compartir la historia de Wendel Gietz, su bisabuelo colonizador y fundador de esa ciudad y de Progreso. Se trata, asegura, de otra valiosa historia de hombres y mujeres que aportaron al crecimiento y a la cultura de nuestro país, tal como se refleja semanalmente en nuestra sección De Raíces y Abuelos.

La familia Gietz es originaria de Johannisberg, una pequeña localidad alemana de la zona conocida como Rheingau, junto al río Rin, en el antiguo ducado de Hessen-Nassau. Se trata de una zona de gran belleza y muy famosa por la calidad de sus vinos. Allí vivió un antepasado de los Gietz, en 1680, Johann, quien se desempeñó como alcalde en algunos períodos, al igual que su hijo, Michael, y años después su nieto, Wendel.

Wendel Gietz nació en 1797 y cuando tenía 58 años decidió dejar su país y emigrar a América del Sur. Se cree que dicha decisión fue tomada porque parte de su familia ya había emigrado a Estados Unidos y, además, por problemas económicos a causa del fatídico Año de la Necesidad (1854-1855), que trajo una malograda cosecha de granos, papas y vino en esa región de Alemania.

A fines de 1855, partieron de Alemania Wendel y sus hijos: Friedrich, Barbara e Ignatz Lambert, de 19, 17 y 12 años, respectivamente. Con ellos viajaron también un sobrino, Kart Kleiber Gietz, de 22 años, y una mujer llamada Theresa Barth.

Colonia Esperanza

El 2 de febrero de 1856 llegaron a Santa Fe y días después, luego de 6 horas de viaje, arribaron a su destino final: Colonia Esperanza. En la carta que Wendel Gietz envió a sus familiares que quedaron en Alemania -cuyo original se encuentra en el Museo de la Colonización de Esperanza- describía así la situación de la Colonia: "En los primeros tiempos no nos sentimos muy cómodos; la mayoría de las casas eran cubiertas y nos molestaban mucho los mosquitos. El paisaje ofrece poco atractivo por cuanto es una llanura uniforme e interminable".

Wendel Gietz participó activamente en la vida pública de la Colonia Esperanza: fue miembro titular del Concejo Municipal entre 1863 y 1867; formó parte de la comisión para la construcción del templo católico y del edificio municipal; integró la comisión visitadora de escuelas; propició la educación mixta, laica y gratuita.

Los hijos de Wendel (Federico y Lamberto) tuvieron también una significativa participación en el desarrollo colonizador. Federico fue empleado contable de un importante comercio de ramos generales de Esperanza y se casó con Catalina Carlen, nacida en Suiza. Tuvieron ocho hijos.

Barbarita Gietz se casó en 1858 con el comerciante alsaciano Joseph Maurer, quien en 1868 era juez de paz. Tuvieron nueve hijos y años más tarde se trasladaron a Rosario. Lamberto -hombre de gran cultura y predicamento entre los colonos- se trasladó con su hermano Federico a San Jerónimo Norte, donde establecieron una pulpería, en 1864.

Según un decreto provincial de 1865, su casa fue nombrada como "Administración del Servicio de Diligencia y Correo", entre Esperanza, San Carlos, Santa Fe y San Jerónimo Norte.

Luego regresó a Esperanza y fue miembro titular del Concejo Municipal, entre los años 1868 y 1870. Integró con Amado Aufranc la Comisión de Seguridad, Higiene y Educación. Junto con Roberto Zehnder, en 1868, integró la Comisión de Hacienda. Fue nombrado juez de paz de Esperanza, cargo al que renunció para trasladarse con su familia a Progreso, motivo por el cual pasó a ser integrante de las familias colonizadoras de esa localidad.

Por último, Kart Kleiber Gietz, sobrino de Wendel, también tuvo una destacada actuación en la Colonia Esperanza: en 1876 integró la Comisión Escolar para la construcción de la escuela municipal para ambos sexos; fue juez de paz en 1877 y 1878, cargo que abandonó por su delicado estado de salud; editó un periódico y fue un redactor de esa combativa hoja.

La vida en Progreso

En 1881, Federico Gietz se trasladó a Progreso con su esposa, Catalina Carlen, su pequeña hija Ana y su hermano Lamberto. Antes de llegar a esa colonia se detuvieron en Humboldt, donde vivían los padres de Catalina, a la espera del nacimiento del segundo hijo: Lamberto Ignacio, quien nació el 15 de julio de 1881.

