Toco y me voy
Planificando vacaciones
íDiciembre! íIuuupiii! íLa tierra prometida -o el mar, si prefieren- está cerca! La primera pregunta es: ¿adónde vas a ir de vacaciones? La segunda, casi inmediata y cruel: ¿vas a ir de vacaciones?

Éste es un tiempo de paz, de brindis, de reencuentros (el "Sopa" Gutiérrez, un vecino, se está reencontrando tanto con todo el mundo que lo echaron de su casa) y de planificación de ¿vacaciones? Uno laburó todo el año, vino en un solo envión y sin mirar a los costados, fue de la casa al trabajo y del trabajo a la casa y, de pronto, ya está en diciembre. Meta despedida de año y, con la licencia a la vista, algunos piensan en emigrar siquiera una semanita.

Decidir adónde uno se va de joda no es joda. Antes de disfrutar y de reír, hay que pensar seriamente los destinos, para que el proceso no sea exactamente al revés: reirte acá, mapa y folleto en mano, y sufrir allá, en el destino elegido (destino-elección: una contradicción flagrante).

Cuando uno está solito, se trata de regla de tres directa, poco más o menos: "Quiero ir allá, me alcanza para ir allá, voy allá". Cuando uno, en cambio, ya tiene pareja, los deseos se bifurcan; cuando tenés un hijo con vos, se trifurcan, y cuando tenés dos, se arma la trifulca, que es otra cosa. Lo cierto es que tenés dos o tres aspiraciones diferentes, y lo que parecía un momento placentero puede convertirse en una batalla campal porque, la verdad, no es lo mismo ir a las sierras de Córdoba, a Rincón (y arreglar los techos), a Brasil y pagar cuotas hasta las vacaciones que vienen -las otras, una temporada entera más adelante- o cualquiera de las muchas opciones que tenemos.

Pero, supongamos que el grupo familiar está de acuerdo y que las sublevaciones fueron sofocadas. Supongamos que nos pusimos de acuerdo en el destino, en el alojamiento, en el traslado y en las actividades generales que vamos a tener. Todavía hay gente que, no contenta con pacificar interiormente su estado, pretende, además, acordar con el Mercosur entero y quiere ir en bloque con los vecinos, con los parientes, con los amigos... Con otros, bah.

La cosa se complica. Porque, a los gustos diferentes de cada integrante de tu familia, les tenés que sumar los intereses del otro grupo. De golpe, estás en el desierto de Atacama y la tercera nena de la familia amiga tiene las patas de ranas, el salvavidas patito puesto y antiparras, lista para zambullirse.

Otra cosa que genera discusiones importantes en uno mismo, en la pareja, en la familia y ni qué hablar en la delegación entera es el tipo de turismo que se va a practicar, porque, a lo mejor, uno quiere onda tranqui, pero tus pibes reclaman conga; vos querés una semana "niquesea" con todos los chiches y al lado aspiran a extender al máximo la autonomía de vuelo ni siquiera gasolero: con olor a gasoil.

Así, comienzan a escucharse expresiones variadas, desde el "para pasarla mal, me quedo en casa" hasta el "claro, el señor se olvida del mundo y se hipoteca para el resto del año", además de postular la nada elegante acusación de que uno coloca el ano propio en (de)posición más alta que lo normal.

Desde el derrochón hasta el tacaño hay una gama inmensa y, a veces, está representada entera en los cuatro energúmenos que son tu familia y que, encima, te quieren y querés.

El presupuesto, el destino, la utilización del tiempo libre (yo practico alegre la inutilización del tiempo), las actividades generales y las específicas, las comunitarias y las individuales, el alojamiento (antes uno iba a lo de la tía de Paiva; ahora, no sólo tenés hoteles: hay hospedajes, apart, cabañas, etcétera), el alejamiento, la vida es bella y la mar en coche. Demasiadas cosas: de sólo pensar todo lo que hay que acordar para irse de vacaciones, ya ni me acuerdo de las vacaciones. Y andá vos si querés a las cataratas.

Néstor Fenoglio

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