Los poderosos reclaman más pero no ceden

El capítulo agrícola se mantiene como el principal escollo en las negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), por los desacuerdos que persisten en torno de la eliminación de los subsidios en los países ricos.

A días de que en Hong Kong se reúnan los 149 países de la OMC -del 13 al 18 de diciembre-, la agricultura es el sector económico cuya liberalización comercial más enfrentamientos suscita y ello a pesar de que sólo representa el 10 por ciento de los intercambios comerciales globales.

El 70 por ciento de los pobres del planeta viven en zonas rurales y dependen de la agricultura para sobrevivir, mientras que los países más ricos del mundo, como EE.UU. o la Unión Europea (UE) destinan casi mil millones de dólares diarios a sus sectores agrícolas y apenas llegan al 2-3 por ciento de su población activa.

Se trata de ayudas que, en su mayoría, son vistas como factores que distorsionan el comercio internacional y que impiden a los países más pobres vender sus productos agrícolas en los mercados de las naciones más poderosas.

Además de la UE y EE.UU., todos los bloques negociadores como el Grupo de los Veinte (G-20) de naciones en desarrollo y en su mayoría exportadoras agrícolas, del Grupo de los Diez (G-10) de países ricos e importadores netos de alimentos, o del casi centenar de economías menos avanzadas, principalmente africanas, han presentado sus propuestas.

La propuesta de Bruselas al capítulo agrícola de la Ronda del Desarrollo de Doha, lanzada hace cuatro años en la capital qatarí, consiste, en líneas generales, en recortar en el 70 por ciento los subsidios internos que distorsionan el comercio, mientras que Washington plantea rebajarlos el 60 por ciento.

Esas iniciativas han sido consideradas "insuficientes" por los países en desarrollo, que reunidos en su mayoría en el G-20 y bajo el liderazgo de Brasil e India, quieren más generosidad de esos socios.

Sin embargo, el principal negociador de la UE, el comisario de Comercio, Peter Mandelson, considera que la oferta agrícola de Bruselas es definitiva y sin lugar a cambios, a menos que los Veinticinco encuentren la misma generosidad de los países en desarrollo, en cuanto a acceso a mercados de bienes industriales.