Al mes siguiente, la familia continuó su viaje a Progreso. Allí ocupó parte de las tierras adquiridas por su entrañable amigo y colono Ernesto Lang, en el sur de la colonia, muy cerca del arroyo Cululú. Esas tierras fueron comprada posteriormente por Federico Gietz y, a su fallecimiento, fueron heredadas por sus hijos.

Federico y Catalina vivieron 30 años en Progreso, hasta su muerte. La pareja tuvo ocho hijos, de los cuales sobrevivieron seis y cinco formaron familia. Tres de los hermanos (Lamberto, Sofía y Margarita) se casaron con tres hermanos: Rosa, Antonio y José Minetti, también oriundos de Progreso. Ana María se casó con Federico Simoneit y formó su familia en San Carlos, mientras que Barbarita se casó con Octavio Walter, pero permaneció viviendo en la casa paterna.

Lamberto Gietz

Lamberto Ignacio Gietz nació en Humboldt, en 1881, y vivió la mayor parte de su vida en Progreso. De su matrimonio con Rosa Minetti nacieron nueve hijos. Siguiendo la tradición familiar, alternó su actividad agropecuaria con funciones administrativas y cívicas. Fue administrador de los campos de la familia Mántaras en Santo Tomé y Risso en Progreso; mayordomo de la estancia La Cabañita, de Augusto Weber en Hipatia; y representante de la compañía de seguros La Continental.

Sus conocimientos de agricultura, ganadería y apicultura lo convirtieron en consejero de colonos de Progreso y localidades vecinas. Algunos de sus escritos sobre estos importantes temas fueron publicados en el diario El Litoral de Santa Fe.

Ocupó el cargo de juez de paz en la década de 1910 y de presidente comunal entre 1926 y 1929. A los 20 años había formado la orquesta Las Estrellas, donde -entre otros- él tocaba el acordeón y su hermano el clarinete.

Los descendientes del colonizador Wendel Gietz viven actualmente en las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos, Córdoba y Tucumán. Su tataranieto, el Dr. Wendel Gietz, vive en Paraná y viajó en 2000 a Johannisberg, Alemania, en busca de sus raíces. Gracias a ello, realizó una importante investigación de la historia familiar, parte de la cual se incluye en esta reseña enviada por Mafalda Gietz de Pedroni.

La autora aclaró que para el relato fue consultada la siguiente bibliografía: Archivo de la familia Gietz-Pedroni; Historia de Progreso, nuestro pueblo santafesino, de Hugo Hulsberg; Ejemplos de vida, de Nelly Althaus y María Elena Bertotti; y Monsieur Jaquin, de José Pedroni.

La yegua de Wendel Gietz (fragmento)

Wendel Gietz labrador compró una yegua doradilla.

Antes de comprarla consultó con su mujer,

como se hace en toda buena familia,

y su mujer, que tenía en las manos dos largas agujas

y en el regazo una cestilla,

le dijo: "Cómprala.

La llamaremos Maravilla".

No sé por qué elegiría este nombre la mujer de Gietz,

tan suave y sencilla.

Verdad que la yegua era hermosa.

Tenía el color de la miel que brilla;

la cabeza eminente;

los ojos tocados por una lucecilla.

También es verdad que en aquel momento

habían cesado dolor y rencilla.

Los hombres, a punto de partir,

iban y venían con guadaña y horquilla,

y las mujeres se cambiaban dulces palabras,

como amor, esperanza, paloma, semilla...

Ella le dijo: "Cómprala.

Me llevarás en la silla".

Y Wendel Gietz trocó por un caballo

su pequeño reloj de campanilla.

Con su yegua de oro,

luego de besar a su mujer en la mejilla,

Wendel Gietz fue en busca de su árbol,

en la boca una cancioncilla.

Con su yegua de oro llegó a un río con ángel.

Lo vadeó, como mandaba la cartilla,

y levantando pájaros desembocó en un abra

que era de verbena y manzanilla.

Con su yegua de oro tomó posesión de la tierra;

reconoció monte y orilla;

rondó el naciente trigo; patrulló el horizonte;

pisoteó la mies cuando la trilla.

José Pedroni (Del libro "Monsieur Jaquín")